viernes, 9 de julio de 2021

ABAD CARONTI VISITADOR APOSTÓLICO

 p3 Mientras tanto crecen las dificultades en torno a la Congregación en Italia. Los malévolos estrechan el cerco agresivo y el ataque aflige a Don Orione hasta provocarle lágrimas de sangre. En el interín, la señora Queirolo Solari, insigne benefactora que hiciera posible el "Pequeño Cottolengo" genovés de Paverano, enfermó y se agrava semana tras semana; solicita su presencia y él le hace saber que espera volver a la patria...

                Su muerte lo entristece profundamente. En una carta a las Hnas., fechada el 5 de octubre de 1936, revela sus sentimientos: "Por cierto resulta una pena inmensa para mí no poder haber estado presente, pero me consuela saber que Don Sterpi, el canónigo, y muchas de vosotras la habéis rodeado de santo afecto cristiano. Que haya sufrido tanto por mi lejanía también constituye un verdadero dolor para mí y se lo ofrezco al Señor como homenaje a esa gran alma, si es que aún necesita homenajes. En el Cielo, donde espero esté ya, lo comprenderá todo y comprenderá también los motivos por los cuales dejé pasar un mes y luego otro - para no hacerla sufrir más - ocultándole mis tribulaciones; quizás se hubiera muerto antes, de dolor. ¡Que todo sea por el amor de Dios!".
                E insistiendo sobre el motivo del dolor, agrega en la misma carta: "Cada hoja que cae, cae porque Dios lo quiere o lo permite; y todo lo que Dios quiere y permite es para nuestro bien y para el bien de nuestra Congregación. ¡No debemos perder el ánimo! El Señor, para corregirnos, para hacernos tener la cabeza baja, para hacernos más buenos, para hacernos más parecidos a El, nos arroja sobre las espaldas un fragmento de la Santa Cruz. ¿Qué debemos hacer? ¡Abrazarla! ¡Abrazarla! ¡Abrazar la Santa Cruz! No basta venerarla, incensarla en el altar; es necesario amarla, abrazarla, recibirla: a Jesús se lo ama y sirve en la Cruz, crucificados".
                Los temas aludidos en la carta son explicados más claramente en una carta al sobrino de la señora Solari Queirolo: "Comprenderá que nunca le hubiera dado a entender a su tía - debía actuar así para no ocasionarle un gran dolor - que no es sólo el Cottolengo Argentino ni el trabajo lo que me mantiene alejado; sólo ahora me atrevo a sugerirle el motivo por el cual no tomo un avión o no regreso de cualquier manera. Querido Señor Pío (Solari), me he arrojado al mar casi como un Jonás, con la esperanza de salvar la pobre barca de mi Congregación, no de las deudas sino de furiosas persecuciones. Ahora podrá entender algo...".
|p4 Don Orione esperaba que al partir hacia la Argentina, las hostilidades cesaran; pero no ocurrió así y en 1936, como vimos, la situación se mantenía <208>. Por eso, hacía algún tiempo él mismo, después de haber pedido consejo, le había ordenado a Don Sterpi solicitara a la Sede Apostólica el envío de un representante a la Obra. "No tememos a la Iglesia - decía - como no se teme a la madre que se ama...".
                El 19 de junio de 1936, Don Sterpi se dirigió a la Sagrada Congregación de Religiosos. Cuando Don Orione se enteró, le escribió:
                "La última carta tuya es del 19 de junio, en Roma, fiesta del Sagrado Corazón, con el breve informe de la visita a Monseñor Pasetto. Deo gratias, siempre, de cuanto Dios quiere y permite. Estoy muy contento de que el paso se haya dado en la fiesta del Sagrado Corazón".
                El 10 de julio la Santa Sede nombró Visitador Apostólico al conocido liturgista padre Manuel Caronti, benedictino, abad de San Juan Evangelista, en Parma.
                Veinte días antes, el 21 de junio, presintiendo este nombramiento, Don Orione había enviado un telegrama que asombró al mismo Padre Caronti, quien testimoniaría luego que no conocía el nombramiento, y a los funcionarios de la Curia Romana. "Abad Caronti, Benedictinos, Parta. Sumamente complacido Vuestra Señoría Visitador Apostólico Pequeña Obra Providencia, me pongo en sus manos con todos mis pobres hijos. Disponga con amplitud. Estaremos felicísimos con cualquier disposición. La Congregación es suya en humildad, amor, obediencia filial y devota. Don Orione".
                Tres días después escribió a Don Sterpi: "Conocí al abate Caronti en Parma. Por lo que oí de él y por la impresión que recibí, no podríamos tener un visitador mejor. También Don Brizio me habló a menudo de él, como de un religioso sumamente digno, de criterios equitativos y no mezquinos. Es cierto que esta visita es provocada por personas no benévolas, pero sobre nosotros están el Señor y la Virgen Santísima. Lamentaría que el abate Caronti no aceptase. Pensemos que si el Señor dispuso y permitió todo esto, será siempre para nuestro mayor bien".
                Don Sterpi le comunicó no saber nada sobre la designación del Padre Caronti y Don Orione esperó en paz la confirmación hasta la tarde del 11 de julio, cuando recibió el anuncio telegráfico.
                El 26 de agosto de 1936, el Padre Caronti inició la visita canónica oficial con una ceremonia simple, muy devota, en el santuario de la Virgen de la Guardia en Tortona, durante un rito de oración; estuvieron presentes las comunidades residentes en la ciudad y los representantes de numerosas casas de la Obra.
                Inmediatamente Don Orione quiere "alinearse". Resulta conmovedor ver a este Fundador que suscitara un mundo, que ahora, ante una simple orden de la Santa Sede, "se cuadra" <209> sin vacilar, declarándose el "último" en su propia Congregación.
                El 26 de junio de 1936 escribió a Don Sterpi: "Me haréis conocer los términos del documento que el Visitador Apostólico os presentará y de cuanto os diga para saber si podemos o no dispone todavía de alguna cosa y hasta dónde. Bendigo nuevamente. Viva Jesús...".
                "Tres veces Deo gratias - escribió nuevamente a Don Sterpi el 12 de agosto de 1936 - por el Santo Visitador que nos ha enviado... Estoy contento de que venga para la fiesta de la Guardia...".
                Y el 9 de setiembre:
                "No quisiera que el Visitador temiese disgustarme al tomar las determinaciones que considere necesarias o útiles para el bien de la Pequeña Obra; ¡no! ¡no! Si alguna vez advertís este temor, os ruego le digáis cómo pienso y que cuanto haga me placerá...".
                El 28 de octubre de 1936: "Decidle que se quede siempre con nosotros, al menos, todo lo que pueda...".
                La visita apostólica del abad Caronti estaba destinada a durar muchos años, hasta 1946, es decir, hasta bastante después de la muerte de Don Orione. Sería interesante seguirla en los detalles que fueron forjando un constante agradecimiento y veneración recíprocas, y basta leer los testimonios del mismo Caronti para comprender estos sentimientos.
                También es preciso decir que la visita misma precisó, bajo muchos aspectos, figuras, institutos, tareas y finalidades. La Congregación maduraba a la luz de los últimos años del Fundador; en esta maduración influían enormemente las experiencias que el propio Fundador realizaba en América latina, así como en otras partes del mundo, e influía también la gran tragedia de la guerra de españa, cuyas primeras escaramuzas tuvieron lugar entre junio y julio de 1936. Vale la pena que nos detengamos brevemente en esta hora particular de la vida, el pensamiento y la obra de Don Orione <210>.

