PROYECTO Y PROGRAMA DE LA PEQUEÑA OBRA DE LA DIVINA PROVIDENCIA
Proyecto y programa de la «Pequeña Obra de la Divina
Providencia
El programa del Instituto es el presentado a su Excelencia
en 1899 y los principios constitutivos fundamentales son los mismos presentados
en la fiesta de la Inmaculada Concepción, el 8 de diciembre del Año Santo de
1900, que compendio brevemente aquí, después de haberlos expuesto a Nuestro
Santo Padre León XIII, en la audiencia privada del 10 de enero del año pasado,
y de haber recibido de él palabras de inefable consuelo y amplia aprobación y
bendición.
I. En los siglos anteriores al nacimiento de Nuestro Señor
Jesucristo, la obra de la Divina Providencia estaba destinada a disponer a la
humanidad para recibir a Jesucristo el Redentor; después de la venida del
Señor, en el decurso de los siglos en que la Santa Iglesia milita sobre la
tierra, la obra de la Divina Providencia consiste en «Instaurare omnia in
Christo»: es decir, iluminar y santificar a las almas en el conocimiento y en
la caridad de Dios, y fundar gradualmente todas las instituciones y cosas, -aún
las pertenecientes a la sociedad visible de los hombres-, en Nuestro Señor
Jesucristo Crucificado, haciéndolas entrar en el espíritu y en la vida del
Catolicismo, para que ocupen su respectivo lugar en él, establezcan un orden
perfecto en la sociedad humana y sirvan a la gloria de Dios, uniendo toda la
humanidad en un cuerpo único, la Santa Iglesia Católica –constituida por
Nuestro Señor Jesucristo bajo la potestad sagrada de los Obispos, en unión y
dependencia de la sagrada y suprema potestad apostólica de Pedro, que es el
Romano Pontífice–, precisamente para que de todas las personas e instituciones
humanas, se haga un solo rebaño bajo la guía de un solo Pastor: «ut fiat unum
ovile et unus Pastor».
II. Y dado que Nuestro Señor Jesucristo dispuso que el
Bienaventurado Apóstol Pedro se hiciera servidor de los siervos de Dios, y sobre él fundó su Iglesia, y a él le
encomendó la unidad de su gobierno visible, para que acercara siempre más a los
hombres a Dios y, por la asistencia del Espíritu Santo, en él dio a sus
Sucesores hasta el fin de los siglos las palabras infalibles de vida eterna,
para lograr el fin de la redención, -que es renovar en Cristo Jesús a todo el
hombre y a todos los hombres, y el reinado social de Jesucristo: "instaurare
omnia in Christo"-, nuestro mínimo Instituto, nacido por la misericordia
de Dios con la denominación de "Obra de la Divina Providencia";
porque reconoce en el Romano Pontífice el eje de la obra de la Divina
Providencia en todo el universo - y porque venera en él al Sucesor de Pedro,
Vicario de Nuestro Señor Jesucristo en la tierra -, tiene el siguiente fin
principal:
III. Cumplir, con la ayuda de la gracia divina, la voluntad
de Dios en la voluntad de Pedro, el
Romano Pontífice; buscar la mayor gloria de Dios dedicándose a la perfección de
sus miembros; y consagrarse a difundir y acrecentar con toda clase de obras de
misericordia, en el pueblo cristiano, un amor dulcísimo al Vicario de Cristo en
la tierra, el Sumo Pontífice, Sucesor del Bienaventurado Apóstol Pedro -
evangelizando especialmente a los pobres, a los pequeños y a todos los que
padezcan algún mal o dolor -, con el propósito de ayudar a consolidar la unidad
de los hijos con el Padre, dentro de la Iglesia; y restablecer, hacia afuera, la
unidad desgarrada con el Padre.
La parte
activa apunta principalmente a una acción hacia adentro de la Santa Iglesia:
trabajar para quitar la confusión de ideas, y con las obras de misericordia,
reavivar, intensificar y mantener la unidad de los fieles con el Bienaventurado
Pedro, impregnando principalmente con un amor vigoroso y activo al Santo Padre:
a) la educación de la juventud, tanto escolar como campesina; b) la
evangelización de los humildes, según los principios sociales cristianos; c) a
los afligidos por toda clase de dolores y males, y a toda institución en favor
del pueblo.
