20.12.2012)“Cuando
vayan a Umbría, tendrán la gracia de ir a Greccio. Yo fui allí muchas
veces. San Francisco, habiendo regresado de Palestina y todavía
enfervorizado por la visión de los lugares santos, quiso que también en
Italia se hiciera el Pesebre viviente. Nosotros debemos volver a los
primeros tiempos, al primer Pesebre, y se hará el bien”(Scritti V, 212).
Al
expresarse así es San Luis Orione (1872-1940) aquel que, en tiempos
modernos, relanzó la sacra representación del Pesebre viviente realizada
por San Francisco por primera vez en la Navidad del 1223, en Greccio,
con la ayuda de la población de la zona y de Giovanni Velita, señor de
aquellos lugares. Con el Pesebre viviente, el “Pobrecillo de Asís” y,
recientemente, el “Santo de la Divina Providencia” intentaron recrear la
mística atmósfera del Nacimiento de Belén, para ayudar a ver con los
propios ojos donde nació JesúsLa continuación de los Pesebres vivientes
se debe a la original inventiva apostólica de Don Orione. “Hemos sido
los primeros en suscitarlo: al principio parecía una cosa para reír,
¡pero se ha hecho el bien!” (Parola VII, 166), confiaba el santo
tortonés. Algunas notas históricas sobre los Pesebres vivientes
organizados por Don Orione en los años treinta nos ayudarán a
reconstruir aquellas singulares manifestaciones religiosas y sobre todo
su espíritu.Después de un primer Pesebre viviente realizado en la ciudad
de Bra (Cúneo) en el 1925, bien logrado pero de carácter local, en
diciembre de 1930, Don Orione decide promover la iniciativa en la ciudad
de Tortona confiriéndole el acento de gran manifestación popular. Desde
este año, muchos “Pesebres vivientes” se sucederán en diversas ciudades
de Italia.
En
Tortona, los periódicos locales avisaban que “el 6 de enero un coro de
150 ángeles precederá a los pastores y a los reyes magos; ellos cantarán
melodías celestes, los reyes magos tendrán un numeroso séquito de
caballeros y de sirvientes, según la costumbre oriental”.La novedad fue
recibida con entusiasmo por los pobladores, incluida toda la vasta
región del Piemonte, Lombardía y Lígure. Don Orione se encargó
personalmente con la sagacidad de un estratega y la ingenuidad de un
niño. En Tortona se reunieron de todas partes miles de personas para
asistir a la pintoresca representación sacra. La campana de Belén fue
colocada en el patio, detrás del nuevo santuario de la Virgen de la
Guardia, por entonces todavía en construcción. Gran parte de los
protagonistas del Pesebre viviente eran los mismos clérigos
(seminaristas) de la congregación, “jovencísimos clérigos –observó el
diario “Corriere della sera” del 27/XII/1930– que cotidianamente
llevaban la cal y los ladrillos, con evangélica devoción, para la
construcción del Santuario que Don Orione ha querido dedicar a la Virgen
de la Guardia” .
El
Pesebre fue verdaderamente solemne y conmovedor. El cortejo, en medio
de la muchedumbre, terminó, con el canto del “Gloria a Dios en el
Cielo”, junto a la campana donde se realizó el acto de adoración a
Jesús. Era este el momento que Don Orione –que antes había permanecido
discreto entre la gente– reservaba para sí mismo: dar a Jesús para que
sea besado por la gente. Aquel era el acto que sintetizaba y coronaba el
objetivo de la manifestación popular.La sagrada representación fue
repetida 4 veces en el período de las festividades navideñas. Tuvieron
vasta resonancia con entusiastas artículos aparecidos en los
diariosCorriere della sera, Gaceta del Popolo, La stampa, Italia y otros
periódicos locales.
Al
año siguiente, 1931, la iniciativa se tuvo que repetir, por pedido de
la gente. La fantasía y la audacia de Don Orione eran impresionantes.
Llegó a presentar un pedido a la Casa Real “para obtener algunos
dromedarios, por pocos días, con el fin de dar al Pesebre viviente,
único en Italia, una vida y un colorido más oriental” (Scritti 77, 122).
Otra vez la manifestación resultó grandiosa y devota, con gran
concurrencia de gente. Algo que da una idea de la repercusión popular de
la iniciativa fue la concesión de la reducción del pasaje en tren “del
50%, desde las estaciones vecinas y desde las estaciones de Turín,
Milán, Génova, Piacenza y Bolonia, con validez desde el 5 de enero hasta
la medianoche del día 8” (Scritti 53, 129).Hay que destacar también que
“con las ofrendas y colaboraciones recibidas para el Pesebre viviente
se dará un almuerzo a 200 pobres. (...) El almuerzo, en el Colegio
Dante, será servido por los ángeles y los pastores del Pesebre viviente”
(Scritti 89, 126). Éste es el genio de Don Orione: “unir siempre a la
obra de culto una obra de caridad”(Scritti 53, 39).En 1932, el Pesebre
viviente, que Don Orione presentó como “una manifestación de fe y de
arte verdaderamente grandiosa, única en Italia” (Scritti 62, 36), se
realizó en la ciudad de Voghera.
