PLAN Y PROGRAMA DE LA PEQUEÑA OBRA
Documento agregado el 20/01/2009 | ||
Tortona, 11 de Febrero de 1903, Fiesta de la Aparición de la Virgen Inmaculada. Veneradísimo Padre mío en Nuestro Señor Jesucristo y en la Virgen Santísima: Postrado a vuestros pies como ante el Padre en el Señor y Pastor dulcísimo de mi alma y de las almas de tantos otros que trabajan conmigo en esta mínima Obra de la Divina Providencia, después de haber rezado a Nuestro Señor e invocado con todo el corazón de hijo a la Santísima Virgen Inmaculada, Madre buena de la Divina Providencia, Madre de Misericordia, Madre y Señora de todos nosotros y de todo lo nuestro; y después de haber invocado al glorioso San José, Esposo purísimo de María Virgen y Patrona Universal de la Santa Iglesia Católica, al Arcángel Miguel, al gran San Juan Bautista y a nuestros Santos Protectores y a los Bienaventurados Apóstoles Pedro y Pablo y Juan y a los demás Bienaventurados Apóstoles, a los Santos Obispos de Tortona Marciano e Inocencio y a todos los demás queridísimos Santos y Santas Protectores y Protectoras de la Obra, así como a los Venerables José Benito Cottolengo y Juan Bautista Vianney, Cura de Ars, a los Santos, los Beatos y los Siervos de Dios de esta vuestra Santa Iglesia de Tortona y a aquellos cuyos santos huesos reposan en las Iglesias y en las tierras de la diócesis, a los Ángeles y a los Santos Protectores de las diócesis en que hay Casas de la Obra de la Divina Providencia, sumamente reconfortado por la paterna bendición que habéis dado a la Obra en la venerada carta vuestra del 28 de enero último, "para que prospere, se propague para el bien de las almas y para la mayor gloria de Dios", suplico humildemente por la caridad del Sagrado Corazón de Jesús que os dignéis, Veneradísimo Padre, emitir el Decreto de aprobación del Instituto llamado "Obra de la Divina Providencia", que surgió en la diócesis con vuestra bendición y a vuestros pies. Imploro humilde e insistentemente esta gracia como especialísimo favor de Dios por la intercesión de la Santísima Virgen Inmaculada, Madre de esta Obra, por el auxilio de los Ángeles y de nuestros Santos Protectores y como la más grande prenda de vuestro afecto de Padre; y la imploro: 1 - para estar más adherido a vos, Veneradísimo Obispo y Padre en el Señor Jesucristo Crucificado, y por vos al Santo Padre; 2 - para mejor regularizar, en el espíritu y las intenciones de la Santa Iglesia, la posición del Instituto según las leyes eclesiásticas, a fin de que el Instituto ya propagado en diversas diócesis por los deseos y a pedido de los Obispos, con varias Casas, entre las cuales dos abiertas en la Tierra del Bienaventurado Pedro, por facultades obtenidas ex audientia Sanctissimi, prospere cada día más según vuestra palabra y la voluntad que repetidamente me ha expresado el Santo Padre, y, recogiendo frutos siempre más copiosos, pueda con la gracia divina extenderse para el bien de las almas y para la mayor gloria de Dios, también por otros países, si así lo quisiera la Divina Providencia; 3 - para descargo de mi conciencia, en cuanto se refiera a las vocaciones que Nuestro Señor se digne suscitar. El plan del Instituto es el que fue sometido a Vuestra Excelencia en 1899 y los principios fundamentales constitutivos son los mismos presentados durante la fiesta de la Santísima Virgen Inmaculada, el 8 de diciembre del Año Santo 1900, y que brevemente compendio aquí, después de haberlos expuesto y sometido a Nuestro Santo Padre León XIII en la audiencia privada del 10 de enero del año pasado y de haber recibido palabras de inefable consuelo y amplia aprobación y bendición, aprobación y bendición que últimamente fueron confirmadas por una carta del Cardenal Rampolla del 26 de diciembre de 1902. *** 1 - La Obra de la Divina Providencia, en los siglos anteriores al nacimiento de nuestro Señor Jesucristo, estaba ordenada a disponer la humanidad a recibir a Jesucristo Redentor; después de la venida de Nuestro Señor, en el curso de los siglos durante los cuales la Santa