De modo que
Nuestro Señor Jesucristo penetre en todos los corazones, por medio de su Santo
Vicario, y especialmente en el corazón de aquellos que el mismo Divino Maestro
demostró que amaba tanto - es decir, los pequeños de edad y condición, que son
los que tienen más necesidad del consuelo de conocerle y seguirle -; y que a
través de ellos, Nuestro Señor Jesucristo penetre en todas las manifestaciones
de lo que el cristiano piensa, quiere y hace, sea como individuo que como
pueblo.
Por otra parte
por voluntad expresa del Santo Padre es propio de este Instituto el colaborar,
en su pequeñez, con la Obra de la Divina Providencia, trabajando y sacrificándose
para quitar la confusión de cultos, y hacer que las Iglesias separadas vuelvan
a la plena dependencia y unidad con el Bienaventurado Pedro; de modo que por la
unidad con el Bienaventurado Pedro, el Romano Pontífice, y por la ejecución de
su voluntad, es decir de lo que globalmente y para cada uno de los estados se
denomina programa papal, llegue a todos y a todas partes la caridad
bondadosísima del Corazón Sagrado de Jesús, y por ella los pueblos y naciones
establezcan un orden justo en la tierra, yvivan y prosperen en Jesucristo
Crucificado: "instaurare omnia in Christo"
IV. Este fin - unir al Papa para "instaurare omnia in
Christo" -, propio de nuestra vocación, pone a la Obra de la Divina
Providencia y a cada uno de sus miembros en la pronta y absoluta obediencia al
Vicario de Nuestro Señor Jesucristo, el Romano Pontífice -Padre, Pastor y
Maestro supremo, universal e infalible de la única verdadera, santa, católica y
apostólica Iglesia de Dios-, para cumplir, siempre con la divina gracia y según
las órdenes y deseos que el Papa se
dignase manifestar al Superior del Instituto, en cualquier lugar del mundo, en
todo orden de ideas y de hechos, con cualquier actividad y sacrificando bienes,
intelecto, corazón y vida, todo lo que el Obispo y Papa de la Santa Iglesia
Católica y de las almas todas quisiera mandarnos, o manifestara desear para
mayor gloria y extensión del Reino de Dios y bien de las almas y los pueblos.
V. La Obra de la
Divina Providencia, además, inflamada en primer lugar de grandísimo y filial
amor al Vicario de Nuestro Señor Jesucristo en la tierra, se goza en imponerse
un vínculo especial con la Cátedra de Pedro, siempre dispuesta a ir a cualquier
parte donde el Santo Padre quisiese enviarla.
VI. Se gloría, además, de poder prestar toda su actividad y
servicio a los Obispos, “a quienes el Espíritu Santo puso para gobernar a la
Iglesia de Dios.” (Hech 20, 28)
VII. Los Hermanos de
esta Congregación se distinguen en dos clases: la de los legos y la de los
sacerdotes. Los hermanos legos serán llamados con el título simple de hermanos;
los sacerdotes, con el título de Coadjutores de la Obra de la Divina
Providencia. Después de un conveniente período de noviciado hecho según las
Normas de la Sagrada Congregación de Obispos y Regulares, y que no debe durar
menos de un año, los miembros de la Obra serán admitidos a los votos temporales
anuales de castidad, pobreza y obediencia durante tres años. Luego de estos
tres años podrán hacer los votos perpetuos, y sólo después de estos acceder a la
Orden del subdiaconado, si no hay nada que lo impida.
Los sacerdotes que habiendo emitido los votos perpetuos sean
considerados dignos por el Superior, podrán formar parte de una Sección
especial con obligación especial, -aunque sin voto-, de servir en todo al
Romano Pontífice y serán tenidos como servidores hasta la muerte e hijos del
Papa.
Estos deben haber hecho un sacrificio ininterrumpido y total
de sí mismos a la voluntad de los Superiores: no viven más que para la Santa
Iglesia, siempre dispuestos a morir por ella.
Estos son los principios supremos de la «Obra de la Divina
Providencia». (...)
De una carta a su Obispo Mons. Bandi del 11-II-1903,
Lettere I, 14-18.
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