A
quienes trabajaban para la preparación del Pesebre viviente el santo
sacerdote les recordaba la finalidad: “lograr, por medio del Pesebre
viviente de Voghera, hacer un poco de bien, mucho bien. Que aquella
multitud de población que vendrá a Voghera pueda sentir pasar sobre sus
almas un soplo nuevo, un nuevo espíritu; aquella paz que los ángeles
hicieron sentir a los pastores en la bella, misteriosa noche de Navidad.
El pesebre viviente es, y debe ser, la escenificación de una página del
Evangelio reproducida en vivo” (Parola Vb, 5-8).El éxito fue superior a
las expectativas, como refiere un artículo aparecido en el diario La
stampa del 28.XII.1932. “Ha sido un éxito grandioso, y lo demuestra la
muchedumbre llegada en número impresionante, sobre todo desde más allá
del río Po, y de la zona montañosa, con todos los medios, para ver el
Pesebre viviente, y se calcula que otras 40.000 fueron las personas que
asistieron a lo largo de la romana Vía Emilia”. El Corriere della sera,
siempre del 28.XII.1932, hace referencia a Don Orione:“Este sacerdote de
gran renombre es un típico ejemplo de la humana bondad sin reposo, sin
ambiciones, sin orgullos. (...) Don Orione finalmente ha bendecido a la
gente que elevó cantos e himnos religiosos, transmitiendo a la escena un
significado de viva conmoción y de alta espiritualidad”.“El cortejo del
Pesebre viviente fue abierto por dos trompetistas a caballo –como un
resumen de la época– , por un ángel que indicaba la gruta y por otro
ángel con la estrella; seguía enseguida la larguísima y multicolor
procesión de los ángeles –doscientos– vestidos de seda y con sus alas,
que cantaban con gracia celestial unas suavísimas melodías. Luego venían
los típicos pastores, algunos tocaban la gaita, otros dejaban regalos
al Niño: quesos, palomas, gallinas, pájaros. corderitos, ovejas, fruta;
otros, en fin, guiaban dos numerosos rebaños. Y después los pastores
simples y llenos de fe, los reyes magos que, guiados por la estrella,
venían desde Oriente con su séquito en búsqueda del Niño Jesús. Y un
grupo fastuoso de caballos y caballeros que pasa despertando la
admiración del público, y va a la plaza de la Catedral, donde tiene
lugar el simbólico ofrecimiento de los regalos: la parada en la
Municipalidad , que representaba el palacio de Herodes. Aquí todo el
cortejo se despliega y se dispone de modo tal que forma un cuadro
imponente y estupendo, que tiene como contexto una inmensa muchedumbre,
quizá 40.000 personas. Luego se reanuda la procesión y concluye en la
gruta ubicada en el Oratorio festivo San Bovo. Aquí Don Orione habla
breve, luego bendice a la gente con el Niño”.
En
el 1933, la sacra representación se desarrolla en la ciudad de Novi
Lígure el 26 de diciembre y el 6 de enero. Don Orione explicó a sus
religiosos: “El Pesebre viviente lo hacemos para reavivar el sentimiento
religioso de la gente, porque aquello que cae bajo los ojos permanece
más vivamente impreso en la memoria, especialmente de los pequeños y del
pueblo. El Pesebre viviente es un gasto, materialmente hablando, pero
una ganancia, un activo en los balances del bien. Es una prédica hecha a
30-50 mil personas” (Parola VI, 8).Las dos manifestaciones fueron
retomadas y reunidas en un documental del Instituto Cinematográfico
“Luce”.Giuseppe Zambarbieri, por entonces estudiante del Colegio San
Jorge de Novi Lígure y más tarde superior general, asistió a la
representación del 6 de enero y comentó:“¡Qué director de escena, Don
Orione, en los Pesebres vivientes!”.Un comentario similar hizo también
el escritor y dramaturgo César Meano: “¡Oh qué director de escena aquel
Don Orione! Director nato aquel sacerdote piamontés. Desde el ángel
principal, que apuntaba la estrella a los pastores, hasta Gaspar,
Baltasar y Melchor, yo modestamente hombre de teatro, sentía la mano
segura que aquel hombre extraordinario había transmitido como una
porción de su alma a todos. ¡No lo perdía de vista! Se destacaba por más
de que buscaba confundirse con la masa, con aquella capa y los zapatos
color barro, con aquel sombrero de bandido... bueno, tan bueno. ¡Pero
los ojos! Llegaban ellos como lámina de luz en el justo tiempo de cada
una de aquellas singulares escenas. Pero había un momento en el cual
entraba en escena él, todo él. Aquel final, cuando al término de la
encantadora parada se llegaba a la gruta, apenas terminada la entrega de
los dones. Si bien no era alto de estatura, se elevaba entonces hacia
lo alto, hacia lo alto, en la realidad y en la significación y, elevando
los brazos, decía pocas palabras: “¡Y ahora los bendigo con el niño!”
