“Para que emerja una riqueza de
pueblo y una grandeza de nación”
Mensaje al Pueblo de Dios del
Presbiterio y del Arzobispo de Resistencia (Chaco)
1. El Arzobispo de la
arquidiócesis de Resistencia, con el Presbiterio, reunidos para su encuentro de
Adviento, queremos aportar nuestra reflexión sobre los acontecimientos que nos
han preocupado en estos últimos días y que son de dominio público. Nos motiva
el deseo de continuar buscando el encuentro de todos, el diálogo que da frutos
y la búsqueda de consensos superadores, para resolver nuestros conflictos. Nos
sentimos cercanos al sufrimiento de personas que fueron víctimas de los
saqueos, pero lamentamos más las pérdidas de vidas humanas que enlutan nuestra
convivencia social. Condenamos todo tipo de vandalismo y violencia cuyo único
efecto es encerrarnos en una espiral que ahoga y mata, como lo muestra el
momento presente.
2. Nos parece necesario
actuar de una manera urgente y eficaz en la coyuntura, a fin de terminar con el
avasallamiento y el temor provocado en la población en general, por la
delincuencia que ha ganado las calles. Que los responsables de la seguridad
extremen las medidas preventivas y acciones conducentes a defender las vidas de
los ciudadanos, el trabajo y el capital privado que está en riesgo.
3. Corresponde al mismo
tiempo, defender el camino democrático elegido como Nación y renovar entre
todos la responsabilidad por fortalecerlo. En este marco, nos parece muy
importante que los dirigentes sociales y políticos testimonien una mayor
coherencia en las responsabilidades asumidas ante la gente, tanto en la
conducción como en la administración de los recursos, cuyas carencias provocan
una reacción social crítica. Nos urge tomar conciencia de los derechos y
obligaciones que cada uno tenemos, para no perder representatividad en los
roles sociales y responsabilidad en las tareas que nos corresponden.
4. Nuestro compromiso
fundamental en el orden civil lo constituyen la República, la Constitución y
las Leyes y la Democracia como sistema político. De aquí nace nuestro empeño
por defender las instituciones que sostienen nuestro orden social. Resulta
también justo que todos, comenzando por las instancias que desempeñan una
responsabilidad social y / o política asuman el deber de generar el diálogo, de
escuchar los reclamos para encontrar consensos que garanticen la dignidad y el
bienestar de todos. Un clima sereno permite que las palabras, los gestos o las
opiniones no susciten violencia que nos lleven a confrontar los derechos y las
obligaciones. Nos debemos entre todos el compromiso urgente por la educación en
valores sociales y civiles, como camino esencial para la vida en justicia
social.
5. No podemos dejar de
recordar el mensaje reiterado de la Iglesia en favor de la “amistad social”.
Solamente el perdón y la aceptación del otro diferente, pero hermano al mismo
tiempo, nos puede llevar a una “unidad de nación” tan necesaria para superar
las dificultades y para proyectar un futuro que incluya a todos en un
crecimiento equitativo, buscando el bien común, pero priorizando a los que
menos tienen.
6. Pero por sobre todo,
como comunidad eclesial, queremos apuntar al cambio más profundo: el del
corazón y el de los sentimientos. Nuestro compromiso nace de la fe, porque
somos cristianos, pero también quiere dirigirse a todo hombre y mujer de buena
voluntad que en su conciencia y vida aspira y construye un mundo más humano y más
fraterno. Que la paz, junto con el bien
de todos y de cada uno, emerja como riqueza del pueblo que somos, y como signo
de grandeza de la nación que entre todos nos debemos como una deuda recíproca.
7. El Papa Francisco en su
primera comunicación a la Argentina nos dejó en los oídos y en el corazón un
consejo y un mandato: “Cuídense unos a otros”. En este momento, estas palabras
suenan aún más que oportunas. Miremos también a la Iglesia de Jesús, con su
imagen, aquella de “una tienda de campaña después de una batalla”. Necesitamos
entre todos buscar modos para curar nuestras heridas sociales, porque hay
tantas necesidades en nuestras familias, hay hambre de futuro en nuestros
jóvenes y hambre de justicia en muchos corazones. Necesitamos sanar nuestros
vínculos entre vecinos, en nuestros ámbitos de encuentro, entre los que
pensamos distinto, entre los que tenemos distintas tradiciones religiosas. Necesitamos
sanar nuestros miedos y arriesgar a dar el primer paso hacia el encuentro…
8. Creemos que la luz de la Navidad,
ya cercana, puede brillar más nítida en estas “tierras de sombras” porque “un
niño nos ha nacido”, “un hijo nos ha
sido dado” (is 9,1.5). La palabra de Dios hace triunfar la esperanza
también hoy y ahora, para que nuestra historia de pueblo madure en frutos que
hagan olvidar las penas y el desánimo. Que suene con más fuerza esta vez, y con
más verdad, el canto de los ángeles en Navidad que anuncian la cercanía de
nuestro Dios: “Gloria a Dios en el cielo,
y en la tierra paz a los hombres amados por él, paz a los hombres y mujeres de
buena voluntad” (cf. Lc 2,14).
Mons. Ramón Alfredo Dus y el Presbiterio
Arquidiócesis de Resistencia
11 de diciembre de 2013