<207> Carta de Don Orione a Don Sterpi, del 27.6.1936.  
<208> En marzo de 1935 fue trasladado desde Nola (Nápoles) a la Cátedra de San Marciano en Tortona, Mons. Egisto Domingo Melchiori, de origen bresciano, y que fuera profesor del futuro Pontífice Paulo VI. Don Orione, con su impulso habitualmente generoso, quiso festejar la incorporación a la diócesis del nuevo Electo, enviando una carta colectiva que exaltaba la grandeza del ministerio episcopal. Se trata de un trabajo logrado como investigación y magnífico por los sentimientos de devoción, obediencia y fidelidad a la Iglesia, al Papa y a los Obispos que allí se expresan (en "Cartas de Don Orione", v. II, págs. 177 y s).
<209> No bien tuvo la confirmación de que el Abad Caronti era el visitador apostólico, Don Orione redactó una circular a todos sus hijos, diciendo, entre otras cosas lo siguiente: "¡Oh, bienvenido sea el Enviado del Señor y de la Sede Apostólica! Con la ayuda divina, lo seguiremos alegremente y nada nos resultará más dulce que escucharlo, secundarlo, obedecerlo y amarlo en el Señor. Viene a nosotros en nombre del Señor y con Autoridad Apostólica. Desde hoy, es mi y vuestro superior inmediato: me coloco y os coloco a todos en sus manos; yo, con gran alegría, sólo soy y seré el último de vosotros hasta que la misericordia de Nuestro Señor Jesucristo y la caridad de la Santa Sede deseen mantenerme en la Pequeña Obra de la Divina Providencia; la cual Obra declaro no haber sido fundada por mí, ni constituida con medios humanos, ni conservada y acrecentada por mí sino por gracia y voluntad del Omnipotente y Providentísimo Dios y Señor Nuestro Jesucristo, a pesar de mi miseria y mi pecado. Y ha surgido por la intercesión maternal, especialísima de la Beata Virgen María, Inmaculada Madre de Dios y nuestra" (de "Don Carlo Sterpi", Roma, 1961, págs 553 y s). "Queridos hijos míos en Jesucristo - escribió en julio de 1936 -, veo derrumbarse todo un pasado, aunque en parte ya estaba en ruinas; las bases del viejo edificio social están minadas; una conmoción cambiará, quizá pronto, el rostro del mundo...
                "¿Qué surgirá de entre tantas ruinas?
                "Somos Hijos de la Divina Providencia; ¡no desesperemos sino más bien confiemos mucho en ella!".

