CUANDO LOS AMIGOS NOS ABANDONAN
En 1937, en el que consideramos el viaje del adiós de las
comunidades de Argentina, Don Orione por medio de sus escritos deja entrever
que en su interior vive una amargura de características similares. Las causas
posiblemente fueron muchas. El efecto no obstante, fue el mismo: aquellos que
más amaba y quería lo habían abandonado. La lejanía ayudó a tomar fuerzas e
hizo crecer la caridad. Y es entonces, que en medio de este sufrimiento, él
dejó en este fragmento de carta, algunas claves para que también nosotros,
podamos superar tales situaciones:
[...] Como el oro se reconoce en el fuego y el amor con los
hechos, de la misma forma, la Fe se prueba con las obras de misericordia; se
acredita en las luchas y combates interiores de cada persona: se prueba en los
combates exteriores y también en los vilipendios y persecuciones. Pero para la
Fe, las persecuciones y difamaciones, en vez de ser ocasión para separarnos de
Cristo, serán en cambio un aumento de vida cristiana, de vida verdaderamente
abnegada, de perfección religiosa, de sólida virtud, de verdadero amor a Dios y
a los hombres, de unión a Jesús y a su santa Iglesia (24.06.1937)
Luis Orione también sobrellevó y se repuso del engaño de las
personas en quienes confiaba y quería. En medio de tantas pruebas, con todo,
siempre hizo brotar la caridad y la fe: «[...] pueden sacarnos hasta los
ojos;-supo escribir con dolor pero con firmeza-¡basta que nos dejen el corazón
para amarlos!».
Como el Señor ante las traiciones de Judas y de Pedro,
también Luis no retrocede ni sucumbe a la revancha ni al odio, sino que acelera
sus pasos hacia la caridad que siempre será más fuerte que la traición. Porque
la caridad, si es auténtica, es principio de vida cristiana y de unión con
Jesús. Para el discípulo del Señor, contra toda premisa; contra toda
experiencia de engaño y de huida, no habrá nunca espacio para abandonar a
quienes nos traicionan. Sólo así podremos recuperarlos del mal.
LA LIBERTAD QUE LIBERA
El sacerdocio tiene por
finalidad la salvación de las almas; y muy especialmente, debe buscar a las que
se alejan de Dios y se pierden.
Yo les debo a ellas mis preferencias,
no por ternura, claro, sino para sostenerlas paternalmente y ayudarles a
volver. Y si es necesario, habré de dejar a las otras, las que necesitan menos de mi asistencia.
Jesús no vino para los justos
sino para los pecadores.
Por tanto, presérvame, Dios mío, de la funesta ilusión, del engaño
diabólico de creer que como sacerdote tengo que ocuparme solamente de los que
concurren a la iglesia y a los sacramentos, de las almas fieles y las mujeres
piadosas.
Mi ministerio sería seguramente
más fácil y agradable, pero yo no viviría del espíritu de caridad apostólica
hacia las ovejas perdidas que brilla en todo el evangelio.
Sólo después de correr en pos de
los pecadores hasta quedar agotado -y muerto tres veces-, sólo entonces podré
permitirme descansar con los justos.
Que nunca olvide que el
ministerio que se me ha confiado es ministerio de misericordia, y sepa tener yo
para con mis hermanos pecadores un poco de esa caridad infatigable que tantas
veces tuviste para con mi alma, oh Dios grande en misericordia. (Don Orione,
1917)
El obispo esta noche nos
preguntará: "¿Quieren ser fieles administradores de los misterios de Dios
en la celebración eucaristica y en las demás acciones liturgicas, y cumplir
fielmente el sagrado deber de enseñar, siguiendo a Cristo, Cabeza y Pastor,
movidos no por la codicia de los bienes terrenos, sino sólo por el amor a la
gente?
Y cada uno de los que somos
sacerdotes responderá "Sí, quiero".
Quiera Dios que no sólo
pronunciemos esta decisión con los labios, sino que quememos nuestra vida en el
fuego de una auténtica e infatigable caridad hacia todos nuestros hermanos.
LA CARIDAD QUE VENCE AL MUNDO
No fueron los milagros ni su
resurrección los que me conquistaron, sino su Caridad: ¡esa caridad que venció
al mundo
DON ORIONE
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