domingo, 10 de enero de 2016

EL COMPROMISO ECUMÉNICO EN LA HISTORIA DE LA CONGREGACIÓN




NUESTRO IMPULSO ECUMENICO
Carta circular dedicada al compromiso ecuménico en la historia y la vida de la Congregación.
NUESTRO IMPULSO ECUMENICO
9 de diciembre de 2015
Queridos hermanos
Deo gratias
Ayer, 8 de diciembre de 2015, fiesta de la Inmaculada Concepción de María, el Papa Francisco abrió la Puerta Santa de la basílica de San Pedro en Roma. Inicia el Jubileo de la misericordia. El tema del Jubileo es “Sean misericordiosos como el Padre” (cfr. Lc. 6,36).
En  la Bula de convocación “Misericordiae vultus” (11 de abril de 2015), el Papa Francisco indicó que el Año Santo de la misericordia es para vivir “con sentimientos de gratitud por cuanto la Iglesia recibió y de responsabilidad por la tarea que nos espera, atravesaremos la Puerta Santa con plena confianza de estar acompañados por la fuerza del Señor Resucitado que continúa sosteniendo nuestra peregrinación. La Iglesia sabe que su primer tarea, sobre todo en un momento como el nuestro, lleno de grandes esperanzas y de fuertes contradicciones, es el de introducir a todos en el gran misterio de la misericordia de Dios, contemplando el rostro de Cristo. La peregrinación es un signo particular del Año Santo, porque es el ícono del camino que todo hombre cumple en su existencia… peregrino que recorre un camino hasta la meta anhelada”.
En la homilía de la Misa de apertura del Jubileo, el Papa evidenció una continuidad y casi una identificación entre la apertura de la Puerta Santa en San Pedro y la apertura de la Iglesia al mundo contemporáneo a partir del Concilio Vaticano II. Hizo notar que la apertura del Año Santo corresponde con el día de la clausura del Concilio: 8 de diciembre de 1965-2015. “Hoy, atravesando la Puerta Santa queremos también recordar otra puerta, que hace cincuenta años, los Padres del Concilio Vaticano II abrieron de par en par hacia el mundo”.
Usó el término “abrir de par en par”, tan querido por Papa Juan Pablo II. Ahora el Papa Francisco con este término recuerda que “el Concilio fue un verdadero encuentro entre la Iglesia y los hombres de nuestro tiempo Un encuentro marcado por el poder del Espíritu que empujaba a la Iglesia a salir de las aguas poco profundas que durante muchos años la habían recluido en sí misma, para reemprender con entusiasmo el camino misionero.” En este camino del encuentro es necesario continuar decididamente mediante la misericordia y el diálogo, del cual fueron ejemplo los dos Papas del Concilio, Juan XIII de la misericordia y Pablo VI del diálogo.
Con el Jubileo, Francisco pide “retomar con entusiasmo el camino misionero”, ser una Iglesia en salida, mediante el evangelio y el ministerio de la misericordia, promoviendo la cultura del encuentro
Si Juan Pablo II dijo “no tener miedo de abrir de par en par las puertas a Cristo”, Papa Francisco pide no tener miedo de salir y de caminar por los caminos del mundo, con “el espíritu del Vaticano II, aquel del Samaritano, como recordó el beato Pablo VI en la conclusión del Concilio. Atravesar hoy la Puerta Santa nos compromete a hacer nuestra la misericordia del buen samaritano”.  En fin, la Puerta Santa no es sólo para entrar en la gracia de Dios, sino también, y sobre todo, para salir y dar testimonio de la misericordia de Dios.
Como Orionitas, vibramos de amor a la Iglesia y estamos llamados a vivir el camino actual de salida y de misión, como fue indicado por el Papa Francisco que tiene en mano, inspirado y seguro, el “pastoral” de Pedro. Estemos bien dentro y activos en la peregrinación de la Iglesia en camino: “Ella sola está segura de recorrer los caminos de la Providencia y solamente siguiéndola podemos estar tranquilos que si bien estos caminos puedan parecernos oscuros son siempre rectos” (Don Orione).
NUESTRO IMPULSO ECUMENICO
Mirando el elenco de las Cartas circulares escritas en estos casi 12 años, me doy cuenta que no he tratado un tema tan importante para nuestra fidelidad a Don Orione y al camino de la Iglesia. Me refiero al compromiso para la unidad de los cristianos que, con una palabra popular, llamamos ecumenismo. Es un tema en sintonía con el impulso al encuentro, al diálogo, a la misión que el Papa Francisco está dando a la Iglesia hoy.
Elegí como título de esta Carta circular “Nuestro impulso ecuménico” por dos razones.
Primero. Esta expresión está contenida en el artículo 8 de nuestras Constituciones de los Hijos de la Divina Providencia: “Es propio de nuestro Instituto el compromiso de rezar, trabajar y sacrificarse para restaurar, en la Iglesia, la unidad rota y favorecer con todo medio aquel impulso ecuménico que el Espíritu ha suscitado en su Iglesia”. Esta expresión está allí, fija en las Constituciones como un pro-memoria de nuestra identidad congregacional.
Segundo: La palabra impulso es muy adecuada para definir la actitud y la acción de Don Orione, visto en su concreta actuación histórica. Nuestro Fundador tuvo un impulso ecuménico sincero, un impulso del alma que lo empujó al movimiento confiado y previsor. De hecho, aquel impulso ecuménico produjo algunos pasos precisos y significativos, pero solo señalados, indicados, dejados como tareas y como recorrido a sus discípulos. Y me parece decir que también el compromiso ecuménico de la Congregación, después de la muerte de Don Orione y con el empuje dado por el Concilio Vaticano II, fue vivido como un “impulso” sincero, siempre vivo en el corazón y pronto a actuar, muchas veces expresado en acción generosa, pero sin haber determinado una programación específica, estructurada, compartida. El impulso ecuménico es más una cualidad del corazón que un camino de acción consolidado y organizado. ¿Continuará siendo así también en el futuro?
Con esta Circular entiendo recordar pensamientos y hechos del impulso ecuménico de Don Orione y recoger algunas indicaciones para vivir el impulso ecuménico de la Congregación mirando el futuro.
El término ecumenismo indica un concepto y una actitud. Significa la conciencia dolorosa de la división de los cristianos y la consiguiente actitud de compromiso por la unidad, para responder a la voluntad y a la oración de Cristo “ut unum sint” (Jn. 17).
