lunes, 23 de marzo de 2020

EL APÓSTOL DE LA CARIDAD CAMINO DE SANTIDAD




El mismo Don Orione expresó en una de sus cartas: “Muchas veces he sentido a Jesucristo cerca de mí, muchas veces he visto a Jesús en los más rechazados y más infelices. Esta obra es tan querida por el Señor que parecería la Obra de su Corazón; ella vive en el nombre, en el espíritu y en la Fe de la Divina Providencia: el Señor no me ha mandado a los ricos, sino a los pobres y a los más pobres y al pueblo”.
En nuestro Fundador el acercamiento al pobre no es el fruto de una compasión sólo humana, sino la causa y efecto de una experiencia espiritual profunda. La experiencia mística de Don Orione constituye un don, una invitación y un compromiso: conocer el amor de Dios, de Jesucristo hacia nosotros y dejarse conducir por el Espíritu en la lógica del amor.
Don Orione quiso renovar todo en la caridad, con los ojos abiertos sobre las realidades, las miserias de los hermanos y sobre la misión confiada a él por Dios. Nos invita a mirar la realidad para transformarla con la caridad, vivir la verdad y la justicia en la caridad, haciendo de modo «que las letras, la ciencia, la virtud... vuelvan a parecer aquellas indisolubles hermanas que demasiados se empeñan tontamente en separar.
De este modo la caridad se realiza no como paliativo asistencial, sino como promoción de justicia, de dignidad humana y de salvación integral del hombre y de la sociedad. Santo de la sociedad y de lo cotidiano
Don Orione no es santo porque se lo canoniza, sino que se lo canoniza porque vivió como un santo y así lo han percibido la sociedad y las personas que tuvieron relación con él o recibieron los frutos de su opción y su trabajo, particularmente los más necesitados y excluidos de la sociedad: los enfermos, las personas con capacidades diferentes, los niños y todo aquel que tuviera un dolor o sufrimiento.
Lo que daba valor al encuentro con Don Orione, sobre todo en los últimos años de su vida, era su fama de santidad. En el barco que lo traía a la Argentina en 1934, el Cardenal Pacelli lo señalaba a la gente diciendo: “Besen la mano a Don Orione, que es un santo”. Los amigos, los bienhechores, los necesitados que hacían la fila en Milán, en Génova, en Buenos Aires, para hablar con Don Orione, buscaban en su mirada un reflejo del rostro paternal de Dios.
Toda la vida de Don Orione fue un camino de santidad, que lejos de quedar encerrada en el ámbito de la Iglesia, pretendió llegar hasta lo más profundo de la sociedad y sus estructuras: “Tenemos que ser santos, pero no tales que nuestra santidad pertenezca sólo al culto de los fieles o quede sólo en la Iglesia, sino que trascienda y proyecte sobre la sociedad tanto esplendor de luz, tanta vida de amor a Dios y a los hombres que más que ser santos de la Iglesia seamos santos del pueblo y de la salvación social ”.

Lo extraordinario de un santo es que vive en forma extraordinaria lo ordinario, la vida de todos los días. Sin dejar de reconocer en Don Orione características personales de excelencia, sobresale en él su humildad, su sencillez, su capacidad para escuchar los gemidos de la sociedad, su actitud compasiva para vincularse con el sufrimiento humano, su pasión y trabajo incansable, su audacia e iniciativa, su picardía para hacer mucho con poco, su generosidad. Fue padre, prójimo, amigo, protector.
En su acción por la justicia y los pobres fue un “santo rebelde” que desconcertó a propios y ajenos. Y fue un santo que confió siempre en la Divina Providencia.
Don Orione nos pide con su santidad que tengamos entrañas de misericordia ante el dolor y el sufrimiento

No hay comentarios:

Publicar un comentario