Iglesia milita sobre la tierra, la Obra de la Divina Providencia consiste en instaurar todo en Cristo: es decir iluminar y santificar las almas en el conocimiento y en la caridad de Dios e instaurar sucesivamente todas las instituciones y todas las cosas, aun las pertenecientes a la sociedad externa de los hombres, en Nuestro Señor Jesucristo Crucificado, haciéndolas entrar en el espíritu y en la vida del catolicismo, para que tomen en él su puesto, lleven a la sociedad humana a un orden perfecto y sirvan a la gloria divina, uniendo a toda la humanidad en un solo cuerpo, la Santa Iglesia Católica constituida por Nuestro Señor Jesucristo bajo la divina potestad de los Obispos, en unión y dependencia de la divina y suprema potestad apostólica del Bienaventurado Pedro, que es el Romano Pontífice , para que con todas las creaturas humanas y las instituciones humanas se haga un solo redil, bajo la guía de un solo Pastor: "ut fiat unum ovile et unus Pastor". 2 - Y como Nuestro Señor Jesucristo determinó que el Bienaventurado Apóstol Pedro fuera quien debía hacerse siervo de los siervos de Dios y sobre él fundó su Iglesia y a él le encomendó la unidad del gobierno visible que siempre más acercara a los hombres a Dios y, por la asistencia del Espíritu Santo, dio en él a sus sucesores hasta el fin de los siglos las palabras infalibles de vida eterna para alcanzar el fin de la Redención, que es renovar en Jesucristo todo el hombre y todos los hombres y el reino social de Jesucristo: "instaurare omnia in Christo", nuestro mínimo Instituto, que por bondad del Señor nació con el nombre de Obra de la Divina Providencia, reconociendo en el Romano Pontífice el eje de la Obra de la Divina Providencia en el universo, como venera en él al sucesor del Bienaventurado Pedro, el Vicario en la tierra de Nuestro Señor Jesucristo, tiene por fin principal: 3 - "cumplir, con la divina gracia, la voluntad de Dios en la voluntad del Bienaventurado Pedro el Romano Pontífice y buscar la mayor gloria de Dios atendiendo a la perfección de sus miembros, y dedicarse, con todas las obras de misericordia, a propagar y a acrecentar en el pueblo cristiano ― especialmente con la evangelización de los pobres, los pequeños y los afligidos por cualquier mal y dolor ― un amor dulcísimo al Vicario en la tierra de Nuestro Señor Jesucristo que es el Romano Pontífice, sucesor del Bienaventurado Apóstol Pedro, con la intención de colaborar a reforzar en el interior de la Santa Iglesia la unidad de los hijos con el Padre y, en el exterior, a recomponer la unidad rota con el Padre". Más ampliamente, su parte activa es: ― para una acción interna en la Iglesia: trabajar y suprimir la confusión de las ideas y, con las obras de misericordia, reavivar, estrechar y mantener la unidad de los fieles con el Bienaventurado Pedro, compenetrando ante todo con un vigoroso y activo amor al Santo Padre: a) la educación de la juventud desde la escuela hasta los campos; b) la evangelización de los humildes, según los principios sociales cristianos; c) los afligidos por tantos males y dolores, y todas las instituciones en favor del pueblo. De esta manera, Nuestro Señor Jesucristo entrará por su Santo Vicario en todos los corazones y especialmente el corazón de aquellos a quienes el Divino Maestro ha demostrado que ama tanto ― los pequeños por edad y por condiciones, ― que son los que sobre todo necesitan el consuelo de conocerlo y de seguirlo; y, por éstos, entrará en todas las manifestaciones de lo que el cristiano como individuo y como pueblo piensa, quiere y hace. Además, por voluntad expresa del Santo Padre, es propio de este Instituto coadyuvar, en su pequeñez, a la Obra de la Divina Providencia con el trabajo y el sacrificio, a quitar la confusión de los tabernáculos y a hacer volver a la plena dependencia y unidad con el Bienaventurado Pedro a las iglesias separadas, de manera que, por la unidad con el Bienaventurado Pedro, que es el Romano Pontífice, y por la actuación de su voluntad es decir de lo que por todo el mundo y por los diversos Estados se conoce con el nombre de programa papal, llegue a todos y a todas partes la Caridad suavísima del Corazón Santísimo de Jesús y por ella los pueblos y las naciones establezcan un justo orden sobre la tierra y vivan y prosperen en Nuestro Señor Jesucristo Crucificado: "Instaurare omnia in Christo". 