La Iglesia de Cristo siempre tuvo la experiencia de tensiones y divisiones en su interior, desde los tiempos de la comunidad de Corintio hasta nuestros días. Pareció (y parece) a muchos casi una condición ineludible a la cual acostumbrarse. Fue el inicio del siglo XX que en la Iglesia se tomó conciencia con dolor de esta situación de división y maduró la actitud de promoción de la unidad de los cristianos. Para expresar este “movimiento de conciencia y de iniciativas” se buscó una palabra “no confesional”, adaptada para todos, y se eligió la palabra antigua y gloriosa de ekuméme (“tierra habitada”, Mt. 24,14), ecumenismo. [1]
En la Iglesia católica el término “ecumenismo” se vuelve popular sólo con el Concilio Vaticano II. El Papa Benedicto XVI la definió “un imperativo del tiempo presente y una opción irreversible de la Iglesia”. [2]
En los tiempos de Don Orione, no existía ni la palabra y ni siquiera existían iniciativas ecuménicas, salvo algunos signos pioneros. [3]
Sin embargo, nuestro Fundador experimentó ya sea la conciencia dolorosa de la división como el deseo activo por la unidad de los cristianos en la Iglesia. Tal deseo activo de unidad aparece ya en documentos de 1899 y en las primeras Constituciones de 1904 y se expresó en varias iniciativas concretas. El Fundador manifestó “un verdadero espíritu ecuménico” [4]  porque estaba abierto a los amplios horizontes del “Instaurare omnia in Christo”. [5]
I - EL COMPROMISO ECUMENICO DE DON ORIONE
Del estudio biográfico y de los documentos del archivo parecería poder individualizarse dos períodos de la vida de Don Orione durante los cuales se intensifican los testimonios de su impulso ecuménico.
De 1898 a 1904: es la época de la primera formulación carismática. Sorprendentemente, la finalidad ecuménica aparece con continuidad y precisión en todos los textos jurídicos y carismáticos.
De 1930 a 1940: son los años de las nuevas aperturas hacia el Oriente y en el mundo anglosajón y de la permanencia del Fundador en América Latina, donde el problema del encuentro de pueblos, culturas y religiones estaba muy vivo.
    En la fase de inspiración carismática
La primera referencia ecuménica documentada de Don Orione resulta ser del 2 de octubre de 1898. En un artículo suyo escrito para el boletín La Obra de la Divina Providencia, con el título “Una querida visita”, presentando los motivos inspiradores de la rama de los Ermitaños de la Divina Providencia que se estaba constituyendo, pone entre los objetivos de su sacrificio y oración el implorar y acelerar “la unión de los pobres hermanos separados”.[6]
Don Orione, al concluirse el siglo XIX, no habiendo cumplido aún treinta años pero ya con varias instituciones iniciadas, se dedicó a dar dirección espiritual y organizativa al grupo de los primeros seguidores. Debió también redactar un documento jurídico de presentación del Instituto en vistas de su aprobación.[7] Y bien, en el segundo Pro memoria sobre la Compañía del Papa (fechado el 13/11/1900)[8] encontramos expresiones que ya muestran los objetivos ecuménicos presentes en la inspiración del Fundador. “Es propio de nuestro Instituto de ayudar en su pequeñez, a la acción de la Divina Providencia en el conducir las almas y las instituciones humanas a tomar puesto en la Santa Iglesia, a mantenerse y santificarse según la doctrina y la caridad de Jesucristo Crucificado, (…) y en los países no católicos, predicando el Santo Evangelio a todos los hombres, según el mandato de Jesucristo a los Apóstoles: Et dicit eis: Euntes praedicate Evangelium omni creaturae (San Marcos 16,15) según la misma y en modo particularísimo consagrando, con todo estudio y sacrificio de caridad, para obtener la unión de las Iglesias separadas”. [9]
El núcleo carismático-inspirador ya aparece bien delineado y comprende la perspectiva ecuménica. Será retomada y mejor formulada en el texto preparado para la reunión de los Hijos de la Divina Providencia, tenida en el mes de septiembre de 1901. [10]
Es para preguntarse: ¿de dónde le habrá venido a Don Orione la idea de incluir la finalidad de la unión de las Iglesias separadas, tan nueva y comprometedora para la incipiente Congregación?
Conviene recordar que la dicción “unión de las iglesias separadas” es tomada del lenguaje de la Iglesia católica del tiempo de Don Orione. Los primeros intentos de diálogo y búsqueda de unidad con las Iglesia orientales surgieron bajo el impulso de León XIII y hacen referencia sólo a las “Iglesias separadas de Oriente”. [11] En relación a las comunidades protestantes, en cambio, existía aún una actitud de excomunión, de defensa, de completa cerrazón.
Además, hay que notar cómo el compromiso ecuménico (“obtener la unión de las Iglesias separadas”)  es presentado por Don Orione como un específico rayo intermedio entre la acción pastoral intra-eclesial (“conducir las almas y las instituciones humanas a tomar puesto en la Santa Iglesia”) y su último horizonte misionero “ad gentes” (“vayan por todo el mundo y prediquen el Evangelio a toda creatura”)  Pero es la misma perspectiva de unidad. Es el mismo dinamismo que une la finalidad “ut fiat unum ovile et unus pastor” con el “Instaurare omnia in Christo”. [12]
Por lo tanto, se podría deducir que en Don Orione la dimensión ecuménica surgió por génesis interna del mismo carisma de unidad eclesial, a favorecer por medio de la caridad. El fin misionero (mundo), el ecuménico (Iglesia), y el de unidad interna de la Iglesia (Iglesia católica) forman parte de la única y unitaria visión carismática de Don Orione.
Recordemos que también el movimiento ecuménico tuvo su primer impulso justo en los ambientes misioneros, donde se conectaba la exigencia de la unidad de la Iglesia en la perspectiva de su misión. La Conferencia universal de las sociedades misioneras protestantes de Edimburgo (1910) asumió justamente en la historia del movimiento ecuménico un valor emblemático, que fue considerado casi como el acta de nacimiento, porque se puso por primera vez el problema de la unidad de los cristianos en relación a la evangelización y a la misión de la Iglesia. [13]
    El “altísimo consejo” de León XIII
Don Orione, durante la fase importante y delicada de la primera formulación del carisma vivió un evento al que le atribuyó un relieve especial. Le fue concedida una memorable audiencia de parte del Papa León XIII, el 10 de enero de 1902, durante la cual habló del tema de la unión de las Iglesias separadas. Le escribió sobre esto a su Obispo, Mons. Bandi, desde Roma, rápidamente después de la audiencia. “Para estar tranquilo le dije todo aquello que sentía al respecto del fin y a ciertas dudas que me tenían demorado sobre ciertos puntos de las Reglas… Presenté la Regla; [14] la bendijo, la tocó, más de una vez me puso la mano sobre la cabeza, moviéndola, confortándome; me dijo tantas cosas; también acerca de poner en las Reglas el trabajar por la unión de las Iglesias de Oriente: éste es, me dijo, un altísimo consejo mío”. [15]
Don Orione le atribuyó a las palabras de León XIII, el valor de una “confirmación papal” de la particular directriz ecuménica de su carisma. La intención de trabajar para “obtener la unión de las Iglesias separadas”, ya puesta en los esbozos de artículos de la regla del 13 de noviembre del 1900 y de agosto-septiembre de 1901, era justamente una de aquellas “dudas” que demoraban a Don Orione y de las cuales quiso hablar durante la audiencia.
En el Decreto Episcopal de aprobación del Instituto, firmado por Mons. Bandi un año después de la famosa audiencia, está escrito que el fin de la unión de las Iglesias fue “expuesto a su Santidad León XIII, fue ampliamente alabado y, con la más buena complacencia, de parte del mismísimo Sumo Pontífice, confortado por la bendición apostólica”. [16]
Don Orione jamás olvidará este “altísimo consejo” y lo consideró como una específica voluntad de Dios para la vida de la Pequeña Obra entrando en todos los documentos de formulación carismática, desde los primeros del 1900-1904 hasta los últimos de 1936.