Abate CARONTI Emanuele (Benedettino), da Subiaco (Roma), muerto en Noci (Bari) en 1966, a los 83 años de edad , 68 de  Profesión y  61 de Sacerdocio. Visitador  Apostólico de la Pequeña Obra de la Divina Providencia desde el 10 julio 1936 al 21 octubre de 1946.
10 de julio: la Santa Sede nombra Visitador Apostólico de la Obra al Abad Emanuel Caronti.
una carta personal fechada el 1 de agosto de 1936; Don Orione desde la capital argentina, ignorando los motivos de la intervención pontificia del Abad Emanuel Caronti, relaciona ésta con los acontecimientos por los que había escrito, dos años atrás, a Mons. Simón Pietro Grassi; entonces explicó al Abad las motivaciones profundas que lo llevaron a venir a América Latina:
[...] Y aquí me parece conveniente manifestar en forma reservada a su Excelencia, que, cuando dejé Italia, no vine a América sólo con la intención de visitar las casas que la Pequeña Obra de la Divina Providencia ya poseía aquí, sino que sin confesárselo a nadie, ni siquiera a Don Sterpi, para no causarle un dolor todavía más grave, me he arrojado al mar, como si fuese un Jonás, con la esperanza de que mi alejamiento, calmase las olas furiosas, y salvado la barca de mi pobre Congregación. Y además era necesario que yo me alejara para interponer un acto claro, en salvaguarda de mi buen nombre. Desde hace cuatro años que vengo esperando en vano, en silencio, en oración y confianza, que se dijese una palabra de defensa de una horrible calumnia, divulgada en la Diócesis y fuera de ella, semejante a la del vicioso Sacerdote Florencio. Viendo que, entonces, era inútil esperar, he creído que debía seguir el ejemplo de San Benito, que abandonó Subiaco, y se retiró a Montecassino. Por lo que desaparecí silenciosamente de Tortona, aprovechando la ocasión del Congreso Eucarístico. Y, dejando la Congregación en buenas manos, puse mi causa en las manos de Dios[1].
El horizonte de sentido existencial aparece cuando en mi rostro están los rostros de quienes son los destinatarios de mi existencia, llamado y vocación. Cuando en mi rostro están tallados los rostros de mis hermanos del Pequeño Cottolengo, de los hogares, de las escuelas y misiones en las que vivimos entregando nuestras vidas. Porque no peregrinamos a lugares: peregrinamos a los hermanos y hermanas y en ellos peregrinamos al Otro, que es Dios.
Y así como la novedad del Reino se pone de manifiesto en el amor a los pobres y en su liberación, esta caridad es la confesión de fe más profunda de la presencia salvífica de Cristo en la historia. En esta perspectiva entendemos la intensidad heroica con la que Don Orione vivió su pasión apostólica en favor de los hombres. Su ardor, por hacer que todos sean alcanzados por este amor de Jesús, lo llevó a pedirle la gracia de alcanzar los más alejados; los excluidos; los que son considerados por el mundo como desperdicios: y Luis Orione peregrinó a los otros, abrazando la condición de Jesús; tallando en su rostro el sufrimiento de sus hermanos en su propio corazón: Orione, L., a E. Caronti, 01.08.1936, Summ., § 563; se conserva también de esta carta una minuta, donde se agrega en este párrafo: «[...] en buenas manos, las de Don Sterpi, me refugié». Idem, a E. Caronti, 01.08.1936, mi., ADO, Scr., 19,91-92; con otra carta al mismo destinatario, fechada el 19 de agosto, explicita la causa de la calumnia: «En cuanto al hecho doloroso que me afecta y que, en un primer momento pensé que hubiera provocado la visita suya, es cosa un poco extensa para contar. No quisiera resultar demasiado prolijo [...] Un día llega el correo, y Don Sterpi no estaba en casa; [...] leo. En un primer momento no entendía de qué se trataba. La cosa me parecía extraña. Después caí en la cuenta. Él [Mons. Bacciarini] enviaba a Don Sterpi el testimonio jurado de un Párroco suyo, el de Melide (no era Don Bornaghi) el cual contaba que supo tener en su casa a dos sacerdotes de la Diócesis de Tortona, de los cuales uno era Arciprete, y que había escuchado que Don Orione , cuando estuvo en Messina en calidad de Vicario General, después del terremoto habría frecuentado un prostíbulo, y que se encontró su nombre en los registros de la casa [...]» Orione, L, a E. Caronti, 19.08.1936, Summ., § 564. Scritti
69, 320. Don Orione tuvo también algunos problemas por esto de pensar y hablar de modo humilde de    mismo  y  de  la  Congregación.  Había  quienes  miraban  más  el  orden  que  la  sustancia.
Sabemos  que  el Visitador apostólico, el abad Emanuele Caronti, fue enviado en 1934 “para poner orden” en la Congregación.
Don  Orione,  refiere  a  Don  Sterpi:  “Esta  mañana  él [el  Visitador] fue  llamado  por  los  Religiosos [la Congregación de la  Santa Sede] Por un artículo aparecido en el Corriere della Domenica, donde se dice que yo mismo llamo a nuestra Congregación  «un  gran lio». Me ha preguntado si es cierto. Le he respondido que si,  y  que  se  lo  digo  especialmente  a  los  Obispos  de  la  Iglesia  para  que  no  se dejen  embaucar  por  mí,  y  a nuestros sacerdotes y clérigos para que no se llenen de soberbia si la Divina Providencia se sirve de nuestros trapos para hacer un poco el bien, no porque queramos  hacer las cosas mas o menos”;
carta del 12.1.1939,
Scritti  19, 309. 1 Scritti 45, 60.
26 de octubre: el Abad Caronti comienza oficialmente la Visita Canónica Uno de los grandes deseos de Don Orione era que sus seminaristas armenios fuesen ordenados en rito armenio, por lo que le pidió a su vicario, el P. Sterpi, presentar el caso a la Congregación para las Iglesias Orientales. Él soñaba que algún día ellos pudiesen trabajar con la comunidad armenia y transformarse en un puente de unión entra la Iglesia de Roma y las Iglesias Orientales.

