NUESTRO IMPULSO ECUMENICO
Carta circular dedicada al compromiso ecuménico en la
historia y la vida de la Congregación.
NUESTRO IMPULSO ECUMENICO
9 de diciembre de 2015
Queridos hermanos
Deo gratias
Ayer, 8 de diciembre de 2015, fiesta de la Inmaculada
Concepción de María, el Papa Francisco abrió la Puerta Santa de la basílica de
San Pedro en Roma. Inicia el Jubileo de la misericordia. El tema del Jubileo es
“Sean misericordiosos como el Padre” (cfr. Lc. 6,36).
En la Bula de
convocación “Misericordiae vultus” (11 de abril de 2015), el Papa Francisco
indicó que el Año Santo de la misericordia es para vivir “con sentimientos de
gratitud por cuanto la Iglesia recibió y de responsabilidad por la tarea que
nos espera, atravesaremos la Puerta Santa con plena confianza de estar
acompañados por la fuerza del Señor Resucitado que continúa sosteniendo nuestra
peregrinación. La Iglesia sabe que su primer tarea, sobre todo en un momento
como el nuestro, lleno de grandes esperanzas y de fuertes contradicciones, es
el de introducir a todos en el gran misterio de la misericordia de Dios,
contemplando el rostro de Cristo. La peregrinación es un signo particular del
Año Santo, porque es el ícono del camino que todo hombre cumple en su
existencia… peregrino que recorre un camino hasta la meta anhelada”.
En la homilía de la Misa de apertura del Jubileo, el Papa
evidenció una continuidad y casi una identificación entre la apertura de la
Puerta Santa en San Pedro y la apertura de la Iglesia al mundo contemporáneo a
partir del Concilio Vaticano II. Hizo notar que la apertura del Año Santo
corresponde con el día de la clausura del Concilio: 8 de diciembre de
1965-2015. “Hoy, atravesando la Puerta Santa queremos también recordar otra
puerta, que hace cincuenta años, los Padres del Concilio Vaticano II abrieron
de par en par hacia el mundo”.
Usó el término “abrir de par en par”, tan querido por Papa
Juan Pablo II. Ahora el Papa Francisco con este término recuerda que “el Concilio
fue un verdadero encuentro entre la Iglesia y los hombres de nuestro tiempo Un
encuentro marcado por el poder del Espíritu que empujaba a la Iglesia a salir
de las aguas poco profundas que durante muchos años la habían recluido en sí
misma, para reemprender con entusiasmo el camino misionero.” En este camino del
encuentro es necesario continuar decididamente mediante la misericordia y el
diálogo, del cual fueron ejemplo los dos Papas del Concilio, Juan XIII de la
misericordia y Pablo VI del diálogo.
Con el Jubileo, Francisco pide “retomar con entusiasmo el
camino misionero”, ser una Iglesia en salida, mediante el evangelio y el
ministerio de la misericordia, promoviendo la cultura del encuentro
Si Juan Pablo II dijo “no tener miedo de abrir de par en par
las puertas a Cristo”, Papa Francisco pide no tener miedo de salir y de caminar
por los caminos del mundo, con “el espíritu del Vaticano II, aquel del
Samaritano, como recordó el beato Pablo VI en la conclusión del Concilio.
Atravesar hoy la Puerta Santa nos compromete a hacer nuestra la misericordia
del buen samaritano”. En fin, la Puerta
Santa no es sólo para entrar en la gracia de Dios, sino también, y sobre todo,
para salir y dar testimonio de la misericordia de Dios.
Como Orionitas, vibramos de amor a la Iglesia y estamos
llamados a vivir el camino actual de salida y de misión, como fue indicado por
el Papa Francisco que tiene en mano, inspirado y seguro, el “pastoral” de
Pedro. Estemos bien dentro y activos en la peregrinación de la Iglesia en camino:
“Ella sola está segura de recorrer los caminos de la Providencia y solamente
siguiéndola podemos estar tranquilos que si bien estos caminos puedan
parecernos oscuros son siempre rectos” (Don Orione).
NUESTRO IMPULSO ECUMENICO
Mirando el elenco de las Cartas circulares escritas en estos
casi 12 años, me doy cuenta que no he tratado un tema tan importante para
nuestra fidelidad a Don Orione y al camino de la Iglesia. Me refiero al
compromiso para la unidad de los cristianos que, con una palabra popular,
llamamos ecumenismo. Es un tema en sintonía con el impulso al encuentro, al
diálogo, a la misión que el Papa Francisco está dando a la Iglesia hoy.
Elegí como título de esta Carta circular “Nuestro impulso
ecuménico” por dos razones.
Primero. Esta expresión está contenida en el artículo 8 de
nuestras Constituciones de los Hijos de la Divina Providencia: “Es propio de
nuestro Instituto el compromiso de rezar, trabajar y sacrificarse para
restaurar, en la Iglesia, la unidad rota y favorecer con todo medio aquel
impulso ecuménico que el Espíritu ha suscitado en su Iglesia”. Esta expresión
está allí, fija en las Constituciones como un pro-memoria de nuestra identidad
congregacional.
Segundo: La palabra impulso es muy adecuada para definir la
actitud y la acción de Don Orione, visto en su concreta actuación histórica.
Nuestro Fundador tuvo un impulso ecuménico sincero, un impulso del alma que lo
empujó al movimiento confiado y previsor. De hecho, aquel impulso ecuménico
produjo algunos pasos precisos y significativos, pero solo señalados,
indicados, dejados como tareas y como recorrido a sus discípulos. Y me parece
decir que también el compromiso ecuménico de la Congregación, después de la
muerte de Don Orione y con el empuje dado por el Concilio Vaticano II, fue
vivido como un “impulso” sincero, siempre vivo en el corazón y pronto a actuar,
muchas veces expresado en acción generosa, pero sin haber determinado una
programación específica, estructurada, compartida. El impulso ecuménico es más
una cualidad del corazón que un camino de acción consolidado y organizado.
¿Continuará siendo así también en el futuro?
Con esta Circular entiendo recordar pensamientos y hechos
del impulso ecuménico de Don Orione y recoger algunas indicaciones para vivir
el impulso ecuménico de la Congregación mirando el futuro.
El término ecumenismo indica un concepto y una actitud.
Significa la conciencia dolorosa de la división de los cristianos y la
consiguiente actitud de compromiso por la unidad, para responder a la voluntad
y a la oración de Cristo “ut unum sint” (Jn. 17).
La Iglesia de Cristo siempre tuvo la experiencia de
tensiones y divisiones en su interior, desde los tiempos de la comunidad de
Corintio hasta nuestros días. Pareció (y parece) a muchos casi una condición
ineludible a la cual acostumbrarse. Fue el inicio del siglo XX que en la
Iglesia se tomó conciencia con dolor de esta situación de división y maduró la
actitud de promoción de la unidad de los cristianos. Para expresar este
“movimiento de conciencia y de iniciativas” se buscó una palabra “no
confesional”, adaptada para todos, y se eligió la palabra antigua y gloriosa de
ekuméme (“tierra habitada”, Mt. 24,14), ecumenismo. [1]
En la Iglesia católica el término “ecumenismo” se vuelve
popular sólo con el Concilio Vaticano II. El Papa Benedicto XVI la definió “un
imperativo del tiempo presente y una opción irreversible de la Iglesia”. [2]
En los tiempos de Don Orione, no existía ni la palabra y ni
siquiera existían iniciativas ecuménicas, salvo algunos signos pioneros. [3]
Sin embargo, nuestro Fundador experimentó ya sea la
conciencia dolorosa de la división como el deseo activo por la unidad de los
cristianos en la Iglesia. Tal deseo activo de unidad aparece ya en documentos
de 1899 y en las primeras Constituciones de 1904 y se expresó en varias
iniciativas concretas. El Fundador manifestó “un verdadero espíritu ecuménico”
[4] porque estaba abierto a los amplios
horizontes del “Instaurare omnia in Christo”. [5]
I - EL COMPROMISO ECUMENICO DE DON ORIONE
Del estudio biográfico y de los documentos del archivo
parecería poder individualizarse dos períodos de la vida de Don Orione durante
los cuales se intensifican los testimonios de su impulso ecuménico.