En una carta, casi ciertamente dirigida a P. Semeria, poco después de la famosa audiencia de León XIII, Don Orione pidió consejo para explicitar en las Reglas el tema de la unión de las Iglesias separadas: “Cuando estuve del Santo Padre, me dijo de trabajar por la unión de las Iglesias separadas. ¿Cómo podría entrar? Piénsalo un poco tú, querido Padre, y hazlo todo. Esta obra, de la unión de las Iglesias separadas, me pareció siempre una obra no sólo de caridad, sino también de reparación de parte nuestra”. [17]
    Los “sumos principios de la Obra de la Divina Providencia”.
De los “esbozos de Regla”, de los que hicimos referencia más arriba, se agrega a los “Sumos principios de la Obra de la Divina Providencia”, presentados a Mons. Igino Bandi el 11.2.1903, definidos “vere Costituzioni summatim”. [18]
En lo referente al tema de la unidad, leemos allí: “Por voluntad expresa del Santo Padre, es propio de este Instituto ayudar, en su pequeñez, la obra de la Divina Providencia con el fatigarse y sacrificarse a quitar la confusión de los tabernáculos, y a hacer regresar a la plena dependencia y unidad con el beato Pedro las iglesias separadas; así que, por la unidad con el Beato Pedro, que es el Romano Pontífice, y por la actuación de Su voluntad – es decir aquello que per todo y para los varios Estados va con el nombre de programa papal – llegue a todos y a todas partes la caridad suavísima del Sagrado Corazón de Jesús, y por ella las personas y las naciones establezcan un justo ordenamiento sobre la tierra, y vivan y prosperen en Nuestro Señor Jesucristo Crucificado: “Instaurare omnia in Christo”. [19]
Es de notar una vez más que la búsqueda de la unidad está conectada a la misión de la Iglesia: “así que, por la unidad con el Beato Pedro… llegue a todos y a todas partes la caridad suavísima del Sagrado Corazón de Jesús, y por ella las personas y las naciones establezcan un justo ordenamiento sobre la tierra, y vivan y prosperen en Nuestro Señor Jesucristo Crucificado: “Instaurare omnia in Christo”. La unidad en vistas de la misión, es una urgencia en vistas de la afirmación del Reino de Dios.
Sobre la base de este texto constitucional que contiene “los sumos principios de la Obra de la Divina Providencia”, llegó el Decreto de aprobación de la Congregación del 21 de marzo de 1903. [20]
Los mismos conceptos y directivas de acción entraron siempre con mayor precisión de lenguaje en las primeras Constituciones de 1904 (manuscritas) y en aquellas de 1912 (impresas).
En el Capítulo I de las Constituciones del 22 de julio de 1936, al inicio de la Visita apostólica del abad Emanuel Caronti, el compromiso ecuménico es presentado como un “pedir volver a la primitiva unidad de la Iglesia a los hermanos separados”. [21]
    En Bussana, un proyecto de colaboración ecuménica
En junio de 1902, P. Francisco Lombardi, párroco de Bussana, cerca de San Remo, puso a disposición de Don Orione el santuario del Sagrado Corazón con el edificio anexo para hacer allí una obra de bien. El joven Fundador pensó construir allí “la casa de la Misión para la unión de las Iglesias de Oriente”. [22]
Escribiendo probablemente a Don Alvigini explica como “Hasta ahora para aquellas Iglesias no se hizo nada, y su movimiento hacia nosotros tal vez está más en la cabeza de los periodistas y es más aparente que real. Será necesario ir hacia ellas con una gran caridad y bien armados de ciencia, pero ciencia caritativa, no con la autoridad, que no haremos jamás. Pensé escribir al Párroco de Bussana, que me dé su iglesia e implantar allí, delante del mar y a los pies del Sagrado Corazón, la casa para la unión de las Iglesias”. [23]
Es de notar que Don Orione, aun asumiendo en el lenguaje el ecumenismo del regreso, propio de la Iglesia de su tiempo, aporta dos nuevas e importantes actitudes: aquella de la reparación (“Esta obra, de la unión de las Iglesias separadas, me parece siempre una obra no sólo de caridad, sino también de reparación de parte nuestra”) y aquella de ir hacia las Iglesias separadas (“Hasta ahora para aquellas Iglesias no se hizo nada… Será necesario ir hacia ellas…).
El ecumenismo del regreso marcó la primera etapa del ecumenismo de la Iglesia católica. En realidad, como ya observaba hace unos sesenta años el Card. Yves Congar, la misma Iglesia católica no puede limitarse a un simple esperar un regreso de tantos hermanos separados, porque también ella es deficitaria de una perfección ética de sus miembros, por eso, aun poseyendo la verdad y la comunión en sus elementos esenciales, debe buscar el bien de la unidad a través de su propia conversión al proyecto de Dios.
    La visita eucarística por la unión de las Iglesias separadas
Tan fuerte era esta pasión por la unión de las Iglesias que Don Orione pensó en un signo cotidiano que la expresara en la vida de la Congregación. Propiamente en los años 1902-1903, compuso el texto de la oración para la visita breve y adoración eucarística en la mitad de la jornada “establecida por Jesucristo mismo para la unión de las iglesias separadas (aludía a Jn. 17) y aprobada por la S. Iglesia para unir sus hijos en torno a Su Predilecto y ¡hacerlos vivir en santidad!”. [24]
Don Orione retomó la conocida fórmula de la “Comunión espiritual” de San Alfonso y la enriqueció de los elementos esenciales y ecuménicos queridos por él:
“Eterno Padre, yo te ofrezco la preciosísima Sangre de Jesucristo en reparación de mis pecados y por las necesidades de la Santa Iglesia. A los Beatos Apóstoles Pedro y Pablo por nuestro Santo Padre el Papa y la unión de las Iglesias separadas: Padrenuestro, Ave María y Gloria.
Tu es Petrus, et super hanc petram aedificabo Ecclesiam meam." [25]
    Ecumenismo interno al mundo católico
El volumen “Don Orione en los años del modernismo” reconstruye las relaciones del Fundador con algunos exponentes del mundo católico que corrían a un paso de la separación o estaban ya excomulgados. [26]
La red de relaciones entretejidas con modernistas y otros hombres de Iglesia “en dificultad”, fue una  obra de diálogo y de promoción de unidad más bien concreta y sorprendente: Buonaiuti, Genocchi, Murri, Ghignoni, Gallarati Scotti, Alfieri, Semeria, Brizio Casciola, y otros aún. [27]
P. Ernesto Buonaiuti, excomulgado, privado del ministerio sacerdotal, decía de Don Orione, interlocutor de verdad y de caridad: “Tú eres el buen Samaritano. Lo saben todos; yo lo sé mejor que cualquier otro”.
Tomás Gallarati  Scotti cuenta: “Yo tenía incertidumbre, estaba confundido, enganchado en enredos complicados. Don Orione era simple, seguro, con la frescura alegre de quien siente el mundo totalmente penetrado por Dios. Vivía en una esfera que era aquella del milagro… Este era su genialidad: el amor”. [28]
P. Brizio Casciola, ilustre dantista, pionero del ecumenismo en Italia, entrado en dificultad con la Autoridad eclesiástica y privado de la facultad de celebrar Misa, entró en la órbita inteligente y benéfica de la caridad de Don Orione. Y pasó los últimos 20 años como huésped y estimado profesor en el colegio orionita “San Jorge” de Novi Ligure.
