lunes, 31 de marzo de 2014

LA OBRA DON ORIONE EN ROSARIO :COLEGIO JUAN AGUSTÍN BONEO

En la vida del pueblo y entre los jóvenes
Por Fernando Fornerod para Revista Don Orione Nº 51
 
En 1935 Don Orione recibió un pedido urgente del Nuncio Apostólico: quedaba vacante una escuela con capilla del barrio Refinería de Rosario y dejaría a cientos de niños sin educación. Pero la respuesta de Don Orione y su compromiso de amor por los hijos del pueblo le hizo dar un “sí” que llega hasta nuestros días.
el-fundador-51-01

El paisaje en torno a lo que antiguamente era “La Refinería” hoy ha cambiado completamente. La ciudad de Rosario ha crecido y, con ella, una nueva silueta urbana se recorta asomándose a las barrancas. El territorio donde hoy se extienden grandes espacios verdes que contemplan el Paraná estaba ocupado por obreros en busca de trabajo, en medio de situaciones que no ocultaban, las más de las veces, lo innoble de nuestra condición humana.
Eran las cercanías de “La Refinería Argentina” de azúcar, que desde 1889 convocó a su alrededor una muchedumbre de obreros en busca de nuevas oportunidades. Seis años después ya se contabilizaban 29 viviendas colectivas (conventillos) con un total de 440 habitaciones, en las que convivían 1716 personas, que continuarían incrementándose a la par de la industria.
La creciente riqueza de las exportaciones era para otros y, a pesar de tanto trabajo, no hubo mejorías para los obreros de esa zona.
Los testimonios de la época sobre las condiciones de trabajo son elocuentes: “La Refinería rosarina no sólo empleaba a mujeres y niños que trabajaban las mismas agotadoras doce horas que el resto, sino que pagaba en general salarios que estaban en el mismo margen de exigüidad del que percibía el resto de la clase proletaria”.

La escuela del barrio Refinería

Cuando el primer obispo de Santa Fe –monseñor Juan Agustín Boneo– hizo su visita pastoral a Rosario, advirtió que el barrio Refinería estaba sin estructuras escolares suficientes. Por eso, sin detenerse a pensar mucho, inició la fundación de un colegio privado y gratuito que fuese accesible para todos.
Finalmente, en 1906 se concretó la construcción de la Escuela “San José” contando con la atención los hermanos lasallanos.
Pero la crisis económica mundial de 1930 tuvo efectos devastadores, sobre todo para los más pobres, y los primeros en manifestarlo fueron sus más débiles sujetos: los niños.
Ese año la Refinería decidió trasladar su planta a Tucumán, dejando a cientos de familias a la intemperie. El Estado, por su parte, dejó de cumplir sus compromisos con la enseñanza y la Escuela “San José” dejó de recibir los aportes vitales para su funcionamiento.
En 1935 la situación era insostenible para los hermanos de La Salle y decidieron dejar la Escuela. Mons. Antonio Caggiano, obispo de la flamante Diócesis de Rosario, recibió la noticia con preocupación y recurrió con urgencia al Nuncio Apostólico Felipe Cortesi para convocar a Don Orione a realizar tareas apostólicas en esas tierras.
En efecto, una añeja amistad unía al secretario de la delegación pontificia, Mons. Maurilio Silvani con el Fundador de los Hijos de la Divina Providencia. Fue por él que Don Orione había constituido la primera comunidad en Victoria (Prov. de Buenos Aires).

el-fundador-51-02Llega Don Orione

A fines de ese año, Don Orione aceptó la nueva misión encomendada. En una carta del 5 de enero de 1936 confió a Don Sterpi –su delegado en Roma– la decisión: “Mire que he debido aceptar una casa en la ciudad de Rosario: no pude decir que no, ni al Nuncio ni al Obispo de Rosario; son escuelas primarias para niños pobres y una iglesia pública que pronto será parroquia”.
A pesar de su poco personal religioso, Don Orione siente que debe ayudar. Es importante destacar que uno de los objetivos fijados por el Fundador para su Pequeña Obra era la educación de los niños y jóvenes más carenciados.
Finalmente, el 27 de diciembre de 1935 pusieron toda la incipiente actividad en el barrio Refinería bajo la protección de San Juan Evangelista. Además, impusieron el nombre de ese santo a la capilla que pasó a ser la nueva sede parroquial. “Y el obispo –cuenta Don Orione en otra carta– también dio al Colegio el nombre del venerado y emprendedor Mons. Juan Agustín Boneo”.

Espíritu de pueblo y mirada de fe

Don Luis Orione fue un sacerdote que incansablemente amó a todos, especialmente a quienes se encontraban marginados y explotados por cualquier ideología. En efecto, él luchó a fin de que ninguna doctrina desplazara al hombre de su centralidad, ni menoscabara su dignidad de hijo de Dios. Su compromiso por el bien de los trabajadores despertó en él desde muy joven. Ya cuando era seminarista y trabajaba en el barrio de San Bernardino en Tortona, él afirmaba: “el único cura que toleraban era yo, porque decían que era socialista”.
No siempre esta visión fue común en los ambientes eclesiales. Pero los tiempos fueron cambiando y, con ello, debía cambiar la mentalidad de vivir la Iglesia. Consciente de estas transformaciones, Don Orione se acerca a las masas de los trabajadores, para que en Cristo ellas se conviertan en pueblo: el Pueblo de Dios.
Esta mirada preferencial por el mundo obrero despierta en Don Orione una sensibilidad especial por las barriadas. Esas que nacen silenciosamente en torno a las grandes ciudades. Gente humilde y silenciosa. A quienes, en el hecho mismo de marginarlos, se les ha quitado toda posibilidad de promoción y dignidad humana. Pero no: ellas son, en realidad, un fuerte grito por la justicia social y por la puesta en acto del destino universal de los bienes de la tierra y del trabajo. Fundamentalmente del pan y del trabajo: dones destinados a todos los hombres; sin exclusiones.
La mirada de Luis Orione, sin embargo, no es estrecha. Es profunda e integral, porque mira las barriadas con los ojos de la fe.
Con esos ojos de fe, con esa alma esperanzada, y con esos brazos dispuestos al amor servicial sin límites, Don Orione extendió la Pequeña Obra en Rosario, para que también allí se edificara a Jesucristo en la vida del pueblo y entre los jóvenes.

 
* Los textos fueron tomados del libro “Edifiquen a Jesucristo en la vida de los jóvenes”, de reciente publicación, y son parte de la investigación histórica llevada a cabo por el padre Fernando Fornerod, acerca de la presencia orionita en la ciudad de Rosario.