De 1898 a 1904: es la época de la primera formulación
carismática. Sorprendentemente, la finalidad ecuménica aparece con continuidad
y precisión en todos los textos jurídicos y carismáticos.
De 1930 a 1940: son los años de las nuevas aperturas hacia
el Oriente y en el mundo anglosajón y de la permanencia del Fundador en América
Latina, donde el problema del encuentro de pueblos, culturas y religiones
estaba muy vivo.
En la fase de
inspiración carismática
La primera referencia ecuménica documentada de Don Orione
resulta ser del 2 de octubre de 1898. En un artículo suyo escrito para el
boletín La Obra de la Divina Providencia, con el título “Una querida visita”,
presentando los motivos inspiradores de la rama de los Ermitaños de la Divina
Providencia que se estaba constituyendo, pone entre los objetivos de su
sacrificio y oración el implorar y acelerar “la unión de los pobres hermanos
separados”.[6]
Don Orione, al concluirse el siglo XIX, no habiendo cumplido
aún treinta años pero ya con varias instituciones iniciadas, se dedicó a dar
dirección espiritual y organizativa al grupo de los primeros seguidores. Debió
también redactar un documento jurídico de presentación del Instituto en vistas
de su aprobación.[7] Y bien, en el segundo Pro memoria sobre la Compañía del
Papa (fechado el 13/11/1900)[8] encontramos expresiones que ya muestran los
objetivos ecuménicos presentes en la inspiración del Fundador. “Es propio de
nuestro Instituto de ayudar en su pequeñez, a la acción de la Divina
Providencia en el conducir las almas y las instituciones humanas a tomar puesto
en la Santa Iglesia, a mantenerse y santificarse según la doctrina y la caridad
de Jesucristo Crucificado, (…) y en los países no católicos, predicando el
Santo Evangelio a todos los hombres, según el mandato de Jesucristo a los
Apóstoles: Et dicit eis: Euntes praedicate Evangelium omni creaturae (San
Marcos 16,15) según la misma y en modo particularísimo consagrando, con todo
estudio y sacrificio de caridad, para obtener la unión de las Iglesias
separadas”. [9]
El núcleo carismático-inspirador ya aparece bien delineado y
comprende la perspectiva ecuménica. Será retomada y mejor formulada en el texto
preparado para la reunión de los Hijos de la Divina Providencia, tenida en el mes
de septiembre de 1901. [10]
Es para preguntarse: ¿de dónde le habrá venido a Don Orione
la idea de incluir la finalidad de la unión de las Iglesias separadas, tan
nueva y comprometedora para la incipiente Congregación?
Conviene recordar que la dicción “unión de las iglesias
separadas” es tomada del lenguaje de la Iglesia católica del tiempo de Don
Orione. Los primeros intentos de diálogo y búsqueda de unidad con las Iglesia
orientales surgieron bajo el impulso de León XIII y hacen referencia sólo a las
“Iglesias separadas de Oriente”. [11] En relación a las comunidades
protestantes, en cambio, existía aún una actitud de excomunión, de defensa, de
completa cerrazón.
Además, hay que notar cómo el compromiso ecuménico (“obtener
la unión de las Iglesias separadas”) es
presentado por Don Orione como un específico rayo intermedio entre la acción
pastoral intra-eclesial (“conducir las almas y las instituciones humanas a
tomar puesto en la Santa Iglesia”) y su último horizonte misionero “ad gentes”
(“vayan por todo el mundo y prediquen el Evangelio a toda creatura”) Pero es la misma perspectiva de unidad. Es el
mismo dinamismo que une la finalidad “ut fiat unum ovile et unus pastor” con el
“Instaurare omnia in Christo”. [12]
Por lo tanto, se podría deducir que en Don Orione la
dimensión ecuménica surgió por génesis interna del mismo carisma de unidad
eclesial, a favorecer por medio de la caridad. El fin misionero (mundo), el ecuménico
(Iglesia), y el de unidad interna de la Iglesia (Iglesia católica) forman parte
de la única y unitaria visión carismática de Don Orione.
Recordemos que también el movimiento ecuménico tuvo su
primer impulso justo en los ambientes misioneros, donde se conectaba la
exigencia de la unidad de la Iglesia en la perspectiva de su misión. La
Conferencia universal de las sociedades misioneras protestantes de Edimburgo
(1910) asumió justamente en la historia del movimiento ecuménico un valor
emblemático, que fue considerado casi como el acta de nacimiento, porque se
puso por primera vez el problema de la unidad de los cristianos en relación a
la evangelización y a la misión de la Iglesia. [13]
El “altísimo
consejo” de León XIII
Don Orione, durante la fase importante y delicada de la
primera formulación del carisma vivió un evento al que le atribuyó un relieve
especial. Le fue concedida una memorable audiencia de parte del Papa León XIII,
el 10 de enero de 1902, durante la cual habló del tema de la unión de las
Iglesias separadas. Le escribió sobre esto a su Obispo, Mons. Bandi, desde
Roma, rápidamente después de la audiencia. “Para estar tranquilo le dije todo
aquello que sentía al respecto del fin y a ciertas dudas que me tenían demorado
sobre ciertos puntos de las Reglas… Presenté la Regla; [14] la bendijo, la
tocó, más de una vez me puso la mano sobre la cabeza, moviéndola,
confortándome; me dijo tantas cosas; también acerca de poner en las Reglas el
trabajar por la unión de las Iglesias de Oriente: éste es, me dijo, un altísimo
consejo mío”. [15]
Don Orione le atribuyó a las palabras de León XIII, el valor
de una “confirmación papal” de la particular directriz ecuménica de su carisma.
La intención de trabajar para “obtener la unión de las Iglesias separadas”, ya
puesta en los esbozos de artículos de la regla del 13 de noviembre del 1900 y
de agosto-septiembre de 1901, era justamente una de aquellas “dudas” que
demoraban a Don Orione y de las cuales quiso hablar durante la audiencia.
En el Decreto Episcopal de aprobación del Instituto, firmado
por Mons. Bandi un año después de la famosa audiencia, está escrito que el fin
de la unión de las Iglesias fue “expuesto a su Santidad León XIII, fue
ampliamente alabado y, con la más buena complacencia, de parte del mismísimo
Sumo Pontífice, confortado por la bendición apostólica”. [16]
Don Orione jamás olvidará este “altísimo consejo” y lo
consideró como una específica voluntad de Dios para la vida de la Pequeña Obra
entrando en todos los documentos de formulación carismática, desde los primeros
del 1900-1904 hasta los últimos de 1936.
