viernes, 1 de mayo de 2015

DON ORIONE EN EL DÍA DEL TRABAJO ¿ QUE NOS DICE?





Proletariado de los arrozales, de pie!
(Don Orione, 18 de mayo de 1919)
Se abre un horizonte nuevo; a la luz de la civilización cristiana, que apuesta siempre al progreso, nace una nueva conciencia social, como flor del Evangelio.
Trabajadores y trabajadoras de los arrozales, en nombre de Cristo, que nació pobre, vivió pobre, murió pobre y entre pobres, que trabajó como ustedes y que amó a los pobres y a los trabajadores, en nombre de Cristo, ha llegado la hora de su reivindicación.
El trabajo debe ser limitado y adecuado a sus fuerzas y sexo. El salario debe tener relación con su esfuerzo y con sus necesidades; las condiciones de trabajo deben ser menos penosas, más humanas, más cristianas. Es un derecho, ¡Su derecho!
Nosotros, como católicos y como ciudadanos, emprenderemos éste año la batalla por las ocho horas en los arrozales.
No se dejen explotar por los capataces, no se dejen intimidar por las amenazas de los patrones, no se presten a ciertas maniobras que siempre terminan perjudicando al trabajador. Y si no hay más remedio, tomen medidas de fuerza; dentro de la legalidad, claro, pero háganlo. Únanse contra los rompehuelgas y no se dejen engañar por un horario que supere las ocho horas en los arrozales.
Únanse y sean solidarios. Si todos los pueblos de la diócesis que proporcionan trabajadores a los arrozales se unen en una red organizada y firme, sólida y cristiana, los llevaremos a una victoria segura.
Por sus reivindicaciones, por la justicia intrínseca de su santa causa, no nos quedaremos quietos. No, no dejaremos en paz, ni de noche ni de día, a los explotadores de la gente pobre, que va a sacrificarse en los inundados pantanos de los arrozales y en la malaria, que se ve obligada a alejarse de la familia para ganarse el pan.
¡Hermanos! ¡Con la bendición de Dios y de la Iglesia, trabajaremos por ustedes, y triunfaremos con ustedes!
Todos encontrarán trabajo, todos tendrán un salario justo, y asistencia moral y religiosa; descanso en los días de fiesta; control de sus derechos laborales (salarios, horarios, asistencia médica), alojamiento digno. Los defenderemos en todo lo que sea justo: haremos realidad sus legítimas aspiraciones y utilizando las leyes pertinentes vigilaremos, acompañaremos, animaremos.
“¡La unión hace la fuerza!” Tenemos que romper toda cadena que quita la libertad de hijos de Dios; tenemos que abolir toda esclavitud: debe cesar toda servidumbre, y para siempre.
En nombre de Cristo debe suprimirse la explotación del hombre por el hombre. La fuerza divina de éste nombre y su conducta honrada de trabajadores cristianos, les ayudará a conquistar cada uno de sus derechos, así como los llevará a cumplir sus deberes.
¡Proletariado de los arrozales, de pie! Abran los ojos y vean la aurora brillante que ya se insinúa: ¡es para ti, es tu día!
¡Adelante proletariado, adelante, llevando contigo la fuerza moral de tu fe y de tu trabajo, una era se abre: el mundo se renueva!
El Señor es tu Dios, está contigo: camina en la luz de Dios y nadie podrá jamás detener tu marcha triunfal.
Por tu interés, por tu dignidad, por tu alma. ¡Proletariado de los arrozales! ¡De pie y adelante!
