miércoles, 7 de diciembre de 2011

EL BURRITO DE LA DIVINA PROVIDENCIA

El burrito de la Divina Providencia
“¿En serio, padre, Don Orione decía que era un burro de Divina Providencia?”, me preguntó asombrada mi profesora de Tagalo, cuando leyó algo que yo había escrito sobre Don Orione a modo de tarea. Recuerdo que ella no podía comprender como Don Orione: santo, fundador, hombre de Dios, misionero, etc.; dijese que su vocación era ser un burro de la Divina Providencia,[1] así que le conté algunas anécdotas del Fundador y le explique de modo sencillo que significaba para él ser un burro de la Providencia.
Un año más tarde, la curiosidad me llevo a profundizar un poco más acerca de estas palabras de Don Orione y saber qué significaba para él ser un burrito de la Providencia y qué implicancias tendría en su vida y su obra.
Encuentro con un cura extraño
El primer encuentro del joven Ignacio Silone[2] con Don Orione quedará grabado en la memoria del escritor italiano, quien escuchará de los labios del Fundador la autodefinición de su vocación: “vivir como un auténtico borrico de la Divina Providencia”.
Este encuentro estuvo marcado por dos momentos: uno de rebeldía e impertinencia, donde el joven Silone estaba enojado, ya que pensaba que Don Orione no lo había ido a buscar al instituto donde estaba internado; y un segundo momento de apertura, al descubrir que ese sacerdote que tenía enfrente era Don Orione.
En ese momento, se creará una corriente de amistad, respeto y cariño. Relata Silone:
“Quedé asombrado ante aquella revelación inesperada: de pronto me sentí despreciable y vil. Escondí el diario con avergonzada precipitación y balbuceé algo que quería ser una excusa por mi anterior arrogancia y sonrió como quién hace una confidencia a un amigo.
‑Soy verdaderamente feliz cuando alguna vez puedo cargar con las valijas de niños impertinentes como tú ‑me expresó-. Usó una imagen peculiar que me agradó enormemente y me conmovió.
‑Llevar la carga como un burrito ‑dijo exactamente‑. Y me confió:
‑Mi verdadera vocación es un secreto que quiero revelarte, sería poder vivir como un auténtico borrico de la Divina Providencia”.[3]
Burros en lugar de caballos
En varias cartas, refiriéndose a los comienzos de la misión de Sáenz Peña, Don Orione utilizará la expresión: “A falta de caballos, trotan los burros”, haciendo referencia a que aceptó ir allí, ya que otros habían rechazado ese lugar.
En una carta al Abad Caronti, entonces Visitador Apostólico de la Congregación, el Fundador le expresará su deseo de “ser pobres y para los pobres”, ser “los pequeños burros de la Providencia”. Aquí podemos ver el corazón sacerdotal de Don Orione.
“El P. Sterpi le habrá dicho que pusimos pie en el centro del Chaco, dada la insistencia de los dos Obispos y de la Nunciatura, y por la necesidad de esas almas. Acepté con reservas y cuando todos habían rechazado, hasta el Inspector de los Salesianos me dijo que lo había rechazado. Recé un poco, quizás demasiado poco... Creo que los otros no aceptaron por el calor insoportable y la enorme pobreza; pero nosotros queremos ser pobres de la Divina Providencia y queremos ser pobres y para los pobres. Pensé que si S.E. hubiese estado aquí, me hubiera dado la bendición, y pensé en todas aquellas almas y en Jesucristo y que mi madre decía que a falta de caballos, trotan los burros, y nosotros somos precisamente los pequeños burros de la Providencia, o, al menos, deseamos serlo.
Si estuviera aquí, le pediría ir yo al Chaco para morir allí, para consumirme y vivir como un verdadero misionero, confiado al Señor. (…)
Aquí el Chaco es considerado peor que la Patagonia, todo está por hacerse, todo es sufrimientos, todo sacrificios, por el Señor, por las almas, por la Santa Iglesia. (…)
Y ahora termino. Excelencia, disculpe la extensión de mi carta y permítame pedirle me deje un poco más acá; y, si Dios le inspirase dejarme aquí siempre, porque así fuere para mi bien y el de la Pequeña Obra, déjeme aquí para siempre, e intérneme o lánceme donde mejor le parezca in Domino, que siempre seré muy feliz in Domino.
Sólo tengo un deseo: amar al Señor y amar a la Santa Iglesia, las almas, los pobres, los niños pobres, los abandonados, la clase pobre, los obreros, los comunistas: querría morir por estos hermanos míos, querría ser olvidado por todos, vivir y morir olvidado por todos, a los pies de todos y sólo amar a Jesús, a la Santa Iglesia y a todos, y perderme en el Señor; yo, indignísimo, que pequé tanto, que fui muy malo con el Señor y con la Virgen y ¡no atesoré los dones del Señor!”[4]
Jesús prefería los burros.
En otra carta acerca de Sáenz Peña retomará la idea, pero agregará algo más, la preferencia de Jesús por los burros, ya este ingresó a Jerusalén montado en un burro.
Para Don Orione, su felicidad y la de sus hijos, se encuentra en el ser “los burritos de Jesús, del Papa, de los obispos y de las almas”.