En una carta, casi ciertamente dirigida a P. Semeria, poco
después de la famosa audiencia de León XIII, Don Orione pidió consejo para
explicitar en las Reglas el tema de la unión de las Iglesias separadas: “Cuando
estuve del Santo Padre, me dijo de trabajar por la unión de las Iglesias
separadas. ¿Cómo podría entrar? Piénsalo un poco tú, querido Padre, y hazlo
todo. Esta obra, de la unión de las Iglesias separadas, me pareció siempre una
obra no sólo de caridad, sino también de reparación de parte nuestra”. [17]
Los “sumos
principios de la Obra de la Divina Providencia”.
De los “esbozos de Regla”, de los que hicimos referencia más
arriba, se agrega a los “Sumos principios de la Obra de la Divina Providencia”,
presentados a Mons. Igino Bandi el 11.2.1903, definidos “vere Costituzioni
summatim”. [18]
En lo referente al tema de la unidad, leemos allí: “Por
voluntad expresa del Santo Padre, es propio de este Instituto ayudar, en su
pequeñez, la obra de la Divina Providencia con el fatigarse y sacrificarse a
quitar la confusión de los tabernáculos, y a hacer regresar a la plena
dependencia y unidad con el beato Pedro las iglesias separadas; así que, por la
unidad con el Beato Pedro, que es el Romano Pontífice, y por la actuación de Su
voluntad – es decir aquello que per todo y para los varios Estados va con el
nombre de programa papal – llegue a todos y a todas partes la caridad suavísima
del Sagrado Corazón de Jesús, y por ella las personas y las naciones
establezcan un justo ordenamiento sobre la tierra, y vivan y prosperen en
Nuestro Señor Jesucristo Crucificado: “Instaurare omnia in Christo”. [19]
Es de notar una vez más que la búsqueda de la unidad está
conectada a la misión de la Iglesia: “así que, por la unidad con el Beato
Pedro… llegue a todos y a todas partes la caridad suavísima del Sagrado Corazón
de Jesús, y por ella las personas y las naciones establezcan un justo
ordenamiento sobre la tierra, y vivan y prosperen en Nuestro Señor Jesucristo
Crucificado: “Instaurare omnia in Christo”. La unidad en vistas de la misión,
es una urgencia en vistas de la afirmación del Reino de Dios.
Sobre la base de este texto constitucional que contiene “los
sumos principios de la Obra de la Divina Providencia”, llegó el Decreto de
aprobación de la Congregación del 21 de marzo de 1903. [20]
Los mismos conceptos y directivas de acción entraron siempre
con mayor precisión de lenguaje en las primeras Constituciones de 1904
(manuscritas) y en aquellas de 1912 (impresas).
En el Capítulo I de las Constituciones del 22 de julio de
1936, al inicio de la Visita apostólica del abad Emanuel Caronti, el compromiso
ecuménico es presentado como un “pedir volver a la primitiva unidad de la
Iglesia a los hermanos separados”. [21]
En Bussana, un proyecto
de colaboración ecuménica
En junio de 1902, P. Francisco Lombardi, párroco de Bussana,
cerca de San Remo, puso a disposición de Don Orione el santuario del Sagrado
Corazón con el edificio anexo para hacer allí una obra de bien. El joven
Fundador pensó construir allí “la casa de la Misión para la unión de las
Iglesias de Oriente”. [22]
Escribiendo probablemente a Don Alvigini explica como “Hasta
ahora para aquellas Iglesias no se hizo nada, y su movimiento hacia nosotros
tal vez está más en la cabeza de los periodistas y es más aparente que real.
Será necesario ir hacia ellas con una gran caridad y bien armados de ciencia,
pero ciencia caritativa, no con la autoridad, que no haremos jamás. Pensé
escribir al Párroco de Bussana, que me dé su iglesia e implantar allí, delante
del mar y a los pies del Sagrado Corazón, la casa para la unión de las Iglesias”.
[23]
Es de notar que Don Orione, aun asumiendo en el lenguaje el
ecumenismo del regreso, propio de la Iglesia de su tiempo, aporta dos nuevas e
importantes actitudes: aquella de la reparación (“Esta obra, de la unión de las
Iglesias separadas, me parece siempre una obra no sólo de caridad, sino también
de reparación de parte nuestra”) y aquella de ir hacia las Iglesias separadas
(“Hasta ahora para aquellas Iglesias no se hizo nada… Será necesario ir hacia
ellas…).
El ecumenismo del regreso marcó la primera etapa del
ecumenismo de la Iglesia católica. En realidad, como ya observaba hace unos
sesenta años el Card. Yves Congar, la misma Iglesia católica no puede limitarse
a un simple esperar un regreso de tantos hermanos separados, porque también
ella es deficitaria de una perfección ética de sus miembros, por eso, aun
poseyendo la verdad y la comunión en sus elementos esenciales, debe buscar el
bien de la unidad a través de su propia conversión al proyecto de Dios.
La visita
eucarística por la unión de las Iglesias separadas
Tan fuerte era esta pasión por la unión de las Iglesias que
Don Orione pensó en un signo cotidiano que la expresara en la vida de la
Congregación. Propiamente en los años 1902-1903, compuso el texto de la oración
para la visita breve y adoración eucarística en la mitad de la jornada
“establecida por Jesucristo mismo para la unión de las iglesias separadas
(aludía a Jn. 17) y aprobada por la S. Iglesia para unir sus hijos en torno a
Su Predilecto y ¡hacerlos vivir en santidad!”. [24]
Don Orione retomó la conocida fórmula de la “Comunión
espiritual” de San Alfonso y la enriqueció de los elementos esenciales y
ecuménicos queridos por él:
“Eterno Padre, yo te ofrezco la preciosísima Sangre de Jesucristo
en reparación de mis pecados y por las necesidades de la Santa Iglesia. A los
Beatos Apóstoles Pedro y Pablo por nuestro Santo Padre el Papa y la unión de
las Iglesias separadas: Padrenuestro, Ave María y Gloria.
Tu es Petrus, et super hanc petram aedificabo Ecclesiam
meam." [25]
Ecumenismo interno
al mundo católico
El volumen “Don Orione en los años del modernismo”
reconstruye las relaciones del Fundador con algunos exponentes del mundo
católico que corrían a un paso de la separación o estaban ya excomulgados. [26]
La red de relaciones entretejidas con modernistas y otros
hombres de Iglesia “en dificultad”, fue una
obra de diálogo y de promoción de unidad más bien concreta y
sorprendente: Buonaiuti, Genocchi, Murri, Ghignoni, Gallarati Scotti, Alfieri,
Semeria, Brizio Casciola, y otros aún. [27]
P. Ernesto Buonaiuti, excomulgado, privado del ministerio
sacerdotal, decía de Don Orione, interlocutor de verdad y de caridad: “Tú eres
el buen Samaritano. Lo saben todos; yo lo sé mejor que cualquier otro”.
Tomás Gallarati
Scotti cuenta: “Yo tenía incertidumbre, estaba confundido, enganchado en
enredos complicados. Don Orione era simple, seguro, con la frescura alegre de
quien siente el mundo totalmente penetrado por Dios. Vivía en una esfera que
era aquella del milagro… Este era su genialidad: el amor”. [28]
P. Brizio Casciola, ilustre dantista, pionero del ecumenismo
en Italia, entrado en dificultad con la Autoridad eclesiástica y privado de la
facultad de celebrar Misa, entró en la órbita inteligente y benéfica de la
caridad de Don Orione. Y pasó los últimos 20 años como huésped y estimado
profesor en el colegio orionita “San Jorge” de Novi Ligure.