P. Juan Semeria, ya tocado por acusaciones de modernismo, fue implicado por Don Orione en las obras de bien a favor de las víctimas del terremoto de Reggio y Messina y decidió “dejar el campo árido de las discusiones intelectuales: es más, lo dejé para entregarme en este campo de la caridad, que Don Orione me señala y las circunstancias imponen”. [29] De hecho  P. Semeria encontró en Don Orione un amigo intransigente en la ortodoxia católica y al mismo tiempo un tiernísimo compañero en los propósitos y proyectos de bien.
Es de grande ejemplaridad este capítulo de la vida de Don Orione: él es sensible a las tensiones y rupturas del tejido eclesial y se acerca a las personas con respeto y caridad y con la actitud evangélica del “colligite fragmenta”.
    La geografía ecuménica en los desarrollos de la Pequeña Obra
El compromiso de prodigarse por la unión de las Iglesias separadas influyó también en las elecciones de desarrollo de la naciente Congregación que Don Orione lanzó entre las poblaciones de diversa confesión cristiana.
Don Orione mandó algunos de sus religiosos a Palestina en 1921; se hicieron cargo de una gran colonia agrícola en el Valle de Sorek, famosa por la gesta bíblica de Sansón, en Rafat (cerca de 30 km al sudoeste de Jerusalén). Allí convivían hebreos, cristianos de diversas denominaciones y musulmanes. En 1925, Don Orione aceptó un hospedaje para los peregrinos y una colonia agrícola en Cafarnaúm, en la Montaña de las Bienaventuranzas. Al superior P. Adaglio dio la siguiente dirección de acción: “Debemos mirar a los huérfanos y a los ciegos, a los ancianos abandonados, etc. Obras de caridad se necesitan: ellas son la mejor apología de la Fe Católica”. [30]
Lamentablemente, por dificultades surgidas en la región, los Orionitas se retiraron en 1931, dejando Tierra Santa. A una distancia de 60 años, en 1985, la Congregación volvió a Medio Oriente, en Jordania. En la escuela orionita de Zarqa, hoy conviven y se educan jóvenes cristianos católicos (pequeña minoría) y de otras confesiones, pero sobre todo musulmanes en un clima de gran respeto recíproco. [31]
En los años ’20, el paso más importante de desarrollo de la Congregación fue dado agregando Polonia en 1923. [32] Don Orione veía en la Polonia, de fuerte tradición católica, una avanzada, la clave de entrada a Rusia, en línea con su plan caritativo-ecuménico. Cuando en 1933 Don Orione envió a Polonia a P. Carradori y otros Hermanos italianos, motivó explícitamente: “para que podamos prepararnos a penetrar en Rusia, como quiere el Cardenal Von Rossum, Prefecto de la Congregación de Propaganda Fide”. [33]
La presencia de la Pequeña Obra en Rodi, en 1925, fue pedida por la Asociación “Italica gens”, dirigida por el senador Ernesto Schiaparelli, que quiso confiar a Don Orione el Instituto de los Caballeros de Malta. [34] Por 25 años la Pequeña Obra desarrolló un trabajo asiduo y rico de frutos en un contexto de convivencia interreligiosa. Rodi fue dejada en 1949, seguidamente al cambio de condiciones políticas.
En 1924 el Instituto orionita de Rodi hospedó también un grupo de 50 huérfanos armenios de la terrible persecución contra los cristianos en Turquía. Ocho de ellos quisieron seguir a Don Orione en la Congregación y vinieron a Italia. Don Orione celebró su vestición religiosa con el hábito según el rito armenio. “No es una simple vestición – comentó Don Orione . Para reunir los hermanos separados de Oriente la Providencia nos ha enviado estos hijos El encontrarnos aquí con un número de personas de rito diverso, nos dice lo que será un día la Congregación, en la cual estarán todos los ritos y todas las razas”. [35]
En un pasaje de la carta del 2 de julio de 1934 a un Obispo, existe una preciosa indicación: “La humilde y joven congregación llamada Pequeña Obra de la Divina Providencia (…) tiene también por finalidad principal rezar y trabajar in caritate Christi para reconducir a la Iglesia madre los hermanos separados”. [36]
Otra apertura misionera de la Congregación, con valor ecuménico, es la de Albania, en 1936. En Shijak, a 30 km al oeste de Tirana, los católicos eran una minoría. Numéricamente prevalecían los musulmanes y los ortodoxos, en una tierra ocupada por los turcos por 400 años. A fines de 1943, no obstante estar en plena guerra mundial, en aquella nación la Congregación ya tenía 6 casas y 24 religiosos. [37]Luego, los acontecimientos políticos (la expulsión de los italianos y la venida del comunismo) llevaron al amargo regreso para Italia y al retiro de esta consistente presencia orionita. [38]  También en Albania, a distancia de 50 años, los Orionitas volvieron asumiendo el cuidado pastoral del entero distrito de la provincia de Elbasan y una parroquia, primero en Shiroka y luego Bardhaj, en la diócesis de Scutari. [39]
    Miró también al mundo protestante
Sabemos que la acción ecuménica de la Iglesia católica, hasta el Vaticano II, estaba dirigida casi exclusivamente a la unión de las Iglesias separadas de Oriente, mientras en relación a las Iglesias y Comunidades de la Reforma se hablaba de “defensa contra el peligro protestante”.
Don Orione asumió la valoración y la relación de la Iglesia de su tiempo: encuentro con el Oriente cristiano y la defensa del Protestantismo. Y amor hacia todos. El pastor Valdés Paolo Ricca, interviniendo en algunos encuentros ecuménicos de nuestra Congregación, al respecto observó: “La experiencia y la historia me han enseñado que quien tenía una verdadera pasión por la unidad ha sabido luego cambiar las formas. Es la pasión por la unidad la que anima el compromiso ecuménico”.
Aun con los tonos de la “defensa” y de la “conquista”, en los años’30, Don Orione tiene indicaciones de una nueva atención hacia el mundo protestante. Comienza, por ejemplo, a dirigir la mirada a nuevas aperturas en USA, en Inglaterra y en otras naciones en las cuales la convivencia con el mundo protestante no era fácil.
Hace referencia a una reunión que “habían estado en Tortona un Señor y una Señora… Vinieron a mí y me dieron una ofrenda e insistieron para que vayamos a abrir una casa en Suiza. Y aquellos Señores eran protestantes” [40]
En un discurso a sus hermanos y clérigos, el 3 de julio de 1934, informa: “Estoy por expedir una carta a un Obispo de Noruega. Desde hace bastante tiempo una distinguida Señora noruega me insiste para que se abra una Casa nuestra también en Noruega”. Luego prosigue indicando la situación religiosa de aquella nación y concluye: “Después del primer decreto de aprobación, yo pensaba reconducir a Dios el Oriente; hoy pienso en Noruega”. [41]
De hecho en aquellos años suceden las primeras fundaciones de la Pequeña Obra en Países prevalentemente protestantes: en USA, Jasper en 1934; en Inglaterra, Swansea en 1935.
