FOTOS:por las calles de Buenos Aires, Santísimo Sacramento, durante el Congreso Eucarístico Internacional
.y las Fuerzas Armadas comulgando durante el Congreso.
En 1936 había dos hombres de Europa que recorrían Buenos Aires y otras de las principales ciudades argentinas dirigiendo encuentros, conferencias, debates y reuniones del asociacionismo católico: el filósofo francés Jacques Maritain y el sacerdote italiano Don Luigi Orione . ¿Qué cosa se pedía en la Argentina a estos dos europeos provenientes de un contexto social y eclesial tan distinto? Los obispos, el clero y los hombres de pensamiento y acción del laicado católico esperaban de ellos ideas y estímulos para ayudar a la Iglesia argentina a “salir de la sacristía”. En la Argentina – vinculada a la influencia económica y cultural de Inglaterra – había sucedido lo mismo que en otros pueblos de América del Sur, pero también de Europa e incluso de Italia: en naciones fundamentalmente cristianas, los resortes de la política, la cultura y la economía habían estado durante mucho tiempo en manos de exponentes de ideologías liberales, masónicas, anticlericales, que habían relegado el hecho religioso al ámbito de lo privado, de la iglesia o… de la sacristía. Incluso el abierto apoyo dado a la Iglesia en los años veinte por Hipólito Yrigoyen se había mostrado bien pronto como una instrumentalización en favor de su programa nacionalista de “argentinización”. El catolicismo argentino, no obstante su contextura heroica lograda con la labor de tantos sacerdotes, religiosos y religiosas, se hallaba más bien fragmentado, carecía de una verdadera conciencia eclesial de conjunto, y tenía poca influencia en la cultura y la sociedad.
«El decenio entre el ’30 y el’40 es el período de transición hacia la madurez religiosa del catolicismo argentino», según la opinión del historiador Juan Carlos Zuretti. (1)
Después del Congreso Eucarístico Internacional de 1934
En esta “transición hacia la madurez religiosa”, el Congreso Eucarístico Internacional de Buenos Aires de 1934 puede ser considerado como el acta de nacimiento de la Iglesia argentina moderna.
Además de haber sido un gran acontecimiento, el Congreso Eucarístico fue sobre todo un símbolo. Un multitud superior a todo cálculo participó en las solemnes celebraciones públicas, ante la monumental cruz erigida en el imponente escenario de los Jardines de Palermo; 1.200.000 personas, el 60% de los habitantes del “foco laicista” - como era considerada Buenos Aires -, se acercaron a la Eucaristía6 (2). Fue una afirmación pública de la identidad cristiana de este pueblo; un triunfo y una sorpresa para el clero y la jerarquía católica, que recuperaron el coraje; y una advertencia para el anticlericalismo, que de un momento a otro tuvo que reconocer su impopularidad.
A partir de aquel «contarse delante de la Eucaristía», surgió un plan pastoral de conjunto, que ya existía a grandes rasgos pero ahora volvía a lanzarse en forma concreta. En reacción a la política laicista, que negaba expresamente la dimensión institucional de la fe, se asumió como opción pastoral de conjunto la «institucionalización de la fe». La Palabra, la Liturgia y el testimonio de la caridad debían crecer particularmente en su dimensión institucional. De esta manera, la Iglesia podía realizar mejor su labor como educadora de civilización. Los objetivos de la opción pastoral de conjunto se proyectaron en tres direcciones: «sacramentalizar, enseñar y ganar la calle». «Ganar la calle» significaba «salir», «ir al pueblo». Se pedía al clero y al laicado que se hicieran ver y escuchar, que se dieran a conocer y estuvieran más cerca del pueblo, como los apóstoles después de Pentecostés, en vez de refugiarse tímidamente en el cenáculo o de resignarse a estar preocupados sólo de la propia barca. Fuente Don Flavio Peloso Revista Criterio
Además de haber sido un gran acontecimiento, el Congreso Eucarístico fue sobre todo un símbolo. Un multitud superior a todo cálculo participó en las solemnes celebraciones públicas, ante la monumental cruz erigida en el imponente escenario de los Jardines de Palermo; 1.200.000 personas, el 60% de los habitantes del “foco laicista” - como era considerada Buenos Aires -, se acercaron a la Eucaristía6 (2). Fue una afirmación pública de la identidad cristiana de este pueblo; un triunfo y una sorpresa para el clero y la jerarquía católica, que recuperaron el coraje; y una advertencia para el anticlericalismo, que de un momento a otro tuvo que reconocer su impopularidad.
A partir de aquel «contarse delante de la Eucaristía», surgió un plan pastoral de conjunto, que ya existía a grandes rasgos pero ahora volvía a lanzarse en forma concreta. En reacción a la política laicista, que negaba expresamente la dimensión institucional de la fe, se asumió como opción pastoral de conjunto la «institucionalización de la fe». La Palabra, la Liturgia y el testimonio de la caridad debían crecer particularmente en su dimensión institucional. De esta manera, la Iglesia podía realizar mejor su labor como educadora de civilización. Los objetivos de la opción pastoral de conjunto se proyectaron en tres direcciones: «sacramentalizar, enseñar y ganar la calle». «Ganar la calle» significaba «salir», «ir al pueblo». Se pedía al clero y al laicado que se hicieran ver y escuchar, que se dieran a conocer y estuvieran más cerca del pueblo, como los apóstoles después de Pentecostés, en vez de refugiarse tímidamente en el cenáculo o de resignarse a estar preocupados sólo de la propia barca. Fuente Don Flavio Peloso Revista Criterio
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