Fragmento de una carta-proclama escrita por Don Orione, y publicada en el periódico “La Val Staffora”, el 18 de mayo de 1919, en la que se dirigía a los trabajadores de los arrozales, especialmente de las regiones que bordean el río Po, en el norte de Italia. El periódico, editado en Tortona, llegaba a muchas de esas aldeas, concientizando y ayudando a las arroceras a organizarse en defensa de sus legítimos derechos
La poetisa Ada Negri, considerada por muchos como la primera escritora italiana proveniente de la clase obrera, había escrito que en los arrozales muere la poesía. Una de las tantas marcas de una sociedad inhumana donde la tierra, lejos de pertenecer y dar vida a quienes la trabajan, está enajenada, en manos de poderosos que la explotan y consumen de la misma manera que a sus trabajadores. Porque nada puede detener al afán de acumulación y enriquecimiento, nada, ni siquiera la muerte. En la Italia de la primera posguerra, gran cantidad de hombres, y especialmente mujeres, eran llevados a trabajar a los arrozales. Lo hacían en condiciones tan degradantes que, junto a las palabras poéticas, centenares de mujeres por año dejaban de existir en aquellos campos rebosantes de arroz. Semejante explotación y destrucción, no pasó por alto en la vida de Luis Orione. Durante los primeros meses de 1919 se acercó a las víctimas de aquella sufriente realidad. Buscó darles ánimo y fortaleza, aunque no dejó de generar conciencia y denunciar el terrible atropello a un derecho humano tan fundamental como ganarse el pan dignamente. Fue así que, con coraje y claridad de ideas, Don Orione escribió una carta a modo de proclama, dirigida a los trabajadores de los arrozales. También estaba destinada a todo aquel que quisiese escuchar su pensamiento, verdadera llamada a una condición social más igualitaria. Tal vez, no faltará quien se sorprenda al leer de puño y letra de Don Orione, palabras como proletariado, reivindicación, medidas de fuerza y varias, que suenan menos poéticas que tantas otras de sus expresiones. Sin embargo, éstas manifiestan su compromiso espiritual y social, el que lo llevó a rescatar niños de entre los escombros de los terremotos de Messina y La Mársica. El mismo espíritu con que abrió las puertas del Cottolengo para dar lugar a los considerados deshechos de la sociedad, aquellos en quienes veía brillar el rostro de Jesús. Imaginando por un instante a Luis Orione viviendo hoy en nuestro país, seguro tendría palabras semejantes para las actuales víctimas de la explotación del sistema: las comunidades de pueblos originarios que deben trabajar en las tierras que les han sido arrebatadas; los que sufren las terribles consecuencias del uso de agrotóxicos; los empleados sometidos a condiciones laborales injustas por empresas transnacionales… y la lista podría continuar. Si como dice la poetisa, en los arrozales muere la poesía, en las palabras de Don Orione, nace una vez más la esperanza, capaz de ponerse de pie ante las adversidades: “¡Trabajadores y trabajadoras de los arrozales, llegó la hora de su reivindicación!”

Algunas Imágenes Orionitas del Trabajo (III): los peones de la Virgen, imágenes vivientes y conclusión
La teoría hecha realidad: “los peones de Dios”
Un ejemplo concreto de los que significaba el trabajo para Don Orione fue la construcción de los Santuarios de la Guardia en Tortona y de la Virgen de Caravaggio en Fumo, donde sus religiosos trabajaron codo a codo con los albañiles.
Con ocasión de la inauguración de las obras del Santuario de la Guardia, el 23 de octubre de 1926, Don Orione llamo a sus clérigos, los rebautizo con el nombre de “peones de Dios” y organizó una procesión llevando las herramientas. Cuenta Papasogli en su libro:
“Les habló de la Virgen y puso en sus manos desde el primer día, idealmente, palas, azadas, cucharas, baldes de cal: era un nuevo espaldarazo; de ahí en más, los nombraba 'peones de Dios'.
Habría también maestros albañiles, pero ellos, los clérigos, deberían realizar los trabajos más humildes: llevar los materiales necesarios, arriba y abajo por improvisadas escaleras, siempre hacia lo alto, por el tiempo... ¿Cuánto tiempo?
Aquellos muchachos tenían quince, dieciocho, veinte años: trabajos y herramientas, debían ser adecuados a sus fuerzas. Pero la verdadera fuerza era la que no se veía ni tenía edad: la fe, fe simple y fuerte, idea y praxis dulce y dura como ellos mismos. Una fuerza que, con el uso, se multiplicaba”
Refiriéndose a la construcción del Santuario de Fumo, en una carta escribirá el Fundador: “En el nuevo Santuario trabajan activamente los pobres curas de la Divina Providencia junto a los hábiles trabajadores del arte de la construcción; nuestros curas preparan la cal, llevan las piedras y ladrillos, trabajan como verdaderos peones de Dios, como ya lo hicieron en Tortona”.