    La sensibilidad hacia los Hebreos
En el documento Nostra Aetate del Concilio Vaticano II, al n. 4 leemos: “Siendo tan grande el patrimonio espiritual común a los cristianos y a los hebreos, este sagrado Concilio quiere promover y recomendar entre ellos el mutuo conocimiento y estima”. El Papa Juan Pablo II comenzó a definir familiarmente e históricamente a los hebreos “nuestros hermanos mayores”.
¡Qué grandes novedades en la relación con los hebreos en los últimos decenios!
Don Orione entró en contacto con muchos Hebreos sobre todo por motivos religiosos, en cuanto convertidos, o por motivos caritativos, tratándose de bienhechores y también beneficiados, al acercarse la espantosa tormenta del exterminio. Cuando Don Orione murió, el 12 de marzo de 1940, no había llegado al culmine aún la persecución contra los hebreos concretizada en arrestos, deportaciones en los campos de concentración y de exterminio en masa. Pero el clima ya era manifiestamente hostil y muchos emigraban hacia lugares más seguros. Los documentos testimonian que él mismo se interesó de la expatriación de un buen número de Hebreos.
P. José Zambarbieri, su secretario en los últimos años, testimonió: “Cuando se desencadenó la violentamente la persecución contra los hebreos, intervino a su favor, logró salvar a muchos, ofreciéndoles un refugio; a otros supo dar al menos una palabra de paterna comprensión, cuando era materialmente imposible hacer otra cosa”. [42]
Las pocas y reservadas noticias documentadas nos dan la medida de cómo, durante el tiempo del exterminio, la ayuda a los Hebreos constituya una página importante y grande de la vida de la Pequeña Obra de la Divina Providencia, en la cual se distinguieron algunos religiosos suyos, como P. Gaetano Piccinini en Roma, [43] P. José Pollarolo en Turín, [44]  P. Biagio Marabotto en Polonia, Hna. María Cruz Manente en Milán, P. Enrico Sciaccaluga en Génova, P. Dionisio Di Clemente en el Vaticano. [45]
El gran escultor Arrigo Minerbi fue protegido en las casas orionitas y respondió con estima y gratitud indelebles. [46]  Un adolescente, salvado en aquellas trágicas circunstancias, José Sorani, se hizo religioso orionita, maestro humilde e incansable de diálogo hebreo-cristiano y de ecumenismo. [47]
En la base del compromiso arriesgado, escondido y sacrificado a favor de los Hebreos estuvo ciertamente el buen sentido humanitario de frente a personas en peligro de vida, necesitadas de refugio y de ayuda. Más profundamente influyó la caridad cristiana inculcada por Don Orione y reasumida en la directiva “¡la caridad de Jesucristo no cierra puertas; no se pregunta a quien viene, si tiene una fe o un nombre, sino solamente si tiene un dolor! Todos somos hijos de Dios, todos somos hermanos”. [48]  Muerto Don Orione en los inicios de 1940, fue instintivo para los Orionitas dirigir la hospitalidad y cuidados a los Hebreos amenazados de muerte. En fin, hubo una tercera motivación eclesial. Los Orionitas, animados por un especial espíritu papalino, se activaron como mejor pudieron a socorrer los Hebreos en respuesta a las indicaciones de Pío XII y los pedidos de colaboración de los Obispos en las ciudades donde actuaban. La ayuda a los Hebreos fue una expresión de vida eclesial.
    Tres “fragmentos ecuménicos” en la conclusión de la vida de Don Orione.
Me gusta terminar la serie de estos reclamos históricos del compromiso ecuménico de Don Orione con tres últimos recuerdos referidos a los últimos años de su vida.
Don Orione, en la conclusión de los ejercicios espirituales, en el mes de agosto de 1939 en Villa Moffa di Bra, dejó un reclamo a la unidad: “Y ahora ¿qué les diré al dejarlos? Repetiré las mismas palabras que nuestro Señor elevaba a su Padre celestial cuando estaba por dejar a sus discípulos: ‘Pater sancte, serva eos ut unum sint, sicut et nos unum sumus'… para formar un solo corazón y una sola alma. Ut sint consummati in unum".[49]
En septiembre de 1939 fue la invasión nazi en Polonia y el inicio de la II guerra mundial. Don Orione estaba afligido por la suerte de la Polonia y de los ya numerosos hermanos. Invitó a rezar por “nuestros hermanos y la Polonia y también por todo aquel pueblo mártir. ¡Rezar, rezar, rezar! Se sabe que allá hay varios millones de Hebreos: recemos también por los Hebreos: ¡todos somos hermanos! [50] Esta indicación a los hermanos Hebreos asume aún más valor si es colocada en el clima general de hostilidad hacia los hebreos justo en aquellos años, y mucho más en Italia que, bajo el régimen fascista, estaba alineada con las posiciones anti-hebreas del nazismo. [51]
A pocos meses de su muerte, en 1939, Don Orione confió a algunos apuntes autobiográficos su experiencia espiritual. [52] Escribió entre otras cosas: “Nuestra vida y toda nuestra Congregación debe ser un cántico y un holocausto de fraternidad universal en Cristo. Ver y sentir a Cristo en el hombre. Debemos tener en nosotros la música profundísima de la Caridad. Yo no siento más que una infinita, divina sinfonía de espíritus, palpitantes en torno a la Cruz, y la Cruz destila para nosotros gota a gota a través de los siglos, la sangre derramada por cada alma humana. Yo no veo más que un reino de Dios, el reino de la caridad y del perdón, donde toda la multitud de gente es herencia de Cristo y reino de Cristo”. [53] El ecumenismo encuentra bajo la cruz de Cristo su razón y su fuerza.
II - ¿QUÉ CAMINOS DE ECUMENISMO PARA LA CONGREGACIÓN?
El compromiso ecuménico está metido en la historia y en el carisma Orionita desde los inicios. pero hoy, ¿Cuáles son los caminos ecuménicos para la Congregación?
“Es propio de nuestro Instituto el compromiso de orar, trabajar y sacrificarnos para restaurar, en la Iglesia, la unidad rota y favorecer con cada medio aquel impulso ecuménico que el Espíritu ha suscitado en su Iglesia”. En estas breves palabras de Don Orione, convertidas en el art. 8 de nuestras actuales constituciones, están indicados esencialmente los modos prácticos con que todos nosotros - religiosos, religiosas y cuantos viven el carisma Orionita - podemos practicar el ecumenismo. Las tres palabras clave - “rezar, trabajar y sacrificarse”,[54] - se amplían en “favorecer con todos los medios el impulso ecuménico”. Por tanto, todos los caminos son buenos y practicables para promover el ecumenismo y la “cultura del encuentro”, según la expresión a menudo usada por el Papa Francisco.
    “Rezar y sacrificarse”
Como dice el decreto Unitatis redintegratio del Concilio Vaticano II, “La conversión del corazón y la santidad de la vida, junto con las oraciones privadas y públicas por la unidad de los cristianos, se han de retener como el alma de todo el movimiento ecuménico y pueden justamente llamarse ecumenismo espiritual” (n.8).
