DON ORIONE Y LA PROVIDENCIA, EN CHILE 1932
Sr. Rector Don Pedro Pablo Rosso,
Sr. Vice Gran Canciller; Mons. Andrés Arteaga
Señoras, Señores
Cuando Don Orione, en 1932, fue llamado a la Universidad
Católica de Milán para presentar la obra del Cottolengo, escogió hablar de la
Providencia. Todo es obra de la Divina Providencia: ese fue su mensaje. Creo
que nosotros hoy podemos decir lo mismo. Damos gracias a Dios que nos abre un
camino de colaboración con esta prestigiosa casa de estudios en bien de las
personas que se abrigan bajo las alas de la Providencia.
En 1936, pocos años después de la citada conferencia, Don
Orione llegó a Chile en un azaroso viaje en avión y sembró algunas promesas que
a nosotros, poco a poco, nos toca realizar.
“La Congregación desarrolla múltiples actividades según las
variadas necesidades de los humildes a los que sale al encuentro, adaptándose,
por la caridad de Cristo a las diversas exigencias étnicas de las naciones en
las que la mano de Dios la va trasplantando. Todo el mundo es patria para el
Hijo de la Divina Providencia”.
Con estos sentimientos vino Don Orione a esta bendita tierra
chilena. Llegó con un deseo muy grande de expresar la caridad de Cristo en
formas nuevas. Para la misma época escribía:
¿Son nuevos los tiempos? Fuera temores y vacilaciones:
marchemos a la conquista de los tiempos con ardiente e intenso espíritu de
apostolado, y de sana e inteligente modernidad. Lancémonos a nuevas formas, a
los nuevos métodos de acción religiosa y social, bajo la guía de los Obispos,
firmes en la fe, pero con amplitud de criterios y de espíritu”.
Y sacudía la conciencia de sus hijos marcándole un concreto
programa de acción:
“Hay que rezar, estudiar, avanzar. No nos fosilicemos. Los
pueblos avanzan: avancemos también nosotros, con la mirada en lo alto, en Dios,
con la Iglesia, empujando y no a la rastra.
Debemos ir y caminar a la cabeza de los tiempos y los
pueblos, y no a la cola, y no hacernos arrastrar. Para poder atraer y llevar a
los pueblos y a la juventud a la Iglesia y a Cristo, es preciso caminar a la
cabeza. Entonces quitaremos el abismo que se va haciendo entre el pueblo y
Dios, entre el pueblo y la Iglesia.
Que todas las buenas iniciativas se presenten remozadas y
modernas, con tal de poder sembrar, implantar profundamente a Jesucristo en la
sociedad, y fecundarla en Cristo”.
Hago votos para que con este proyecto de colaboración entre
la Universidad Católica y el Pequeño Cottolengo Chileno, podamos contribuir a
la defensa de la vida humana y a la dignificación de los más humildes, a
quienes servimos por vocación, convencidos como estamos de que en el último de
nuestros hermanos, hasta en el más miserable, brilla la imagen del Hijo de
Dios.
San Luís Orione nos contagie su pasión:
“En las manos -y a los pies- de la Iglesia queremos y
debemos ser levadura, una fuerza pacífica de renovación cristiana. Con la
confianza puesta en Dios, queremos instaurar todas las cosas en Cristo”.
P. Roberto Simionato
Santiago, 21 de junio 2006
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