4 - Este fin ― unir al Papa para instaurar todo en Cristo ― que es propio de nuestra vocación, somete a la Obra de la Divina Providencia y a cada uno de sus miembros a la pronta y absoluta obediencia del Vicario de Nuestro Señor Jesucristo, el Romano Pontífice ― Padre, Pastor y Maestro supremo, universal e infalible de la única verdadera, santa, católica y apostólica Iglesia de Dios, ― para hacer, siempre con la gracia divina y según las órdenes y los deseos que El se digne manifestar al Superior del Instituto, en cualquier parte del mundo, en todo orden de ideas y de hechos, con cualquier actividad y sacrificio de las cosas, del intelecto, del corazón y de la vida, todo lo que él, Obispo y Papa de la Santa Iglesia Católica y de todas las almas, quiera ordenar o demuestre desear, para la mayor gloria y extensión del Reino de Dios y para el bien de las almas y de los pueblos. 5 - Por eso y ante todo, abrasada en grandísimo y filial amor al Vicario en la tierra de Nuestro Señor Jesucristo, la Obra de la Divina Providencia goza en obligarse con vínculo especial a la Catedral del Bienaventurado Pedro, pronta a ir a donde sea que el Santo Padre le plazca enviarla. 6 - También se gloría de poder prestar todo su trabajo y servicio a los Obispos, a quienes el Espíritu Santo puso para gobernar la Iglesia de Dios. 7 - Los Hermanos de esta Congregación se distinguen en dos clases, la de los legos y la de los sacerdotes. Los hermanos legos serán llamados con el simple nombre de hermanos; los sacerdotes con el título de Coadjutores de la Obra de la Divina Providencia. Los miembros de la Obra, después de un conveniente tiempo de Noviciado que debe durar no menos de un año, según las normas dadas por la Sagrada Congregación de los Obispos y Regulares, serán admitidos a los votos temporarios anuales de castidad, pobreza, y obediencia por un trienio, después del cual podrán hacer los votos perpetuos, y sólo después de éstos recibir, si nada obsta, el orden del subdiaconado. Los sacerdotes que, habiendo emitido los votos perpetuos, sean considerados dignos por el Superior, podrán formar parte de una Sección especial con la obligación particular, aunque sin voto, de servir en todo y por todo al Romano Pontífice y serán tenidos como servidores hasta la muerte e hijos del Papa. Estos deben haber hecho un sacrificio continuo y total de sí mismos a la voluntad de los Superiores; no viven más que para la Iglesia, siempre prontos a morir por ella. *** Estos son los sumos principios de la "Obra de la Divina Providencia"; y aquí me parece bien declarar en el Señor que, exceptuando el voto con el cual la Obra está ligada al Sumo Pontífice y los tres votos esenciales de castidad, pobreza y obediencia, si en la Regla o en algún orden de la vida de la Obra hay o hubiera en el futuro algo que tenga razón de precepto positivo y no esté ya comprendido en la ley de Dios, esto no puede tener ninguna obligación bajo pena de pecado mortal o venial, si el Superior no lo ordena en nombre de Jesucristo Nuestro Señor o en virtud de obediencia. Pero aunque la Obra de la Divina Providencia desee, y con ella cada uno de sus miembros debe desear, que su Regla y el orden de vida se observe en todo según lo que es propio del Instituto, sin faltar en nada, sin embargo también desea que, en vez del temor de la ofensa, el estímulo a esta plena observancia sea el amor y el deseo de toda perfección, de modo que cada uno, con gran libertad de conciencia atesore la gracia que ha recibido del Señor Dios suyo y, con la ayuda de María Santísima Inmaculada, Madre de la Obra, "con corazón puro, buena conciencia y fe no fingida" (1 Tim 5), actúe esa caridad inmensa que es vínculo de toda