Es necesaria y para nosotros practicable la oración por la unidad. Benedicto XVI observó que “Sin la fe - que es primariamente don de Dios, pero también respuesta del hombre - todo el movimiento ecuménico se reduciría a una forma de “contrato” al que adherirse por un interés común. Los cristianos «con cuanta más estrecha comunión estén unidos con el Padre, con el Verbo y con el Espíritu Santo, con tanta mayor y más íntima y fácil acción podrán acrecentar la mutua fraternidad» (Unitatis redintegratio, 7)”.[55]
En este nivel, todos podemos hacer algo más. Es un deber de primera importancia. El Papa Francisco insiste mucho: “La unidad es superior a los conflictos. La unidad es una gracia que debemos pedir al Señor para que nos libere de tentaciones y divisiones, de las luchas entre nosotros, de los egoísmos, de las murmuraciones”.[56]. La misma conversión del corazón, condición esencial de toda búsqueda de unidad, surge de la oración”[57]
Debemos orar por la unidad.
En la Congregación, la visita eucarística cotidiana – aún muy practicada - ha sido querida por Don Orione como súplica por la unión de la Iglesias separadas,[58] es una cita diaria de oración por la santa causa de la unidad de los cristianos.
Una tradición ya consolidada en las relaciones ecuménicas nos lleva a orar junto a todos los hermanos cristianos separados durante la “Semana de oración por la unidad de los cristianos”[59] es un momento público que nos debe encontrar particularmente activos y promotores de iniciativas.
Seguido a la oración, el art. 8 de las Constituciones habla de “sacrificarse” por la unidad. El sacrificio de uno mismo indica ciertamente la acción impulsada de la caridad, pero significa también el ofrecimiento de los sacrificios y de los sufrimientos ligados a tantos límites y tribulaciones de la vida, “en unión a la pasión de Cristo”. No debemos olvidar que cada día ofrecemos el divino sacrificio del altar, Cristo Jesús, pidiendo “Congrega en torno a ti, Padre misericordioso, a todos tus hijos dispersos por el mundo".[60]
Sor Gabriela (Sagheddu) de la Unidad, joven trapense, llegó a ofrecer en sacrificio su propia vida por la unidad de los cristianos y reconoció, en su imprevista enfermedad, seguida de una muerte precoz, haber sido escuchada. Su coraje ecuménico conmocionó a muchos[61].
Hoy el Papa Francisco habla explícitamente del «ecumenismo de la sangre» explicando que «Quienes matan a los cristianos no te piden el carnet de identidad para saber en qué Iglesia has sido bautizado. Debemos tener en cuenta esta realidad».[62]
    Conoce
El conocimiento es el primer paso hacia la unidad. Hasta no hace mucho tiempo no nos conocíamos entre hermanos cristianos o nos conocíamos mal. Hoy el conocimiento mutuo favorece las mejores posibilidades mediáticas, de encuentros y de estudios. Por otro lado los flujos migratorios han hecho usuales las relaciones inter-confesionales e interreligiosas.[63] Quien ama conoce y encuentra. Queda sin embargo todavía el peligro de los prejuicios y de las murmuraciones. «¡Cuánto daño hacen las murmuraciones! Jamás murmurar de los otros, jamás! ¡Cuánto daño acarrean a la Iglesia las divisiones entre los cristianos, ser parciales, los intereses mezquinos! Buscad la unidad, la unidad que hace a la Iglesia. La unidad viene de Jesucristo”.[64] Es una sugerencia práctica y practicable por todos e inmediata.
El Plan formativo de los Hijos de la Divina Providencia (2004) dedica todo un capítulo al Ecumenismo (n. 412-428). Hay indicaciones interesantes. En nuestro curriculum de formación teológica es importante que este aspecto tenga un puesto específico. Algunos hermanos, se han dedicado con particular pasión y competencia al tema ecuménico. Iniciativas culturales y relacionales han sido llevadas a cabo periódicamente como por ejemplo algunas conferencias ecuménicas Orionitas (L’viv –Leopoli- 2009 y Roma 2015) han servido para reflexionar sobre las experiencias hechas en Congregación.
En referencia al estudio puesto al servicio del ecumenismo, quisiera recordar que más allá de los documentos del Vaticano II, a las encíclicas pontificias[65], al Directorio ecuménico [66] y a los discursos del Papa va estudiada, meditada y practicada sobre todo la Palabra de Dios, fuente incomparable de luz y fuerza para hacer crecer el conocimiento y la pasión ecuménica. La conversión a la Palabra de Dios nos educa en un lenguaje que dará familiaridad al encuentro con los cristianos de otras confesiones.
En fin, recordémonos que la sensibilidad y la eficacia ecuménica están estrechamente ligadas a la santidad. Don Gaspar Goggi eligió un argumento ecuménico para su tesis de licenciatura: “Inocencio III y los herejes de Francia meridional”. Aquellas páginas causaron sensación en la Universidad estatal y laica de Turín. El asunto central sostenido por Don Goggi fue que “la Iglesia defiende el depósito de la doctrina de las herejías con el fulgor de la virtud de los santos, los héroes que la Providencia da como regalo a la Esposa inmaculada de Cristo”[67].
    Educación ecuménica
El Concilio Vaticano II ha dicho que «no existe un verdadero ecumenismo sin una conversión interior» (UR 7). El Papa Benedicto explicó: “La renovación de la vida interior, de nuestro corazón y de nuestra mente, que se refleja en la vida cotidiana, es crucial en todo diálogo y camino de reconciliación, haciendo del ecumenismo una tarea recíproca de comprensión, respeto y amor, «para que el mundo crea» (Jn 17,21)”.[68]
En todas las naciones, nuestras comunidades Orionitas están en contacto con personas de otras confesiones cristianas y de otras religiones: la educación al diálogo ecuménico es una necesidad para todos.
Ciertamente nuestro impulso ecuménico Orionita es la caridad que nos lleva a acoger y a colaborar con todos en las iniciativas de solidaridad y de servicio, con “personas de todo credo, religión y también sin religión”. Esto nos reclama un crecimiento continuo en la «sensibilidad ecuménica» que se manifiesta en las relaciones e influye benéficamente en todas nuestras actitudes humanas y espirituales frente a la diversidad y también en los conflictos.
Por ejemplo, la sensibilidad ecuménica nos lleva a conocer y valorar las costumbres y las tradiciones de los otros, evita toda rigidez en el juicio y en el comportamiento. «Renunciamos con gozo a las costumbres de nuestros pueblos, para adaptarnos gustosos a las poblaciones entre las que vivimos – exhortaba Don Orione -. Todo el mundo es patria del Hijo de la Divina Providencia, que tiene por patria el Cielo».[69]
La sensibilidad y la cultura del encuentro, en los que tanto insiste el Papa Francisco,[70] debe inspirar nuestras relaciones: “Cristianos evangélicos, cristianos ortodoxos, cristianos católicos, pero ¿por qué divididos? ¿Cómo haremos unidad entre los cristianos si no somos capaces de tenerla entre los católicos, o de tenerla en familia? ¡Cuántas familias se pelean y se dividen! Busquen la unidad, la unidad que hace a la Iglesia. La unidad viene de Jesucristo. Él nos envía el Espíritu Santo para crear la unidad».[71]
Los Orionitas del lema “Instaurare omnia in Christo” debemos ser capaces, en el mundo actual, de tender puentes para unir siempre, para unirnos y unir a todos, en particular a los cristianos de las Iglesias que tienen ya una cierta comunión por la fe en el bautismo. Hay una expresión hiperbólica, pero sincera y cierta, de Don Orione que nos debe hacer pensar, tanto más en el año de la misericordia: “Abrazar a todos, excepto al diablo y, si se pudiese, incluso a él; abrazar a todos excepto el error manifiesto; a los errados no sólo acogerlos, sino correr tras ellos”.[72]
Sólidos en la verdad y en la caridad, aunque sin fundamentalismos irritantes y sin agresividad en nombre de la verdad y del bien. “La unidad prevalece sobre el conflicto”.[73] Nuestro cuarto voto nos compromete a esta sensibilidad, nos pide un esfuerzo constante para hacer «obra de comunión en el interior y en el exterior de la Iglesia, trabajando para ser fermento de unidad; impulso misionero y ecuménico» (art. 48), para «llevar a la Iglesia y al Papa a los hermanos más humildes y necesitados; con actividades tales como la evangelización, la catequesis, misiones y acciones ecuménicas» (art. 120).
