Don Orione y la Providencia
Un Par de zapatos nuevos, Un médico, Una conversión Un gesto de caridad puede servir en los designios de Dios como invitación a una sincera conversión. Narra Don Sparpaglione: “Una noche de invierno de 1900, mientras se desataba una ventisca, Don Orione de regreso a pie de una misión predicada en un pueblo de montaña, golpeó a la puerta del párroco de Borgoratto Marmorolo (PV) y fue huésped tan grato como inesperado. Estaba empapado y cansado.
Se cambió de ropa, comió y recibió como regalo un hermoso par de zapatos nuevos que calzó de inmediato en lugar de los viejos, como siempre destrozados.
Se encontraba en la casa del párroco el Dr. Alberto Bernardelli quien al escuchar el deseo de Don Orione de proseguir lo antes posible, se ofreció a acompañarlo en su propio calesín hasta Casteggio. Partieron por la mañana y al llegar a Fornace di Staghiglione hubo una parada pues el médico debía hacer una visita. Mientras tanto un mendigo mal vestido se acercó a Don Orione, que permaneció solo en el calesín, y le solicitó una limosna.
Don Orione no lo pensó mucho: se desató los zapatos nuevos que tenía en los pies y se los dió al pobre poniéndose nuevamente los gastados todavía empapados; y de los dos no se podría decir quien era más feliz. El doctor llegó a tiempo para asistir a esa escena insólita y desaprobó
el gesto de Don Orione. Pero Dios lo había llevado a ese encuentro para que la imagen del sacerdote caritativo volviera a su mente en una hora grave de su vida.
Una mañana de octubre de 1924, mietras a caballo y desarmado se dirigía de visita, un demente criminal lo asaltó a traición y le descargó encima dos disparos de fucil. Una vez recibidos los primeros auxilios, fue transportado al hospital de Voghera donde por varios días estuvo en peligro de muerte. Los parientes, las religiosas y el capellán trataban de insinuarle la idea de los
sacramentos desde hacía muchos años descuidados; pero él titubeaba. Finalmente expresó el deseo de ver a Don Orione. Al día siguiente muy tarde Don Orione llegaba a su cabecera, viajando directamente desde Roma a Voghera. Besó al herido entre lágrimas de conmoción y le contó que había acudido por haber leído el hecho en los diarios. Después de confortarlo, escuchó la confesión, lo comulgó y tuvo seguidamente la alegría de saberlo fuera de peligro.
En la economía de la Providencia también un par de zapatos, donados, pueden valer la conquista de un alma” (Sp. 192s. ).
Un Par de zapatos nuevos, Un médico, Una conversión Un gesto de caridad puede servir en los designios de Dios como invitación a una sincera conversión. Narra Don Sparpaglione: “Una noche de invierno de 1900, mientras se desataba una ventisca, Don Orione de regreso a pie de una misión predicada en un pueblo de montaña, golpeó a la puerta del párroco de Borgoratto Marmorolo (PV) y fue huésped tan grato como inesperado. Estaba empapado y cansado.
Se cambió de ropa, comió y recibió como regalo un hermoso par de zapatos nuevos que calzó de inmediato en lugar de los viejos, como siempre destrozados.
Se encontraba en la casa del párroco el Dr. Alberto Bernardelli quien al escuchar el deseo de Don Orione de proseguir lo antes posible, se ofreció a acompañarlo en su propio calesín hasta Casteggio. Partieron por la mañana y al llegar a Fornace di Staghiglione hubo una parada pues el médico debía hacer una visita. Mientras tanto un mendigo mal vestido se acercó a Don Orione, que permaneció solo en el calesín, y le solicitó una limosna.
Don Orione no lo pensó mucho: se desató los zapatos nuevos que tenía en los pies y se los dió al pobre poniéndose nuevamente los gastados todavía empapados; y de los dos no se podría decir quien era más feliz. El doctor llegó a tiempo para asistir a esa escena insólita y desaprobó
el gesto de Don Orione. Pero Dios lo había llevado a ese encuentro para que la imagen del sacerdote caritativo volviera a su mente en una hora grave de su vida.
Una mañana de octubre de 1924, mietras a caballo y desarmado se dirigía de visita, un demente criminal lo asaltó a traición y le descargó encima dos disparos de fucil. Una vez recibidos los primeros auxilios, fue transportado al hospital de Voghera donde por varios días estuvo en peligro de muerte. Los parientes, las religiosas y el capellán trataban de insinuarle la idea de los
sacramentos desde hacía muchos años descuidados; pero él titubeaba. Finalmente expresó el deseo de ver a Don Orione. Al día siguiente muy tarde Don Orione llegaba a su cabecera, viajando directamente desde Roma a Voghera. Besó al herido entre lágrimas de conmoción y le contó que había acudido por haber leído el hecho en los diarios. Después de confortarlo, escuchó la confesión, lo comulgó y tuvo seguidamente la alegría de saberlo fuera de peligro.
En la economía de la Providencia también un par de zapatos, donados, pueden valer la conquista de un alma” (Sp. 192s. ).
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