Y en un discurso destinado a un grupo de neo sacerdotes quienes habían trabajado en la construcción del Santuario de la Guardia, Don Orione rezará a la Virgen: “¡oh Madre nuestra, en estos primeros pasos de un nuevo camino, protege siempre estos sacerdotes, los changadores, los peones de tu santuario!”
El testimonio de “los peones de Dios”, imagen concreta del trabajo orionita, moverá los corazones del pueblo, incluso de los contrarios a la Iglesia: “La mujer de un tal Partarelli, socialista intransigente que rompió el crucifijo en el palacio el obispo, dijo: 'También mis hijos se casaron por iglesia después de haber visto trabajar a los sacerdotes de Don Orione'”.
Imágenes vivientes del trabajo orionita
Muchos religiosos entendieron qué significaba el trabajo para Don Orione, encarnando en sus vidas las enseñanzas del fundador.
Un ejemplo iluminador del trabajo orionita, lo encontramos en el entonces clérigo ciego Cezar Pisano, quien luego sería Fray Ave María. Trabajaba incluso por la noche en la construcción de una Gruta de Lourdes en la casa de formación de Villa Moffa.
“Todos se avocaron con entusiasmo (…) Las horas de la recreación las dedicaban enteramente a aquel dulce y aminado trabajo. El clérigo Pisano le dedicaba incluso algunas horas de la noche. Sabía usar el pico, la pala y la carretilla con la seguridad que le daba la práctica y el desarrollo de sus otros sentidos”.
Junto con el ejemplo de Fray Ave María, podemos agregar el ejemplo de muchos de nuestros hermanos difuntos, quienes son recordados por su capacidad de trabajo en el caso de Argentina:
El P. Benito Anzolin, el “albañil de la Virgen”, quien impulso la construcción de la basílica de Itatí. El obispo diocesano repetía jamás se hubiera decidido a encarar el proyecto si “no fuera por el entusiasmo e insistencia del P. Benito”.
El Hno. Dagoberto Molina, quien tenía no solo una gran capacidad de trabajo y organización; sino también grandes conocimientos del trabajo mecánico y reparación de automóviles y había también estudiado enfermería y radiología.
El Hno. Juan Barón, quien durante la época de la segunda guerra mundial, afrontó numerosos peligros para conseguir el pan, en su “motocarro de la caridad” y transcurrió casi cuarenta años trabajando en el depósito de Pompeya.
El P. Luis Varetto, quien luego de aprender ebanistería y construcciones artísticas en madera en Mestre, siendo aún clérigo armó las cabestradas del Santuario de Tortona.
El P. Tomas Alonzo,quien salía a “buscar la Providencia para los pobres del Cottolengo”, trabajaba en el jardín de la parroquia de Pompeya y de clérigo había manejado el arado durante la construcción de los caminos internos del Cottolengo.
El P. Victorio Bresciani,quien poseía grandes conocimientos técnicos, como así también una gran capacidad para el trabajo manual: era mecánico, tornero, soldador y albañil. Siendo recordado por trabajar codo a codo con los albañiles levantado paredes.
El Hno. Inocencio Torresan, quien fue maestro de grado en el Puerto Mar del Plata y en Cuenca, donde distribuía en sulky pan y ropas entre los pobres, después de la misa de los domingos.
Junto con ellos, debemos también recordar los religiosos que trabajaron en la construcción de los santuarios de la Guardia y de Caravaggio,y tantos otros que fueron verdaderos trabajadores de Dios, como el Fundador quería.
Conclusión
Las imágenes del trabajo utilizadas por el Fundador no solo serán una definición su propia vocación, sino una expresión de su obra y ministerio.
Don Orione buscaba servir a los pobres y a la Iglesia en los trabajos más sencillos y humildes, siguiendo el ejemplo muchos santos y de Nuestro Señor: “El, que era de condición divina, no consideró esta igualdad con Dios como algo que debía guardar celosamente: al contrario, se anonadó a sí mismo, tomando la condición de servidor y haciéndose semejante a los hombres” (Flp. 2,6-7).
El sentido orionita del trabajo será también una preciada herencia, un modo concreto de seguir a Jesús y un desafío constante para todos aquellos que quieran seguir las huellas de Don Orione, el changador de Dios.