    Valorar las relaciones personales
Me parece oportuno recordar que todos podemos valorar las relaciones personales con personas de otra confesión y de otras religiones, sin perder, obviamente, la frescura de nuestra fidelidad a Roma, incluso tratando de profundizarla. Se trata de fraternizar, sin prisa por entrar en los puntos conflictivos, sino buscando sobre todo la amistad, descubriendo los “dones” y las sintonías espirituales y doctrinales, siempre respetuosos con la conciencia del otro, testimoniando gozosamente nuestras experiencias y convicciones.
Inaugurando el pasado 12 de diciembre, en Tortona, la casa de acogida “Brazos y Corazones” para refugiados, obviamente de diferentes confesiones religiosas, he citado la frase de Don Orione “En el nombre de la Divina Providencia, he abierto los brazos y el corazón a sanos y enfermos, de toda edad, de cualquier religión, de toda nacionalidad: a todos hubiera querido dar, con el pan del cuerpo, el divino bálsamo de la Fe”. Muchas veces he citado esta frase pero esta vez me ha llamado la atención de verbo en condicional: “hubiera querido dar”. En ello está toda la identidad y la pasión sacerdotal y apostólica de Don Orione y también su respeto a la libertad de los otros. Allí, en la tensión del hubiera querido dar, se recoge la conciliación ecuménica entre “diálogo y anuncio”,[74] entre la gozosa conciencia de la propia propuesta y la respetuosa consideración de los otros.
Las relaciones fraternas son las más comunes y cotidianas vías del ecumenismo hoy, porque estamos en una sociedad multiétnica y multireligiosa. Tiene que ver no sólo con los hermanos cristianos de otras confesiones, sino también con los creyentes de las grandes religiones, en primer lugar los judíos, nuestros “hermanos mayores”, y después los musulmanes, los descendientes de Set – a veces agresivos y desleales -, y los no exactamente cristianos (Testigos de Jehová, Mormones, New Age, etc.), hasta las religiones asiáticas[75].
    Ecumenismo en camino con el Papa
"¡Admirable unidad, vital y orgánica, de la Santa Iglesia! - escribía Don Orione -. Nosotros, por el bautismo y por el Papa, no formamos nada más que un cuerpo solo, vivificado por el único y mismísimo Espirito Santo: un solo rebaño, bajo la guía de un solo pastor: el Papa”.[76]
La cuestión del primado de Pedro y de su continuación en los obispos de Roma es uno de los puntos tenidos como problemáticos en el diálogo ecuménico. Aquí, sobre “Pedro” y sobre su “piedra” (la fe por él confirmada) se verifica la comunión y el camino de unidad de los cristianos. "Unum corpus sumus in Christo, unum corpus sumus in Papa".[77]
Juan Pablo II, en la encíclica Ut unum sint n.95, ha declarado la voluntad de “encontrar una forma de servicio del primado que, sin renunciar de ningún modo a lo esencial de su misión, se abra a una situación nueva”. Hacia este objetivo ha invitado a “pastores y teólogos de nuestra Iglesia a buscar, evidentemente juntos, las formas en las que este ministerio pueda realizar un servicio de amor reconocido por unos y por otros”.
Quien busca la unidad de la Iglesia – en el ámbito católico y no católico - está llamado a no conformarse con una eclesiología de comunión entendida vagamente en sentido espiritualista, sino a afrontar el camino hacia la unidad orgánica en la fe, en los sacramentos y en el gobierno con Pedro y los obispos unidos a él.[78] “Quanta est nobis via?”, se preguntaba Juan Pablo II en el tercer capítulo de la Ut unum sint, no sabiendo cuánto camino nos falta hacia la unidad, pero sabiendo bien que éste es el camino.
De una “conversión del papado” ha escrito también el Papa Francesco en el n. 32 de la Evangelii Gaudium, proponiéndose “un ejercicio de mi ministerio que lo vuelva más fiel al significado que Cristo Jesús quiso darle y a las necesidades actuales de la evangelización”.
Benedicto XVI, a nivel doctrinal, y el Papa Francisco, con su estilo, han transformado en este último decenio el rol del Obispo de Roma, que «preside en la caridad», como escribía Ignacio de Antioquía, en una oportunidad ecuménica, más que en una dificultad. El Papado ya no es percibido, anteriormente así se percibió, como un signo de división sino de unidad para los cristianos, y también más allá, para toda la sociedad humana.
Nosotros Orionitas, con nuestra especial fidelidad al Papa, debemos caminar decididamente en esta línea, con este estilo.
    El ecumenismo de la caridad
No sé quién, en la Congregación, empezó a usar la expresión ecumenismo de la caridad que encontramos también en nuestra Norma 4. Recuerdo que yo lo usaba en los inicios de los años 80, cuando frecuentaba, con nuestro Don Sorani, los encuentros ecuménicos del Secretariado de las Actividades Ecuménicas.[79] Últimamente, retomando en la mano el libro Elogio de la caridad (de 1968) de P. Domingo Sparpaglione, he encontrado que un capítulo está titulado como “Ecumenismo de la caridad”.
Qué entendemos por ecumenismo de la caridad.
Cuando Don Orione hablaba de “trabajar” por la unidad de la Iglesia pensaba sobre todo en las actividades caritativas y de ayuda a los hermanos más necesitados, a los enfermos, a la gente humilde, de “cualquier credo o también sin religión”. Recientemente también el documento programático ecuménico Ut unum sint, n. 74, nos ha recordado que la “fe ocupada en elevar las miserias espirituales y corporales, en cultivar la educación de la juventud, en volver más humanas las condiciones de vida”[80] es una importante y eficaz obra ecuménica.
No pensemos que el ecumenismo se haga sólo con los congresos históricos y las discusiones doctrinales o que esté reservado a los expertos. Muchos de nosotros no nos sentiríamos preparados para este tipo de ecumenismo. Todos, sin embargo, podemos cumplir obras ecuménicas mediante la caridad. Nuestras instituciones caritativas, educativas y pastorales son un laboratorio de unidad en el que aprender/enseñar a superar obstáculos, prejuicios y cerrazones. Esto se realiza si entramos en relación con las personas a las que ayudamos, con sus familias, con la comunidad de su pertenencia religiosa.