P. Juan Semeria, ya tocado por acusaciones de modernismo,
fue implicado por Don Orione en las obras de bien a favor de las víctimas del
terremoto de Reggio y Messina y decidió “dejar el campo árido de las
discusiones intelectuales: es más, lo dejé para entregarme en este campo de la
caridad, que Don Orione me señala y las circunstancias imponen”. [29] De
hecho P. Semeria encontró en Don Orione
un amigo intransigente en la ortodoxia católica y al mismo tiempo un tiernísimo
compañero en los propósitos y proyectos de bien.
Es de grande ejemplaridad este capítulo de la vida de Don
Orione: él es sensible a las tensiones y rupturas del tejido eclesial y se
acerca a las personas con respeto y caridad y con la actitud evangélica del
“colligite fragmenta”.
La geografía
ecuménica en los desarrollos de la Pequeña Obra
El compromiso de prodigarse por la unión de las Iglesias
separadas influyó también en las elecciones de desarrollo de la naciente
Congregación que Don Orione lanzó entre las poblaciones de diversa confesión
cristiana.
Don Orione mandó algunos de sus religiosos a Palestina en
1921; se hicieron cargo de una gran colonia agrícola en el Valle de Sorek,
famosa por la gesta bíblica de Sansón, en Rafat (cerca de 30 km al sudoeste de
Jerusalén). Allí convivían hebreos, cristianos de diversas denominaciones y musulmanes.
En 1925, Don Orione aceptó un hospedaje para los peregrinos y una colonia
agrícola en Cafarnaúm, en la Montaña de las Bienaventuranzas. Al superior P.
Adaglio dio la siguiente dirección de acción: “Debemos mirar a los huérfanos y
a los ciegos, a los ancianos abandonados, etc. Obras de caridad se necesitan:
ellas son la mejor apología de la Fe Católica”. [30]
Lamentablemente, por dificultades surgidas en la región, los
Orionitas se retiraron en 1931, dejando Tierra Santa. A una distancia de 60
años, en 1985, la Congregación volvió a Medio Oriente, en Jordania. En la
escuela orionita de Zarqa, hoy conviven y se educan jóvenes cristianos
católicos (pequeña minoría) y de otras confesiones, pero sobre todo musulmanes
en un clima de gran respeto recíproco. [31]
En los años ’20, el paso más importante de desarrollo de la
Congregación fue dado agregando Polonia en 1923. [32] Don Orione veía en la
Polonia, de fuerte tradición católica, una avanzada, la clave de entrada a
Rusia, en línea con su plan caritativo-ecuménico. Cuando en 1933 Don Orione
envió a Polonia a P. Carradori y otros Hermanos italianos, motivó
explícitamente: “para que podamos prepararnos a penetrar en Rusia, como quiere
el Cardenal Von Rossum, Prefecto de la Congregación de Propaganda Fide”. [33]
La presencia de la Pequeña Obra en Rodi, en 1925, fue pedida
por la Asociación “Italica gens”, dirigida por el senador Ernesto Schiaparelli,
que quiso confiar a Don Orione el Instituto de los Caballeros de Malta. [34]
Por 25 años la Pequeña Obra desarrolló un trabajo asiduo y rico de frutos en un
contexto de convivencia interreligiosa. Rodi fue dejada en 1949, seguidamente
al cambio de condiciones políticas.
En 1924 el Instituto orionita de Rodi hospedó también un
grupo de 50 huérfanos armenios de la terrible persecución contra los cristianos
en Turquía. Ocho de ellos quisieron seguir a Don Orione en la Congregación y
vinieron a Italia. Don Orione celebró su vestición religiosa con el hábito
según el rito armenio. “No es una simple vestición – comentó Don Orione ‑. Para reunir los
hermanos separados de Oriente la Providencia nos ha enviado estos hijos… El encontrarnos aquí con un número de personas de rito diverso, nos dice lo que será un día la Congregación, en la cual estarán todos los
ritos y todas las razas”. [35]
En un pasaje de la carta del 2 de julio de 1934 a un Obispo,
existe una preciosa indicación: “La humilde y joven congregación llamada
Pequeña Obra de la Divina Providencia (…) tiene también por finalidad principal
rezar y trabajar in caritate Christi para reconducir a la Iglesia madre los
hermanos separados”. [36]
Otra apertura misionera de la Congregación, con valor
ecuménico, es la de Albania, en 1936. En Shijak, a 30 km al oeste de Tirana,
los católicos eran una minoría. Numéricamente prevalecían los musulmanes y los
ortodoxos, en una tierra ocupada por los turcos por 400 años. A fines de 1943,
no obstante estar en plena guerra mundial, en aquella nación la Congregación ya
tenía 6 casas y 24 religiosos. [37]Luego, los acontecimientos políticos (la
expulsión de los italianos y la venida del comunismo) llevaron al amargo
regreso para Italia y al retiro de esta consistente presencia orionita.
[38] También en Albania, a distancia de
50 años, los Orionitas volvieron asumiendo el cuidado pastoral del entero
distrito de la provincia de Elbasan y una parroquia, primero en Shiroka y luego
Bardhaj, en la diócesis de Scutari. [39]
Miró también al
mundo protestante
Sabemos que la acción ecuménica de la Iglesia católica,
hasta el Vaticano II, estaba dirigida casi exclusivamente a la unión de las
Iglesias separadas de Oriente, mientras en relación a las Iglesias y
Comunidades de la Reforma se hablaba de “defensa contra el peligro
protestante”.
Don Orione asumió la valoración y la relación de la Iglesia
de su tiempo: encuentro con el Oriente cristiano y la defensa del
Protestantismo. Y amor hacia todos. El pastor Valdés Paolo Ricca, interviniendo
en algunos encuentros ecuménicos de nuestra Congregación, al respecto observó:
“La experiencia y la historia me han enseñado que quien tenía una verdadera
pasión por la unidad ha sabido luego cambiar las formas. Es la pasión por la
unidad la que anima el compromiso ecuménico”.
Aun con los tonos de la “defensa” y de la “conquista”, en
los años’30, Don Orione tiene indicaciones de una nueva atención hacia el mundo
protestante. Comienza, por ejemplo, a dirigir la mirada a nuevas aperturas en
USA, en Inglaterra y en otras naciones en las cuales la convivencia con el mundo
protestante no era fácil.
Hace referencia a una reunión que “habían estado en Tortona
un Señor y una Señora… Vinieron a mí y me dieron una ofrenda e insistieron para
que vayamos a abrir una casa en Suiza. Y aquellos Señores eran protestantes”
[40]
En un discurso a sus hermanos y clérigos, el 3 de julio de
1934, informa: “Estoy por expedir una carta a un Obispo de Noruega. Desde hace
bastante tiempo una distinguida Señora noruega me insiste para que se abra una
Casa nuestra también en Noruega”. Luego prosigue indicando la situación
religiosa de aquella nación y concluye: “Después del primer decreto de
aprobación, yo pensaba reconducir a Dios el Oriente; hoy pienso en Noruega”.
[41]
De hecho en aquellos años suceden las primeras fundaciones
de la Pequeña Obra en Países prevalentemente protestantes: en USA, Jasper en
1934; en Inglaterra, Swansea en 1935.
La sensibilidad
hacia los Hebreos
En el documento Nostra Aetate del Concilio Vaticano II, al
n. 4 leemos: “Siendo tan grande el patrimonio espiritual común a los cristianos
y a los hebreos, este sagrado Concilio quiere promover y recomendar entre ellos
el mutuo conocimiento y estima”. El Papa Juan Pablo II comenzó a definir
familiarmente e históricamente a los hebreos “nuestros hermanos mayores”.