perfección y fin de toda la ley, para mayor gloria de Jesucristo, Creador y Señor Nuestro, y para la exaltación de la Santísima Madre Iglesia. Amén. *** Perdonad, veneradísimo y dulcísimo Padre mío en el Señor, la libertad que me tomo si una vez más, antes de terminar, humildemente os ruego y postrado a vuestros pies os suplico que aprobéis este mínimo Instituto del que, con la gracia de Dios, me parece que podrá derivar mucho bien a la Santa Iglesia. No tengáis temores y, antes bien, que se reconforte vuestro corazón, mi buen Padre: veréis que esta incipiente Congregación, estando completamente dedicada al Santo Padre y a la Santa Iglesia, germinará continuamente sobre el Calvario entre Jesucristo Crucificado y María Santísima Dolorosa; y en un Instituto que nace para estar a propósito en el Calvario, siempre hay que reconfortarse. El hecho de estar en el Calvario servirá a la Obra para no hacerle perder el espíritu del que ha nacido, para no olvidar que Jesús no sufre solo en el Calvario y para aumentar en ella esa Caridad del Corazón Sacratísimo de Jesús que quisiera que todos los hombres estuvieran suavemente unidos en un solo cuerpo, cualquiera sea sus diferencias. He tratado tantos años en suplicaros esto no porque no tuviera confianza en Vos y no os amara muy tiernamente en el Señor, sino porque no tenía confianza en mí y también porque, queriendo que fuera una cosa totalmente del Santo Padre, me parecía necesario ante todo interpelar y conocer el juicio del mismo San Pedro al respecto. Y rezaba, cuando la gran Providencia de aquel Dios qui facit mirabilia solus, me llevó a los pies del Bienaventurado Pedro y a difundir la Obra de sus mismos bienes. Aún ahora tiemblo, pero me aferro a Vos y al Bienaventurado Apóstol Pedro, que me ha bendecido, y, con la ayuda de la Virgen Santísima, confío que Nuestro Señor Jesucristo, que ha comenzado la Obra, la perfeccionará. Al Santo Padre, que me dijo que llevara el plan del Instituto a la Sagrada Congregación de los Obispos y Regulares, le respondí humildemente que había ido solamente para consultarlo, pero que me dirigiría a Vos que sois mi Obispo; y hoy vengo a Vos, fiesta de la Aparición de María Santísima Inmaculada, y plenamente confiado en Vos, Padre mío, me pongo a vuestros benditos pies: que se haga de mí y de todos los demás que están conmigo según vuestra palabra. Y aunque estaré felicísimo en el Señor ante toda contraria disposición, permitidme sin embargo que, con todo el corazón de este pobre hijo vuestro en el Señor, os ruegue que os dignéis por el amor que tenéis a la Virgen Santísima, Madre de esta Obra, y por el amor que tenéis al Papa aprobar y bendecir, con una aprobación y bendición muy grande, este Instituto de la Divina Providencia que rezará siempre por Vos, que ha nacido a vuestros pies, que es vuestro espíritu, que se os debe y se os deberá siempre a Vos y os tendrá como Padre y será la obra más hermosa, con la gracia del Señor, de vuestro Episcopado. Yo confío esta súplica a la Virgen Santísima Inmaculada y ruego a todos mis queridos santos protectores y a las santas almas del Purgatorio que la acompañen. Me arrodillo a vuestros pies con todos los míos; os pido perdón de todo para mí y para todos; bendecidnos con todo vuestro corazón: ¡fiat voluntas Tua, et sit Nomen Domini benedictum nunc et semper et semper et semper! Amén ! Vuestro amadísimo Servidor e hijo en N. S. Jesucristo Crucificado Sacerdote Luis Orione de la Obra de la Divina Providencia |
Este espacio, pretende ser una recopilación de notas sobre D. Orione , gracias a sacerdotes, religiosas y laicos, estudiosos, autores de artículos, que en su afán de conocer más de nuestro querido fundador ,comparten con nosotros sus saberes. Espero sirva para adentrarnos más en su espiritualidad , carisma, misión, y mostrar a Don Orione en nuestras vidas. Como dije son recopilaciones, de distintas fuentes
domingo, 10 de febrero de 2019
11 FEBRERO 1903, PLAN Y PROGRAMA DE LA PEQUEÑA OBRA
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