En este texto Don Orione confirma su visión de un futuro de redención por la cruz de Cristo.
Mientras haya lágrimas y esclavos en la Serra, Cristo vuelve, siempre volverá; volverá a dar
plena libertad a su Iglesia. Volverá triunfalmente, en brazos del pueblo, sobre un trono de
corazones.
Cuando parezca que el pueblo ha sido definitivamente arrebatado a Dios, entonces despertará
como un hombre fuerte y comprenderá que sólo Cristo es su vida y su felicidad, y con voz
potente y angustiosa invocará al Señor, el Dios de la misericordia.
Y entonces, con sólo levantar un Crucifijo el pueblo se arrojaría a sus pies y resucitaría a una
vida más alta. Aunque se destruyeran los altares y se desparramaran las piedras del santuario.
O aún cosas peores sucedieran; si sólo quedara en las ruinas un trozo de la Cruz que adoramos
o un retazo del manto de María, ¡eso bastaría! Y el pueblo volverá a creer, a amar y a adorar, y
a vivir; y el mundo asistirá a un nuevo y más vasto resurgimiento de vida cristiana y de
civilización.
Es imposible vivir en medio del odio, y Jesús está preparando un gran cambio. Y la hora se
Mientras haya lágrimas y esclavos en la Serra, Cristo vuelve, siempre volverá; volverá a dar
plena libertad a su Iglesia. Volverá triunfalmente, en brazos del pueblo, sobre un trono de
corazones.
Cuando parezca que el pueblo ha sido definitivamente arrebatado a Dios, entonces despertará
como un hombre fuerte y comprenderá que sólo Cristo es su vida y su felicidad, y con voz
potente y angustiosa invocará al Señor, el Dios de la misericordia.
Y entonces, con sólo levantar un Crucifijo el pueblo se arrojaría a sus pies y resucitaría a una
vida más alta. Aunque se destruyeran los altares y se desparramaran las piedras del santuario.
O aún cosas peores sucedieran; si sólo quedara en las ruinas un trozo de la Cruz que adoramos
o un retazo del manto de María, ¡eso bastaría! Y el pueblo volverá a creer, a amar y a adorar, y
a vivir; y el mundo asistirá a un nuevo y más vasto resurgimiento de vida cristiana y de
civilización.
Es imposible vivir en medio del odio, y Jesús está preparando un gran cambio. Y la hora se
acerca ya: todo lo está anunciando. La victoria final será siempre de Dios; y el triunfo de Dios ‐
como Salvador y Padre que es‐, será un momento grandioso de misericordia universal.
Queremos llevar a Cristo al corazón de los humildes y pequeños, al corazón del pueblo, y llevar
al pueblo a amar cada vez más a Cristo, la familia y la patria.
Centrarlo todo en Cristo [Ef 1,10]: que los hombres y los pueblos se impregnen de cristianismo,
que haya una restauración cristiana y social de la humanidad. (...) Pero hay que educar cada
vez más a la juventud para Dios, e ir al pueblo, vivir su vida, sufrir sus sufrimientos.
Y en este tan doloroso y tan triste momento de la historia, Amigos, tomemos la resolución de
conservar inextinguible y cada vez más ardiente el fuego sagrado del amor a Cristo y a los
hombres. Y realicemos la caridad abriendo nuestra mano fraternal, y el corazón,
especialmente a las clases proletarias, a los pobres obreros, a los más humildes y afligidos.
Difundamos en el pueblo, en la juventud, en la patria este vivificante amor cristiano.
Sin este fuego sagrado de amor y luz ¿qué sería de la humanidad? Oscurecida la inteligencia,
helado el corazón como el mármol de una tumba, la humanidad viviría convulsionada por toda
clase de sufrimientos, sin alivio ni consuelo, abandonada a la traición, los vicios, y los más
nefandos crímenes.
¿Qué sería del hombre y de la civilización si las masas populares, dominadas por el egoísmo y
las bajas pasiones, y envenenadas por insidiosas teorías comunistas, quebrantaran toda ley,
todos los frenos de una vida honesta, cristiana y civilizada? (...) El mundo terminaría en llamas,
y los hombres se despedazarían unos a otros, como ni las besSas.
¿Qué puede ganar la humanidad renegando de la caridad de Cristo?
Con Cristo todo se eleva, todo se ennoblece; la familia, el amor a la patria, los talentos, las
artes, las ciencias, la industria, el progreso, la organización social: sin Cristo todo se rebaja,
todo se oscurece y se pierde: el trabajo, la civilización, la libertad, la grandeza, las glorias
pasadas; todo se destruye, todo muere.
como Salvador y Padre que es‐, será un momento grandioso de misericordia universal.
Queremos llevar a Cristo al corazón de los humildes y pequeños, al corazón del pueblo, y llevar
al pueblo a amar cada vez más a Cristo, la familia y la patria.
Centrarlo todo en Cristo [Ef 1,10]: que los hombres y los pueblos se impregnen de cristianismo,
que haya una restauración cristiana y social de la humanidad. (...) Pero hay que educar cada
vez más a la juventud para Dios, e ir al pueblo, vivir su vida, sufrir sus sufrimientos.
Y en este tan doloroso y tan triste momento de la historia, Amigos, tomemos la resolución de
conservar inextinguible y cada vez más ardiente el fuego sagrado del amor a Cristo y a los
hombres. Y realicemos la caridad abriendo nuestra mano fraternal, y el corazón,
especialmente a las clases proletarias, a los pobres obreros, a los más humildes y afligidos.
Difundamos en el pueblo, en la juventud, en la patria este vivificante amor cristiano.
Sin este fuego sagrado de amor y luz ¿qué sería de la humanidad? Oscurecida la inteligencia,
helado el corazón como el mármol de una tumba, la humanidad viviría convulsionada por toda
clase de sufrimientos, sin alivio ni consuelo, abandonada a la traición, los vicios, y los más
nefandos crímenes.
¿Qué sería del hombre y de la civilización si las masas populares, dominadas por el egoísmo y
las bajas pasiones, y envenenadas por insidiosas teorías comunistas, quebrantaran toda ley,
todos los frenos de una vida honesta, cristiana y civilizada? (...) El mundo terminaría en llamas,
y los hombres se despedazarían unos a otros, como ni las besSas.
¿Qué puede ganar la humanidad renegando de la caridad de Cristo?
Con Cristo todo se eleva, todo se ennoblece; la familia, el amor a la patria, los talentos, las
artes, las ciencias, la industria, el progreso, la organización social: sin Cristo todo se rebaja,
todo se oscurece y se pierde: el trabajo, la civilización, la libertad, la grandeza, las glorias
pasadas; todo se destruye, todo muere.
pag 67 a 68 deDon Orione Un Profeta de Nuestro Tiempo
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