¡Qué grandes novedades en la relación con los hebreos en los
últimos decenios!
Don Orione entró en contacto con muchos Hebreos sobre todo
por motivos religiosos, en cuanto convertidos, o por motivos caritativos,
tratándose de bienhechores y también beneficiados, al acercarse la espantosa
tormenta del exterminio. Cuando Don Orione murió, el 12 de marzo de 1940, no
había llegado al culmine aún la persecución contra los hebreos concretizada en
arrestos, deportaciones en los campos de concentración y de exterminio en masa.
Pero el clima ya era manifiestamente hostil y muchos emigraban hacia lugares
más seguros. Los documentos testimonian que él mismo se interesó de la
expatriación de un buen número de Hebreos.
P. José Zambarbieri, su secretario en los últimos años,
testimonió: “Cuando se desencadenó la violentamente la persecución contra los
hebreos, intervino a su favor, logró salvar a muchos, ofreciéndoles un refugio;
a otros supo dar al menos una palabra de paterna comprensión, cuando era
materialmente imposible hacer otra cosa”. [42]
Las pocas y reservadas noticias documentadas nos dan la
medida de cómo, durante el tiempo del exterminio, la ayuda a los Hebreos
constituya una página importante y grande de la vida de la Pequeña Obra de la
Divina Providencia, en la cual se distinguieron algunos religiosos suyos, como
P. Gaetano Piccinini en Roma, [43] P. José Pollarolo en Turín, [44] P. Biagio Marabotto en Polonia, Hna. María
Cruz Manente en Milán, P. Enrico Sciaccaluga en Génova, P. Dionisio Di Clemente
en el Vaticano. [45]
El gran escultor Arrigo Minerbi fue protegido en las casas
orionitas y respondió con estima y gratitud indelebles. [46] Un adolescente, salvado en aquellas trágicas
circunstancias, José Sorani, se hizo religioso orionita, maestro humilde e
incansable de diálogo hebreo-cristiano y de ecumenismo. [47]
En la base del compromiso arriesgado, escondido y
sacrificado a favor de los Hebreos estuvo ciertamente el buen sentido
humanitario de frente a personas en peligro de vida, necesitadas de refugio y
de ayuda. Más profundamente influyó la caridad cristiana inculcada por Don
Orione y reasumida en la directiva “¡la caridad de Jesucristo no cierra
puertas; no se pregunta a quien viene, si tiene una fe o un nombre, sino
solamente si tiene un dolor! Todos somos hijos de Dios, todos somos hermanos”.
[48] Muerto Don Orione en los inicios de
1940, fue instintivo para los Orionitas dirigir la hospitalidad y cuidados a
los Hebreos amenazados de muerte. En fin, hubo una tercera motivación eclesial.
Los Orionitas, animados por un especial espíritu papalino, se activaron como
mejor pudieron a socorrer los Hebreos en respuesta a las indicaciones de Pío
XII y los pedidos de colaboración de los Obispos en las ciudades donde
actuaban. La ayuda a los Hebreos fue una expresión de vida eclesial.
Tres “fragmentos
ecuménicos” en la conclusión de la vida de Don Orione.
Me gusta terminar la serie de estos reclamos históricos del
compromiso ecuménico de Don Orione con tres últimos recuerdos referidos a los
últimos años de su vida.
Don Orione, en la conclusión de los ejercicios espirituales,
en el mes de agosto de 1939 en Villa Moffa di Bra, dejó un reclamo a la unidad:
“Y ahora ¿qué les diré al dejarlos? Repetiré las mismas palabras que nuestro
Señor elevaba a su Padre celestial cuando estaba por dejar a sus discípulos:
‘Pater sancte, serva eos ut unum sint, sicut et nos unum sumus'… para formar un
solo corazón y una sola alma. Ut sint consummati in unum".[49]
En septiembre de 1939 fue la invasión nazi en Polonia y el
inicio de la II guerra mundial. Don Orione estaba afligido por la suerte de la
Polonia y de los ya numerosos hermanos. Invitó a rezar por “nuestros hermanos y
la Polonia y también por todo aquel pueblo mártir. ¡Rezar, rezar, rezar! Se
sabe que allá hay varios millones de Hebreos: recemos también por los Hebreos:
¡todos somos hermanos! [50] Esta indicación a los hermanos Hebreos asume aún
más valor si es colocada en el clima general de hostilidad hacia los hebreos
justo en aquellos años, y mucho más en Italia que, bajo el régimen fascista,
estaba alineada con las posiciones anti-hebreas del nazismo. [51]
A pocos meses de su muerte, en 1939, Don Orione confió a
algunos apuntes autobiográficos su experiencia espiritual. [52] Escribió entre
otras cosas: “Nuestra vida y toda nuestra Congregación debe ser un cántico y un
holocausto de fraternidad universal en Cristo. Ver y sentir a Cristo en el
hombre. Debemos tener en nosotros la música profundísima de la Caridad. Yo no
siento más que una infinita, divina sinfonía de espíritus, palpitantes en torno
a la Cruz, y la Cruz destila para nosotros gota a gota a través de los siglos,
la sangre derramada por cada alma humana. Yo no veo más que un reino de Dios,
el reino de la caridad y del perdón, donde toda la multitud de gente es herencia
de Cristo y reino de Cristo”. [53] El ecumenismo encuentra bajo la cruz de
Cristo su razón y su fuerza.
II - ¿QUÉ CAMINOS DE ECUMENISMO PARA LA CONGREGACIÓN?
El compromiso ecuménico está metido en la historia y en el
carisma Orionita desde los inicios. pero hoy, ¿Cuáles son los caminos ecuménicos
para la Congregación?
“Es propio de nuestro Instituto el compromiso de orar,
trabajar y sacrificarnos para restaurar, en la Iglesia, la unidad rota y
favorecer con cada medio aquel impulso ecuménico que el Espíritu ha suscitado
en su Iglesia”. En estas breves palabras de Don Orione, convertidas en el art.
8 de nuestras actuales constituciones, están indicados esencialmente los modos
prácticos con que todos nosotros - religiosos, religiosas y cuantos viven el
carisma Orionita - podemos practicar el ecumenismo. Las tres palabras clave -
“rezar, trabajar y sacrificarse”,[54] - se amplían en “favorecer con todos los
medios el impulso ecuménico”. Por tanto, todos los caminos son buenos y
practicables para promover el ecumenismo y la “cultura del encuentro”, según la
expresión a menudo usada por el Papa Francisco.
“Rezar y
sacrificarse”
Como dice el decreto Unitatis redintegratio del Concilio
Vaticano II, “La conversión del corazón y la santidad de la vida, junto con las
oraciones privadas y públicas por la unidad de los cristianos, se han de
retener como el alma de todo el movimiento ecuménico y pueden justamente
llamarse ecumenismo espiritual” (n.8).