Pueden entusiasmarnos a vivir el ecumenismo de la caridad dos experiencias contadas por Don Orione, volviendo de Buenos Aires, “ciudad de dos millones y medio de habitantes, una ciudad cosmopolita donde se pueden encontrar judíos, turcos, calvinistas, luteranos, anglicanos... Nuestros Pequeños Cottolengos se han abierto con los mismos criterios y espíritu que el Cottolengo de Turín, aceptando pobres enfermos de cualquier nación y de cualquier lengua, con credo y sin credo, sin Dios y sin religión.
Se preguntó a una calvinista qué la había llevado a hacerse católica. Y ella respondió:   '¿Cómo no creer en la fe y en la religión de la hermana que duerme en el suelo cercana a mi cama y que se levanta 20, 30, 40 veces cada noche para darme de beber y para servirme? ¡Ni aunque fuese de mi misma familia podría hacer más por mí!'. Aquella buena mujer fue empujada a la fe por la caridad sobrehumana de la hermana”.
Y continúa seguidamente con el segundo recuerdo. “Vino a mí un señor que me dijo: Quiero fundar un hospicio católico. ¿Usted quisiera enviarme algunos de sus curas? Y yo: Si por católico entiende universal,[81] es decir donde se pueda aceptar a todos, sí que acepto en enviar al personal; pero si quiere fundar un hospital exclusivamente para católicos, claro que no acepto (y hace el gesto negativo con la cabeza y con la mano). Tenga esto bien presente porque cuando se acepta a uno que tiene un dolor, no se le pregunta allí si se ha bautizado o no, sólo si tiene un dolor".[82]
Sí, nuestro impulso ecuménico está recogido sobre todo en el lema "la caridad no cierra puertas",[83] de la “caridad que unifica y edifica a todos en Cristo”.[84] Es la caridad la “forma del ecumenismo”,[85] la “vía más directamente ecuménica”.[86]
Para nosotros Orionita, el "Veritatem facientes in charitate" (Ef. 4,15) podría ser traducido en “Unitatem facientes in charitate”. La caridad es un viaje hacia el hermano, con el hermano, hacia el bien, la verdad, la justicia, la paz: hacia Dios que es caridad y unidad.
III - MIRANDO AL PRÓXIMO 14° CAPÍTULO GENERAL
Queridos hermanos, faltan cinco meses para el inicio del Capítulo General, fijado entre el 16 de mayo y el 5 de junio de 2016.
«El Capítulo General es el principal signo de la unidad, en la diversidad, de la congregación y un momento privilegiado de su vida comunitaria» (Art. 138). Tiene el objetivo de «tratar los problemas de mayor importancia referentes a la vida de la Pequeña Obra, para que ésta se mantenga fiel al Evangelio, al espíritu del Fundador» (Art. 138).
A través del discernimiento y de las opciones programáticas y mediante los nuevos superiores elegidos, la Congregación continúa su camino, que para estar vivo, tiene que ser fiel a Don Orione y a su carisma y encarnado en el mundo y en la Iglesia de hoy. Debemos acompañar con mucha oración este evento del que depende nuestro bien y el de tantas personas que están confiadas a nuestros cuidados, y relacionado también - aunque seamos pequeños - con el bien de la Iglesia. El Capítulo no forma parte sólo de la historia privada de la Congregación, sino que es un acontecimiento eclesial, constituye un momento de particular presencia del Señor.
A partir del 16 de mayo de 2015, ha tenido lugar el Capítulo en comunidad ayudados por el Cuaderno de reflexión. Ha sido realizada una Encuesta personal de tipo sociológico, para hacer surgir algunos datos y sentimientos comunes sobre algunos puntos específicos. Se han concluido también los Capítulos y Asambleas Provinciales que han elaborado propuestas y elegido a los representantes para el Capítulo General. Todas estas implicaciones preparatorias tienen el objetivo de dar globalidad y continuidad al camino de la Congregación en un contexto de gran diversidad y de cambio.
Para cuidar la comunión en progreso de la Congregación, hoy, tienen cada vez mayor importancia los secretariados y otras modalidades de comunión y de animación. Se nutren esperanzas en los recorridos más que en las decisiones individuales, en los proyectos (personal, comunitario, apostólico, de Congregación) y no sólo en los reclamos idealistas de la identidad.
En la Congregación se ha madurado y consolidado la práctica de una metodología de renovación que integra y relaciona los instrumentos ofrecidos por las Constituciones (capítulos, asambleas de programación y de verifica, acciones de los secretariados, reuniones de directores, etc.). Dentro de esta metodología se encuentra el 14° Capítulo General que se está moviendo sobre dos coordenadas muy estimulantes. Por un lado está la perspectiva unificante del Capítulo: la persona del religioso, en sus dimensiones complementarias; y por otra, está el clima eclesial de una Iglesia en movimiento, en salida hacia las periferias existenciales, dado por el Papa Francisco.
El título del Capítulo “Servidores de Cristo y de los pobres” – y todo el hermoso texto de Don Orione del que ha sido sacada la expresión[87] – nos indica bien y concilia el reclamo de autenticidad y de apostolicidad que se pide hoy a la Congregación, a la Vida Consagrada y a la Iglesia para “salvar al mundo” hacia una humanidad según el corazón de Dios y el corazón del hombre.
Tarea específica del Capítulo general será, sobre la base de cuanto llegue de los Capítulos Provinciales y ordenado en un Istrumentum laboris por una comisión pre-capitular (se reunirá en el próximo febrero), evaluar y decidir las líneas del proyecto del sexenio, fijando algunos puntos de planificación general.
Cada línea del proyecto de Congregación para el próximo sexenio incluirá una acción prolongada en el tiempo, es decir un recorrido para actuar sobre un objetivo preciso y vital y las intervenciones necesarias que favorezcan la capacidad de los religiosos para alcanzarlo; cada línea de acción contendrá igualmente el reclamo a la situación y a las motivaciones vocaciones (Don Orione, Constituciones, Magisterio…) que la hacen necesaria.
Nuestras oraciones
A la vida de la Congregación pertenecen de pleno derecho la muerte y la vida en Dios de los hermanos y de otros protagonistas que han sido parte integrante de la misma.

Confiamos a la divina misericordia a todos nuestros Amigos, Bienhechores, Ex Alumnos difuntos que contribuyeron al bien de la Pequeña Obra.
Nuestra especial y común oración vaya también para los no pocos hermanos enfermos o tocados por los límites de la edad avanzada. Muchos hermanos y comunidades se dedican a su cuidado para aliviar los problemas de salud y de soledad; es una obra altamente meritoria, bendecida por el Señor, que refuerza los vínculos de fraternidad en la Congregación.
Y concluyo deseando una muy Feliz Navidad y Buen año 2016.
Será un buen año, basta que "cada una de nuestras acciones sea una oración, que cada una de nuestras obras sea un suspiro de caridad: y después cada uno de nuestros desánimos y las contrariedades no nos sirven sino como una escalera para subir más alto. Esa mano de Dios que ha guiado siempre con dulzura y fortaleza a nuestros padres y les ha socorrido oportunamente en los peligros de la fe, no será menos sobre nuestras cabezas. Esa misma diestra de Dios vencerá por encima de nosotros y ninguno de cuantos hayan trabajado por su Señor será confundido para la eternidad: Deus expugnavit pro te inimicos tuos” (Don Orione).
Vuestro hermano y padre en Cristo y en Don Orione
Sac. Flavio Peloso, FDP
(Superior General)