Así Don Orione elevaba sobre las cabezas del gentío al Cristo Infante,
para bendecir y volver a bendecir” (Cart.Meano, ADO).¿Cuáles eran los
secretos, los consejos de Don Orione director de los Pesebres vivientes?
Sobre todo, sabía transmitir a todos la idea-mensaje de toda la
representación sacra: “El Pesebre viviente debe ser una prédica sin
palabras”. Este objetivo lograba inspirar y unificar interiormente los
comportamientos de los actores, tan diversos como improvisados.“Primero:
rezar, dar todo de sí mismos, no por vanagloria o por soberbia, sino
para representar en vivo una página del Evangelio, y después, hacer un
poco de bien. Segundo: quien haga de ángel, de caballero, de pastor,
olvídese que es seminarista, y sea ángel, caballero o pastor: en
síntesis, haga bien el oficio que hace. Los ángeles tengan los ojos
bajos, cara serena, no se rían” (Parola Vb, 5-8).
El
santo confiaba en que la preparación espiritual de los protagonistas,
“modesto, educado, serio”, expresado en “fervor, intenso ardor y
entusiasmo” (Parola Vb, 212), comunicaría a tantos espectadores algo de
sagrado, algo de Dios. “El cortejo será dividido así: adelante estarán
los ángeles y éstos darán la primera impresión. El éxito del Pesebre en
gran parte depende de la primera buena impresión. Vendrán luego los
pastores con el rebaño, y los flautistas. Al final la cabalgata de los
Magos con su séquito. Habrá 200 ángeles” (Parola Vb, 7-8).Sobre los
mismos principios se basaba también la evaluación de Don Orione,
compartida con sus discípulos, acerca del éxito de la manifestación. “El
Pesebre viviente es un gasto no pequeño de tiempo y de fuerzas. Días de
preocupación en los que estamos obligados a dejar otros trabajos y
responsabilidades. Pero, si se parte con el criterio más alto de una
ganancia espiritual, vale la pena hacerlo y repetirlo varias veces. Si
algo es bueno para los valores morales, entonces vale la pena hacerlo.
Es una prédica hecha a 30 / 50 mil personas. Qué buenos frutos se
obtuvieron de la jornada de San Esteban, en Novi Lígure. Cuántos
hombres, que no besaban desde hacía 30 / 40 años al Niño Jesús, han
venido para besarlo. Había más hombres que mujeres. Fue una emoción
saludarlos” (Parola Vb, 8-9).El de Novi Lígure en 1933 fue el último
gran Pesebre viviente organizado personalmente por Don Orione. En 1934
partió para América Latina y volvió a Italia en 1937. A su regreso, no
pudo realizarlo más, si bien ese era su deseo.En la vigilia de la
Navidad de 1937, animó a sus hijos espirituales a continuar esta
manifestación popular de fe y recomendó: “El Pesebre viviente deberá
convertirse en una institución de nuestra Congregación y deberemos
propagarla en el mundo. Si Dios nos da vida, se lo realizará en Milán.
Si yo no estuviese aquí en los próximos años, verán que lo realizaré en
América. Sería maravilloso pasar con el Pesebre viviente delante de la
Catedral de Buenos Aires: el gobierno tiene mucho aprecio por el
Pesebre” (Parola VII, 166).La Congregación orionita ha permanecido
sensible a la tradición de los Pesebres vivientes. Continuó
organizándolos en todas partes. Entre los recientes vale la pena
recordar, en Italia, el Pesebre de Fumo (Pavía), de Pescara, de Bérgamo,
de Pietra Lígure, Seregno, Messina. Siempre, tanto en Boston como en
Claypole (Buenos Aires) o en Santiago de Chile, como aseguraba Don
Orione, “el Pesebre viviente hace un gran bien, y genera una emoción
imborrable en el alma” (Parola VII, 166).
Autor Flavio Peloso Superior General
Fuente: Padre Facundo Mela, fdp
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