Es necesaria y para nosotros practicable la oración por la
unidad. Benedicto XVI observó que “Sin la fe - que es primariamente don de
Dios, pero también respuesta del hombre - todo el movimiento ecuménico se
reduciría a una forma de “contrato” al que adherirse por un interés común. Los
cristianos «con cuanta más estrecha comunión estén unidos con el Padre, con el
Verbo y con el Espíritu Santo, con tanta mayor y más íntima y fácil acción
podrán acrecentar la mutua fraternidad» (Unitatis redintegratio, 7)”.[55]
En este nivel, todos podemos hacer algo más. Es un deber de
primera importancia. El Papa Francisco insiste mucho: “La unidad es superior a
los conflictos. La unidad es una gracia que debemos pedir al Señor para que nos
libere de tentaciones y divisiones, de las luchas entre nosotros, de los egoísmos,
de las murmuraciones”.[56]. La misma conversión del corazón, condición esencial
de toda búsqueda de unidad, surge de la oración”[57]
Debemos orar por la unidad.
En la Congregación, la visita eucarística cotidiana – aún
muy practicada - ha sido querida por Don Orione como súplica por la unión de la
Iglesias separadas,[58] es una cita diaria de oración por la santa causa de la
unidad de los cristianos.
Una tradición ya consolidada en las relaciones ecuménicas
nos lleva a orar junto a todos los hermanos cristianos separados durante la
“Semana de oración por la unidad de los cristianos”[59] es un momento público
que nos debe encontrar particularmente activos y promotores de iniciativas.
Seguido a la oración, el art. 8 de las Constituciones habla
de “sacrificarse” por la unidad. El sacrificio de uno mismo indica ciertamente
la acción impulsada de la caridad, pero significa también el ofrecimiento de
los sacrificios y de los sufrimientos ligados a tantos límites y tribulaciones
de la vida, “en unión a la pasión de Cristo”. No debemos olvidar que cada día
ofrecemos el divino sacrificio del altar, Cristo Jesús, pidiendo “Congrega en
torno a ti, Padre misericordioso, a todos tus hijos dispersos por el
mundo".[60]
Sor Gabriela (Sagheddu) de la Unidad, joven trapense, llegó
a ofrecer en sacrificio su propia vida por la unidad de los cristianos y
reconoció, en su imprevista enfermedad, seguida de una muerte precoz, haber
sido escuchada. Su coraje ecuménico conmocionó a muchos[61].
Hoy el Papa Francisco habla explícitamente del «ecumenismo
de la sangre» explicando que «Quienes matan a los cristianos no te piden el
carnet de identidad para saber en qué Iglesia has sido bautizado. Debemos tener
en cuenta esta realidad».[62]
Conoce
El conocimiento es el primer paso hacia la unidad. Hasta no
hace mucho tiempo no nos conocíamos entre hermanos cristianos o nos conocíamos
mal. Hoy el conocimiento mutuo favorece las mejores posibilidades mediáticas,
de encuentros y de estudios. Por otro lado los flujos migratorios han hecho
usuales las relaciones inter-confesionales e interreligiosas.[63] Quien ama
conoce y encuentra. Queda sin embargo todavía el peligro de los prejuicios y de
las murmuraciones. «¡Cuánto daño hacen las murmuraciones! Jamás murmurar de los
otros, jamás! ¡Cuánto daño acarrean a la Iglesia las divisiones entre los
cristianos, ser parciales, los intereses mezquinos! Buscad la unidad, la unidad
que hace a la Iglesia. La unidad viene de Jesucristo”.[64] Es una sugerencia
práctica y practicable por todos e inmediata.
El Plan formativo de los Hijos de la Divina Providencia
(2004) dedica todo un capítulo al Ecumenismo (n. 412-428). Hay indicaciones
interesantes. En nuestro curriculum de formación teológica es importante que
este aspecto tenga un puesto específico. Algunos hermanos, se han dedicado con
particular pasión y competencia al tema ecuménico. Iniciativas culturales y
relacionales han sido llevadas a cabo periódicamente como por ejemplo algunas
conferencias ecuménicas Orionitas (L’viv –Leopoli- 2009 y Roma 2015) han
servido para reflexionar sobre las experiencias hechas en Congregación.
En referencia al estudio puesto al servicio del ecumenismo,
quisiera recordar que más allá de los documentos del Vaticano II, a las
encíclicas pontificias[65], al Directorio ecuménico [66] y a los discursos del
Papa va estudiada, meditada y practicada sobre todo la Palabra de Dios, fuente
incomparable de luz y fuerza para hacer crecer el conocimiento y la pasión
ecuménica. La conversión a la Palabra de Dios nos educa en un lenguaje que dará
familiaridad al encuentro con los cristianos de otras confesiones.
En fin, recordémonos que la sensibilidad y la eficacia
ecuménica están estrechamente ligadas a la santidad. Don Gaspar Goggi eligió un
argumento ecuménico para su tesis de licenciatura: “Inocencio III y los herejes
de Francia meridional”. Aquellas páginas causaron sensación en la Universidad
estatal y laica de Turín. El asunto central sostenido por Don Goggi fue que “la
Iglesia defiende el depósito de la doctrina de las herejías con el fulgor de la
virtud de los santos, los héroes que la Providencia da como regalo a la Esposa
inmaculada de Cristo”[67].
Educación
ecuménica
El Concilio Vaticano II ha dicho que «no existe un verdadero
ecumenismo sin una conversión interior» (UR 7). El Papa Benedicto explicó: “La
renovación de la vida interior, de nuestro corazón y de nuestra mente, que se
refleja en la vida cotidiana, es crucial en todo diálogo y camino de
reconciliación, haciendo del ecumenismo una tarea recíproca de comprensión,
respeto y amor, «para que el mundo crea» (Jn 17,21)”.[68]
En todas las naciones, nuestras comunidades Orionitas están
en contacto con personas de otras confesiones cristianas y de otras religiones:
la educación al diálogo ecuménico es una necesidad para todos.
Ciertamente nuestro impulso ecuménico Orionita es la caridad
que nos lleva a acoger y a colaborar con todos en las iniciativas de
solidaridad y de servicio, con “personas de todo credo, religión y también sin
religión”. Esto nos reclama un crecimiento continuo en la «sensibilidad
ecuménica» que se manifiesta en las relaciones e influye benéficamente en todas
nuestras actitudes humanas y espirituales frente a la diversidad y también en
los conflictos.
Por ejemplo, la sensibilidad ecuménica nos lleva a conocer y
valorar las costumbres y las tradiciones de los otros, evita toda rigidez en el
juicio y en el comportamiento. «Renunciamos con gozo a las costumbres de
nuestros pueblos, para adaptarnos gustosos a las poblaciones entre las que
vivimos – exhortaba Don Orione -. Todo el mundo es patria del Hijo de la Divina
Providencia, que tiene por patria el Cielo».[69]
La sensibilidad y la cultura del encuentro, en los que tanto
insiste el Papa Francisco,[70] debe inspirar nuestras relaciones: “Cristianos
evangélicos, cristianos ortodoxos, cristianos católicos, pero ¿por qué
divididos? ¿Cómo haremos unidad entre los cristianos si no somos capaces de
tenerla entre los católicos, o de tenerla en familia? ¡Cuántas familias se
pelean y se dividen! Busquen la unidad, la unidad que hace a la Iglesia. La
unidad viene de Jesucristo. Él nos envía el Espíritu Santo para crear la
unidad».[71]
Los Orionitas del lema “Instaurare omnia in Christo” debemos
ser capaces, en el mundo actual, de tender puentes para unir siempre, para
unirnos y unir a todos, en particular a los cristianos de las Iglesias que
tienen ya una cierta comunión por la fe en el bautismo. Hay una expresión
hiperbólica, pero sincera y cierta, de Don Orione que nos debe hacer pensar,
tanto más en el año de la misericordia: “Abrazar a todos, excepto al diablo y,
si se pudiese, incluso a él; abrazar a todos excepto el error manifiesto; a los
errados no sólo acogerlos, sino correr tras ellos”.[72]
Sólidos en la verdad y en la caridad, aunque sin
fundamentalismos irritantes y sin agresividad en nombre de la verdad y del
bien. “La unidad prevalece sobre el conflicto”.[73] Nuestro cuarto voto nos
compromete a esta sensibilidad, nos pide un esfuerzo constante para hacer «obra
de comunión en el interior y en el exterior de la Iglesia, trabajando para ser
fermento de unidad; impulso misionero y ecuménico» (art. 48), para «llevar a la
Iglesia y al Papa a los hermanos más humildes y necesitados; con actividades
tales como la evangelización, la catequesis, misiones y acciones ecuménicas»
(art. 120).