“En el Chaco hace muchísimo calor, nadie quería ir, y a falta de caballos, trotaron los burros.
Y sí, nosotros queremos ser los burritos de la Divina Providencia.
¿Acaso Jesús no prefería los burros? ¿Acaso no entró a Jerusalén en un burro?
Sí, sí, ¡felices nosotros, si somos los burritos de Jesús, del Papa, de los obispos y de las almas!
Rece, rece, Señora Condesa, para que siempre seamos pobres, pequeños y humildes como los burritos, y todos y totalmente de Jesús, de la Santa Iglesia, pequeños y humildes a los pies de la Madre Iglesia. Y ahora termino, si Dios quiere, regresaré en julio. Luego, si me dejan volver, volvería con gusto a perderme en Jesús y en las almas, aquí en Sudamérica”.[5]
Su pensamiento, se hundirá en la tradición bíblica del Mesías, manso y humilde, que entra a Jerusalén montado en un burro, en un animal de trabajo: “Esto sucedió para que se cumpliera lo anunciado por el Profeta: "Digan a la hija de Sión: Mira que tu rey viene hacia ti, humilde y montado sobre un asna, sobre la cría de un animal de carga". (Mateo 21, 4-5).
Un poco de humor
Don Orione tampoco perderá la oportunidad de reírse y bromear sobre sí mismo comparándose con un burro.
En una foto montado en un burro, mientras descendía del Monte Soratte[6] luego de una visita a los ermitaños, escribirá de puño y letra en dicha foto: “Él y yo somos… dos!”[7]
A modo de conclusión
Para Don Orione, ser “un borrico de la Divina Providencia”, no es una frase retórica, sino una convicción de vida. El Fundador quiso ser pequeño, humilde y pobre para los pobres, pues esto es lo que le gusta a Jesús.
Esto también lo quiso para sus hijos, quienes deben ser los burritos de la Providencia, es decir: pobres, pequeños y humildes, como él mismo lo fue. Para Don Orione, tal vez no somos los mejores, pero tenemos que ir y estar donde los “mejores” no quieren estar, tenemos que “ser pobres y para los pobres”. Ese es nuestro lugar para Don Orione.
Por otro lado, esto no nos tiene que llenar de odio, ni de soberbia, sino que tiene que ayudarnos a ser más humildes y descubrir (o redescubrir) que nacimos para los pobres, para aquellos que nadie quiere cuidar o nadie se preocupa, que tenemos que ir a los pobres más pobres como quería Don Orione.
P. Facundo Mela fdp (fuente)
Payatas (Filipinas), 26 de Agosto de 2010
[1] En tagalo burro se dice “asno”, pero es mucho más despectivo que español, siendo impensable para una persona.
[2] Ignacio Silone, escritor italiano (Pescina, 1° de Mayo de 1900 – Ginebra, Suiza, 22 de Agosto de 1978). Su nombre verdadero era Secondo Tranquilli.
[3] SILONE, I., Encuentro con un cura extraño, Pequeña Obra de la Divina Providencia, Buenos Aires, 1980. Extracto del libro Salida de Seguridad.
[4] Carta al Abad Emanuel Caronti. Buenos Aires, 17 de marzo de 1937.
[5] Carta a la Condesa Dolores Cobo de Marchi di Cellere. Rio de Janeiro, 10 de Abril de 1937. Scritti 51, 147 y 51, 248
[6] Esto ocurrió el 7 de Septiembre de 1934.
[7] Por ejemplo scritti 85, 178 y 85, 179

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