martes, 19 de junio de 2012

¡¡¡¡¡¡ CUANDO LOS AMIGOS NOS ABANDONAN !!!!!


CUANDO LOS  AMIGOS NOS ABANDONAN

En 1937, en el que consideramos el viaje del adiós de las comunidades de Argentina, Don Orione por medio de sus escritos deja entrever que en su interior vive una amargura de características similares. Las causas posiblemente fueron muchas. El efecto no obstante, fue el mismo: aquellos que más amaba y quería lo habían abandonado. La lejanía ayudó a tomar fuerzas e hizo crecer la caridad. Y es entonces, que en medio de este sufrimiento, él dejó en este fragmento de carta, algunas claves para que también nosotros, podamos superar tales situaciones:

[...] Como el oro se reconoce en el fuego y el amor con los hechos, de la misma forma, la Fe se prueba con las obras de misericordia; se acredita en las luchas y combates interiores de cada persona: se prueba en los combates exteriores y también en los vilipendios y persecuciones. Pero para la Fe, las persecuciones y difamaciones, en vez de ser ocasión para separarnos de Cristo, serán en cambio un aumento de vida cristiana, de vida verdaderamente abnegada, de perfección religiosa, de sólida virtud, de verdadero amor a Dios y a los hombres, de unión a Jesús y a su santa Iglesia (24.06.1937)

Luis Orione también sobrellevó y se repuso del engaño de las personas en quienes confiaba y quería. En medio de tantas pruebas, con todo, siempre hizo brotar la caridad y la fe: «[...] pueden sacarnos hasta los ojos;-supo escribir con dolor pero con firmeza-¡basta que nos dejen el corazón para amarlos!».

Como el Señor ante las traiciones de Judas y de Pedro, también Luis no retrocede ni sucumbe a la revancha ni al odio, sino que acelera sus pasos hacia la caridad que siempre será más fuerte que la traición. Porque la caridad, si es auténtica, es principio de vida cristiana y de unión con Jesús. Para el discípulo del Señor, contra toda premisa; contra toda experiencia de engaño y de huida, no habrá nunca espacio para abandonar a quienes nos traicionan. Sólo así podremos recuperarlos del mal.

LA LIBERTAD QUE LIBERA

El sacerdocio tiene por finalidad la salvación de las almas; y muy especialmente, debe buscar a las que se alejan de Dios y se pierden.

Yo les debo a ellas mis preferencias, no por ternura, claro, sino para sostenerlas paternalmente y ayudarles a volver. Y si es necesario, habré de dejar a las otras, las  que necesitan menos de mi asistencia.

Jesús no vino para los justos sino para los pecadores.

Por tanto, presérvame,  Dios mío, de la funesta ilusión, del engaño diabólico de creer que como sacerdote tengo que ocuparme solamente de los que concurren a la iglesia y a los sacramentos, de las almas fieles y las mujeres piadosas.

Mi ministerio sería seguramente más fácil y agradable, pero yo no viviría del espíritu de caridad apostólica hacia las ovejas perdidas que brilla en todo el evangelio.

Sólo después de correr en pos de los pecadores hasta quedar agotado -y muerto tres veces-, sólo entonces podré permitirme descansar con los justos.

Que nunca olvide que el ministerio que se me ha confiado es ministerio de misericordia, y sepa tener yo para con mis hermanos pecadores un poco de esa caridad infatigable que tantas veces tuviste para con mi alma, oh Dios grande en misericordia. (Don Orione, 1917)

El obispo esta noche nos preguntará: "¿Quieren ser fieles administradores de los misterios de Dios en la celebración eucaristica y en las demás acciones liturgicas, y cumplir fielmente el sagrado deber de enseñar, siguiendo a Cristo, Cabeza y Pastor, movidos no por la codicia de los bienes terrenos, sino sólo por el amor a la gente?

Y cada uno de los que somos sacerdotes responderá "Sí, quiero".

Quiera Dios que no sólo pronunciemos esta decisión con los labios, sino que quememos nuestra vida en el fuego de una auténtica e infatigable caridad hacia todos nuestros hermanos.
LA CARIDAD QUE VENCE AL MUNDO
No fueron los milagros ni su resurrección los que me conquistaron, sino su Caridad: ¡esa caridad que venció al mundo
DON ORIONE



Sobre la tumba de un hombre se escribe, "aquí yace";

sobre la de Cristo: ¡ha resucitado!

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