Valorar las
relaciones personales
Me parece oportuno recordar que todos podemos valorar las
relaciones personales con personas de otra confesión y de otras religiones, sin
perder, obviamente, la frescura de nuestra fidelidad a Roma, incluso tratando
de profundizarla. Se trata de fraternizar, sin prisa por entrar en los puntos
conflictivos, sino buscando sobre todo la amistad, descubriendo los “dones” y
las sintonías espirituales y doctrinales, siempre respetuosos con la conciencia
del otro, testimoniando gozosamente nuestras experiencias y convicciones.
Inaugurando el pasado 12 de diciembre, en Tortona, la casa
de acogida “Brazos y Corazones” para refugiados, obviamente de diferentes
confesiones religiosas, he citado la frase de Don Orione “En el nombre de la
Divina Providencia, he abierto los brazos y el corazón a sanos y enfermos, de
toda edad, de cualquier religión, de toda nacionalidad: a todos hubiera querido
dar, con el pan del cuerpo, el divino bálsamo de la Fe”. Muchas veces he citado
esta frase pero esta vez me ha llamado la atención de verbo en condicional:
“hubiera querido dar”. En ello está toda la identidad y la pasión sacerdotal y
apostólica de Don Orione y también su respeto a la libertad de los otros. Allí,
en la tensión del hubiera querido dar, se recoge la conciliación ecuménica
entre “diálogo y anuncio”,[74] entre la gozosa conciencia de la propia
propuesta y la respetuosa consideración de los otros.
Las relaciones fraternas son las más comunes y cotidianas
vías del ecumenismo hoy, porque estamos en una sociedad multiétnica y
multireligiosa. Tiene que ver no sólo con los hermanos cristianos de otras
confesiones, sino también con los creyentes de las grandes religiones, en
primer lugar los judíos, nuestros “hermanos mayores”, y después los musulmanes,
los descendientes de Set – a veces agresivos y desleales -, y los no
exactamente cristianos (Testigos de Jehová, Mormones, New Age, etc.), hasta las
religiones asiáticas[75].
Ecumenismo en
camino con el Papa
"¡Admirable unidad, vital y orgánica, de la Santa Iglesia!
- escribía Don Orione -. Nosotros, por el bautismo y por el Papa, no formamos
nada más que un cuerpo solo, vivificado por el único y mismísimo Espirito
Santo: un solo rebaño, bajo la guía de un solo pastor: el Papa”.[76]
La cuestión del primado de Pedro y de su continuación en los
obispos de Roma es uno de los puntos tenidos como problemáticos en el diálogo
ecuménico. Aquí, sobre “Pedro” y sobre su “piedra” (la fe por él confirmada) se
verifica la comunión y el camino de unidad de los cristianos. "Unum corpus sumus in Christo, unum corpus
sumus in Papa".[77]
Juan Pablo II, en la encíclica Ut unum sint n.95, ha
declarado la voluntad de “encontrar una forma de servicio del primado que, sin
renunciar de ningún modo a lo esencial de su misión, se abra a una situación
nueva”. Hacia este objetivo ha invitado a “pastores y teólogos de nuestra
Iglesia a buscar, evidentemente juntos, las formas en las que este ministerio
pueda realizar un servicio de amor reconocido por unos y por otros”.
Quien busca la unidad de la Iglesia – en el ámbito católico
y no católico - está llamado a no conformarse con una eclesiología de comunión
entendida vagamente en sentido espiritualista, sino a afrontar el camino hacia
la unidad orgánica en la fe, en los sacramentos y en el gobierno con Pedro y
los obispos unidos a él.[78] “Quanta est nobis via?”, se preguntaba Juan Pablo
II en el tercer capítulo de la Ut unum sint, no sabiendo cuánto camino nos
falta hacia la unidad, pero sabiendo bien que éste es el camino.
De una “conversión del papado” ha escrito también el Papa
Francesco en el n. 32 de la Evangelii Gaudium, proponiéndose “un ejercicio de
mi ministerio que lo vuelva más fiel al significado que Cristo Jesús quiso
darle y a las necesidades actuales de la evangelización”.
Benedicto XVI, a nivel doctrinal, y el Papa Francisco, con
su estilo, han transformado en este último decenio el rol del Obispo de Roma,
que «preside en la caridad», como escribía Ignacio de Antioquía, en una
oportunidad ecuménica, más que en una dificultad. El Papado ya no es percibido,
anteriormente así se percibió, como un signo de división sino de unidad para
los cristianos, y también más allá, para toda la sociedad humana.
Nosotros Orionitas, con nuestra especial fidelidad al Papa,
debemos caminar decididamente en esta línea, con este estilo.
El ecumenismo de
la caridad
No sé quién, en la Congregación, empezó a usar la expresión
ecumenismo de la caridad que encontramos también en nuestra Norma 4. Recuerdo
que yo lo usaba en los inicios de los años 80, cuando frecuentaba, con nuestro
Don Sorani, los encuentros ecuménicos del Secretariado de las Actividades
Ecuménicas.[79] Últimamente, retomando en la mano el libro Elogio de la caridad
(de 1968) de P. Domingo Sparpaglione, he encontrado que un capítulo está
titulado como “Ecumenismo de la caridad”.
Qué entendemos por ecumenismo de la caridad.
Cuando Don Orione hablaba de “trabajar” por la unidad de la
Iglesia pensaba sobre todo en las actividades caritativas y de ayuda a los
hermanos más necesitados, a los enfermos, a la gente humilde, de “cualquier
credo o también sin religión”. Recientemente también el documento programático
ecuménico Ut unum sint, n. 74, nos ha recordado que la “fe ocupada en elevar
las miserias espirituales y corporales, en cultivar la educación de la
juventud, en volver más humanas las condiciones de vida”[80] es una importante
y eficaz obra ecuménica.
No pensemos que el ecumenismo se haga sólo con los congresos
históricos y las discusiones doctrinales o que esté reservado a los expertos.
Muchos de nosotros no nos sentiríamos preparados para este tipo de ecumenismo.
Todos, sin embargo, podemos cumplir obras ecuménicas mediante la caridad.
Nuestras instituciones caritativas, educativas y pastorales son un laboratorio
de unidad en el que aprender/enseñar a superar obstáculos, prejuicios y cerrazones.
Esto se realiza si entramos en relación con las personas a las que ayudamos,
con sus familias, con la comunidad de su pertenencia religiosa.
