LA GRAN MADRE QUE NO MUERE
María! María Santísima!
No eres tú "el segundo nombre"?
¿Hay algún nombre más suave y más invocado
después del nombre del Señor?
¿Hay alguna creatura humana,
alguna mujer, alguna madre más grande,
más santa, más piadosa?
Nuestras madres pasan, mueren;
María, Madre de nuestras madres,
es la gran Madre que no muere.
Han pasado 20 siglos,
y está hoy más viva
que cuando cantó el Magnificat
y profetizó que todas las generaciones
la llamarían bienaventurada.
María queda, vive y permanece,
porque Dios quiere que todas las generaciones
la sientan y tengan como Madre.
María es la gran Madre
que resplandece de gloria y de amor
en el horizonte del cristianismo;
es guía y consuelo para cada uno de nosotros:
es Madre poderosa y misericordiosísima
para todos los que la llaman e invocan.
Es la Madre misericordiosa y santísima
que siempre escucha los gemidos del que sufre,
siempre pronta a escuchar nuestras súplicas.
Es Dios quien la hizo tan grande:
"fecit mihi magna qui potens est"
y la hizo grande porque la vio tan humilde,
"quia respexit humilitatem ancillae suae",
y la hizo grande,
llena de gracia,
bendita entre todas las mujeres,
toda pura e inmaculada,
porque la eligió por Madre,
y, como tal, la quiere sumamente honrada
sobre toda creatura.
Y el honor dado a Ella
llega hasta su Hijo, el hombre-Dios,
a Jesucristo, nuestro Señor.
Esta es nuestra fe en María, nuestro culto
y nuestro dulcísimo amor
a la Virgen Santa, a la Mater Dei.
Nosotros vamos a Jesús por María.
María! María Santísima!
No eres tú "el segundo nombre"?
¿Hay algún nombre más suave y más invocado
después del nombre del Señor?
¿Hay alguna creatura humana,
alguna mujer, alguna madre más grande,
más santa, más piadosa?
Nuestras madres pasan, mueren;
María, Madre de nuestras madres,
es la gran Madre que no muere.
Han pasado 20 siglos,
y está hoy más viva
que cuando cantó el Magnificat
y profetizó que todas las generaciones
la llamarían bienaventurada.
María queda, vive y permanece,
porque Dios quiere que todas las generaciones
la sientan y tengan como Madre.
María es la gran Madre
que resplandece de gloria y de amor
en el horizonte del cristianismo;
es guía y consuelo para cada uno de nosotros:
es Madre poderosa y misericordiosísima
para todos los que la llaman e invocan.
Es la Madre misericordiosa y santísima
que siempre escucha los gemidos del que sufre,
siempre pronta a escuchar nuestras súplicas.
Es Dios quien la hizo tan grande:
"fecit mihi magna qui potens est"
y la hizo grande porque la vio tan humilde,
"quia respexit humilitatem ancillae suae",
y la hizo grande,
llena de gracia,
bendita entre todas las mujeres,
toda pura e inmaculada,
porque la eligió por Madre,
y, como tal, la quiere sumamente honrada
sobre toda creatura.
Y el honor dado a Ella
llega hasta su Hijo, el hombre-Dios,
a Jesucristo, nuestro Señor.
Esta es nuestra fe en María, nuestro culto
y nuestro dulcísimo amor
a la Virgen Santa, a la Mater Dei.
Nosotros vamos a Jesús por María.
Los pastores buscaron a Jesús,
y lo encontraron en los brazos de María.
Los Reyes Magos vinieron desde una región lejana
buscando al Mesías,
y lo adoraron en los brazos de María.
Nosotros, hijos míos, pobres pecadores,
dónde encontraremos ahora y siempre a Jesús?
Lo encontraremos y adoraremos
en los brazos y en el corazón de María!
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En Lettere di Don Orione, II, pp. 471 ss. Otra carta del "ciclo argentino" de Don Orione, desde
el Santuario de Itatí, el 27 de junio de 1937.