domingo, 21 de julio de 2013

APÓSTOL DE LA ALEGRÍA

San Luis Orione Apóstol de la Alegría
De Don Orione se conocen muchas cosas: su incondicional fidelidad a los pobres y a la Iglesia de Jesús, sus infatigables recorridos misioneros llevando el Evangelio del amor y la esperanza, la radicalidad de sus opciones, su intrépida pasión por el bien.
Pero, tal vez, un aspecto poco conocido de su personalidad, aunque no menos importante, fue su espíritu alegre, o como se suele decir, su buen humor.
En efecto, sus esfuerzos, sacrificios y luchas se complementaron bien con la alegría, esa experiencia tan propia de aquellos que viven la vida con sentido, y más aun si ese sentido trasciende lo humano.
Para Don Orione la alegría fue como ese motor secreto que le oxigenó la fe, aumentándole tanto más su esperanza en la humanidad como su confianza en la Providencia de Dios.
Y así lo transmitió, por eso, al recorrer estas cartas, escritos e intimidades de Luis Orione, vamos a tener la posibilidad de descubrir, más que al Apóstol de la Caridad, al Apóstol de la Alegría.



Sólo un muchacho… de 62 años

(trozo de una carta escrita desde Victoria, Bs.As., año 1934)

Te digo que estaría muy bien, si no fuese por algunas molestias cardiacas que no me permiten trabajar más que un poco durante el día, y no me dan tregua de noche. Pero, como puedes ver, no me quitan el buen humor.
¡Vamos, hombre! Que no somos más que jóvenes de 62 años, por eso, si alguna de estas noches llegara a venir la hermana muerte, la recibiré con fiesta, ya que viví bastante, ¿no te parece? ¡Cuántos hay que ni siquiera tocaron los 60!
Por lo tanto, conformémonos y que sea como Dios quiera. Porque, si Dios me da vida, ¿tengo esperanza de darle trabajo a tu astillero? (...)
¿Tienes trabajo? ¿Estás de buen humor? Si tienes trabajo y estás de buen humor, fúmate un cigarrillo a mi salud, porque yo rezo para que haya trabajo en tu taller y siempre estés de buen humor
¡Fíjate qué contento está este viejo cura sin pre-ocupaciones! Y tú, querido Franco, ¿estás alegre?


Un santo triste… es un triste santo

(palabras escritas desde San Remo –Italia el 12 de marzo de 1940, último día de su vida)

Pareciera que el Señor nos quiere, en cierto sentido, siempre niños y siempre alegres y serenos. Es así, al Señor se lo ama y se lo sirve en santa alegría, y no en tristeza; por eso San Francisco de Sales no creía en la santidad melancólica y triste, y solía decir: “Santo triste, triste santo”.
San Francisco de Asís, no se conformaba con tener alegría, sino que quería la perfecta alegría. Yo conocí a Don Bosco, que estaba siempre alegre y de buen humor, hasta cuando le quitaron la misa. Y Santa Teresa decía: “Nada te turbe”.
Nuestros hermanos, los santos eran así, y así tenemos que esforzarnos, vencernos, y ser también nosotros: siempre contentos y alegres en el Señor. ¿Y cómo podríamos no estar llenos de santa alegría si el Señor está cerca de nosotros y en nosotros?:  “Escrúpulos y melancolía, lejos de la casa mía”, decía San Felipe Neri. (...)
¡Qué flor de prédica le hice, Señora condesa, qué flor de prédica!

 

Estar alegre y bailar… hasta en Cuaresma

(fragmentos de cartas de Don Orione al P. Montagna y al P. Ignudi, año 1934)

Nosotros somos los alegres de la caridad: somos los santos de la alegría. ¡Ay de nosotros si andamos por ahí con gestos y cara de cuaresma! ¡No, no, yo quiero estar alegre y bailar –en el Señor- hasta en cuaresma!
Si estamos tristes ¿cómo daremos felicidad a los que están con nosotros? Tenemos que irradiar el gozo, la alegría de Dios, la felicidad de Dios: hacer sentir que servir y amar a Dios es vida, calor, ardor, es vivir siempre alegremente, y que sirviendo a Dios se siente una paz alegre, el bien, y el gozo santo de la vida.
Canten, toquen, alégrense en el Señor: llenen la casa de un dulce clima de fiesta. Yo quiero bailar, cantar y tocar, hasta después de muerto.
Hoy tengo muchas ganas de bailar: ¿habrá baile en el Cielo? Si hay música, habrá también baile: yo quiero cantar y bailar siempre. En todo caso el Señor me preparará una sección especial para no molestar demasiado a los contemplativos.
Estoy contento porque en el cielo habrá siempre fiesta: y en las fiestas, siempre hay alegría, cantos, bailes, en el Señor, y clima festivo. Quiero tenerlos a todos alegres: cantar y bailar siempre: quiero ser el santo de los bailes, de los cantos y de la alegría en el Señor.


En cama y a pura agua… hubiera sido a puro vino, todavía

(fragmentos de cartas que envía desde Buenos Aires, mes de junio de 1935)

Querían que me quedara en cama por lo menos tres días, y a pura agua. ¡Imagínense!
Si me hubieran dicho que tenía que estar en cama a puro vino, bueno, a lo mejor me hubieran convencido, ¡pero a pura agua! ¡Y además quedarme en cama!
Se trata de ese tal Gonnella que estuvo con nosotros en San Bernardino el primer año y después en Santa Clara; ahora es médico aquí, y toda una autoridad en medicina. (...)
¿Sabes lo que le dije? Escúchame, Gonnella, si me dijeras que me quede en cama tres días a vino puro, entonces estamos de acuerdo; a lo mejor me paso todo el día cantando, está bien, pero a pura agua ¡vamos! Un poco de discreción; ¿ésta es la gratitud que me demuestras por haberte recibido en el colegio?”


 

De buen humor… pero sin zapatos

(fragmento de una circular desde Buenos Aires, para la Pascua de 1936)

Hace algunos meses el Cardenal Schuster, arzobispo de Milán, después de visitar el Pequeño Cottolengo de Milán, le dijo a nuestro Padre Sterpi: - Escríbale a Don Orione que si llega a volver de América con plata, no lo voy a reconocer más como Don Orione.
Cuando me llegó el mensaje, me pasé un cuarto de hora de risa, porque justo en ese momento, yo no tenía zapatos, por lo que no podía salir de mi habitación. (...)
Pareciera que el Señor me hubiera dicho: pondré enemistad entre ti y el dinero.
Como pueden ver, queridos míos, estoy de muy buen humor: esto les da a entender que estoy bien de salud: quédense tranquilos, y también ustedes siempre de humor alegre: sirvamos al Señor alegremente.

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