Pero nunca llegó a ver su deseo hecho realidad. De hecho los seminaristas Dellalian y Chamlian fueron ordenados bajo rito romano y no bajo rito armenio. Aparentemente, el Visitador Apostólico enviado por la Santa Sede, el abad benedictino Emanuele Caronti, desalentó dicha iniciativa dada la inminencia de la guerra y la conclusión del 1° capitulo general de la Congregación (Agosto de1940). 
Luego de algunos años, la Congregación obtendrá que los PP. Dellalian y Chamlian puedan celebrar la misa en rito armenio
 A pocos meses del fallecimiento de Don Orione, el Abad Emanuel Caronti, visitador apostólico de la congregación; pidió informe de cada casa.                        
En 1942 el abad Caronti con la colaboración de Don Sterpi pidió y obtuvo de la Sagrada Congregación para los Religiosos permiso para convocar el Primer Capítulo General de las Pequeñas Hermanas Misioneras de la Caridad fue elegido Superiora General Madre María Francisca Cecchetti. La nueva Superiora General y su Consejo, inició la redacción de las constituciones de las Pequeñas Hermanas Misioneras de la Caridad. Colaboró, el ​​abad Caronti y sacerdotes orionitas.
 Fuente: fragmentos de distintos escritos : Conociendo a Don Orione del P. Fernando Fornerod; Papasogli, Don Orione.org.


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