Pueden entusiasmarnos a vivir el ecumenismo de la caridad
dos experiencias contadas por Don Orione, volviendo de Buenos Aires, “ciudad de
dos millones y medio de habitantes, una ciudad cosmopolita donde se pueden
encontrar judíos, turcos, calvinistas, luteranos, anglicanos... Nuestros
Pequeños Cottolengos se han abierto con los mismos criterios y espíritu que el
Cottolengo de Turín, aceptando pobres enfermos de cualquier nación y de
cualquier lengua, con credo y sin credo, sin Dios y sin religión.
Se preguntó a una calvinista qué la había llevado a hacerse
católica. Y ella respondió: '¿Cómo no
creer en la fe y en la religión de la hermana que duerme en el suelo cercana a
mi cama y que se levanta 20, 30, 40 veces cada noche para darme de beber y para
servirme? ¡Ni aunque fuese de mi misma familia podría hacer más por mí!'.
Aquella buena mujer fue empujada a la fe por la caridad sobrehumana de la
hermana”.
Y continúa seguidamente con el segundo recuerdo. “Vino a mí
un señor que me dijo: Quiero fundar un hospicio católico. ¿Usted quisiera
enviarme algunos de sus curas? Y yo: Si por católico entiende universal,[81] es
decir donde se pueda aceptar a todos, sí que acepto en enviar al personal; pero
si quiere fundar un hospital exclusivamente para católicos, claro que no acepto
(y hace el gesto negativo con la cabeza y con la mano). Tenga esto bien
presente porque cuando se acepta a uno que tiene un dolor, no se le pregunta
allí si se ha bautizado o no, sólo si tiene un dolor".[82]
Sí, nuestro impulso ecuménico está recogido sobre todo en el
lema "la caridad no cierra puertas",[83] de la “caridad que unifica y
edifica a todos en Cristo”.[84] Es la caridad la “forma del ecumenismo”,[85] la
“vía más directamente ecuménica”.[86]
Para nosotros Orionita, el "Veritatem facientes in
charitate" (Ef. 4,15) podría ser traducido en “Unitatem facientes in
charitate”. La caridad es un viaje hacia el hermano, con el hermano, hacia el
bien, la verdad, la justicia, la paz: hacia Dios que es caridad y unidad.
III - MIRANDO AL PRÓXIMO 14° CAPÍTULO GENERAL
Queridos hermanos, faltan cinco meses para el inicio del
Capítulo General, fijado entre el 16 de mayo y el 5 de junio de 2016.
«El Capítulo General es el principal signo de la unidad, en
la diversidad, de la congregación y un momento privilegiado de su vida
comunitaria» (Art. 138). Tiene el objetivo de «tratar los problemas de mayor
importancia referentes a la vida de la Pequeña Obra, para que ésta se mantenga
fiel al Evangelio, al espíritu del Fundador» (Art. 138).
A través del discernimiento y de las opciones programáticas
y mediante los nuevos superiores elegidos, la Congregación continúa su camino,
que para estar vivo, tiene que ser fiel a Don Orione y a su carisma y encarnado
en el mundo y en la Iglesia de hoy. Debemos acompañar con mucha oración este
evento del que depende nuestro bien y el de tantas personas que están confiadas
a nuestros cuidados, y relacionado también - aunque seamos pequeños - con el
bien de la Iglesia. El Capítulo no forma parte sólo de la historia privada de
la Congregación, sino que es un acontecimiento eclesial, constituye un momento
de particular presencia del Señor.
A partir del 16 de mayo de 2015, ha tenido lugar el Capítulo
en comunidad ayudados por el Cuaderno de reflexión. Ha sido realizada una
Encuesta personal de tipo sociológico, para hacer surgir algunos datos y
sentimientos comunes sobre algunos puntos específicos. Se han concluido también
los Capítulos y Asambleas Provinciales que han elaborado propuestas y elegido a
los representantes para el Capítulo General. Todas estas implicaciones
preparatorias tienen el objetivo de dar globalidad y continuidad al camino de
la Congregación en un contexto de gran diversidad y de cambio.
Para cuidar la comunión en progreso de la Congregación, hoy,
tienen cada vez mayor importancia los secretariados y otras modalidades de
comunión y de animación. Se nutren esperanzas en los recorridos más que en las
decisiones individuales, en los proyectos (personal, comunitario, apostólico,
de Congregación) y no sólo en los reclamos idealistas de la identidad.
En la Congregación se ha madurado y consolidado la práctica
de una metodología de renovación que integra y relaciona los instrumentos
ofrecidos por las Constituciones (capítulos, asambleas de programación y de
verifica, acciones de los secretariados, reuniones de directores, etc.). Dentro
de esta metodología se encuentra el 14° Capítulo General que se está moviendo
sobre dos coordenadas muy estimulantes. Por un lado está la perspectiva
unificante del Capítulo: la persona del religioso, en sus dimensiones
complementarias; y por otra, está el clima eclesial de una Iglesia en
movimiento, en salida hacia las periferias existenciales, dado por el Papa
Francisco.
El título del Capítulo “Servidores de Cristo y de los
pobres” – y todo el hermoso texto de Don Orione del que ha sido sacada la
expresión[87] – nos indica bien y concilia el reclamo de autenticidad y de
apostolicidad que se pide hoy a la Congregación, a la Vida Consagrada y a la
Iglesia para “salvar al mundo” hacia una humanidad según el corazón de Dios y
el corazón del hombre.
Tarea específica del Capítulo general será, sobre la base de
cuanto llegue de los Capítulos Provinciales y ordenado en un Istrumentum
laboris por una comisión pre-capitular (se reunirá en el próximo febrero),
evaluar y decidir las líneas del proyecto del sexenio, fijando algunos puntos
de planificación general.
Cada línea del proyecto de Congregación para el próximo
sexenio incluirá una acción prolongada en el tiempo, es decir un recorrido para
actuar sobre un objetivo preciso y vital y las intervenciones necesarias que
favorezcan la capacidad de los religiosos para alcanzarlo; cada línea de acción
contendrá igualmente el reclamo a la situación y a las motivaciones vocaciones
(Don Orione, Constituciones, Magisterio…) que la hacen necesaria.
Nuestras oraciones
A la vida de la Congregación pertenecen de pleno derecho la
muerte y la vida en Dios de los hermanos y de otros protagonistas que han sido
parte integrante de la misma.
Confiamos a la divina misericordia a todos nuestros Amigos,
Bienhechores, Ex Alumnos difuntos que contribuyeron al bien de la Pequeña Obra.
Nuestra especial y común oración vaya también para los no
pocos hermanos enfermos o tocados por los límites de la edad avanzada. Muchos
hermanos y comunidades se dedican a su cuidado para aliviar los problemas de
salud y de soledad; es una obra altamente meritoria, bendecida por el Señor,
que refuerza los vínculos de fraternidad en la Congregación.
Y concluyo deseando una muy Feliz Navidad y Buen año 2016.
Será un buen año, basta que "cada una de nuestras
acciones sea una oración, que cada una de nuestras obras sea un suspiro de
caridad: y después cada uno de nuestros desánimos y las contrariedades no nos
sirven sino como una escalera para subir más alto. Esa mano de Dios que ha
guiado siempre con dulzura y fortaleza a nuestros padres y les ha socorrido
oportunamente en los peligros de la fe, no será menos sobre nuestras cabezas.
Esa misma diestra de Dios vencerá por encima de nosotros y ninguno de cuantos
hayan trabajado por su Señor será confundido para la eternidad: Deus expugnavit
pro te inimicos tuos” (Don Orione).
Vuestro hermano y padre en Cristo y en Don Orione
Sac. Flavio Peloso, FDP
(Superior General)
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