miércoles, 22 de mayo de 2013

MARCHAR A LA CABEZA DE LOS TIEMPOS

abril 1938,Tortona con algunos misioneros y padrinos incluyendo el Senador Cavazzoni

ESTAR A LA VANGUARDIA

 
Nosotros no hacemos política: nuestra política es la caridad, grande y divina, que hace el bien a todos. No buscamos otra cosa que la salvación de las almas. Si tenemos que hacer algunapreferencia, la haremos en favor de aquéllos que nos parezcan más necesitados de Dios, ya que Jesús ha venido más para los pecadores que para los justos.
Almas, almas! En esto consiste toda nuestra vida. Este es nuestro grito, nuestro programa; toda nuestra alma y todo nuestro corazón: almas, almas! Ahora bien, para poder salvar las almas hay que saber adoptar ciertos métodos y no anquilosarse en las formas de siempre, si ya no agradan o han pasado de moda...
Cristianicemos la vida, cristianicemos el alma de los huérfanos y jóvenes que se nos ha confiado: esto es lo que Dios y la Iglesia piden de nosotros. Para ello utilicemos todos los medios santos, todas las formas más aceptables y más idóneas! Respetemos incluso aquellas formas o costumbres que nos puedan parecer un poco laicistas y, si es necesario, adoptémoslas sin escrúpulos, sin detenernos en nimiedades. Salvar la sustancia, eso es lo que importa.
El tiempo corre y las cosas van cambiando; en todo lo que no se refiere a la doctrina, la vida cristiana y la vida de la Iglesia, tenemos que estar a la vanguardia de los tiempos y de los pueblos, y no ser el furgón de cola. Para poder atraer y llevar los pueblos y la juventud a la Iglesia y a Cristo hay que ir a la vanguardia. De esa forma cubriremos el abismo que se va abriendo entre el pueblo y Dios, entre el pueblo y la Iglesia.
La Sma. Virgen los conforte a todos y los asista con su ternura de Madre. Ella, la Virgen Celestial, como solía llamarla san Juan Bosco, les hable, queridos hijos, de todo mi afecto en Jesucristo por ustedes, y que la Virgen Ssma. les proteja en el trabajo.
Trabajo, trabajo, trabajo! Nosotros somos los hijos de la fe y del trabajo. Y tenemos que amar, y ser apóstoles del trabajo y de la fe. Tenemos que esforzarnos por

trabajar, y trabajar cada vez más
.Contemplar el cielo, rezar, y después... largarse a trabajar con decisión! "Ave María y adelante,decía a Bartolomé Longo aquel santo y seráfico fraile que fue el Padre Ludovico de Casoria.
Adelante, siempre, hijos míos, in Domino. Siempre adelante con la Virgen. "Ave María, y adelante". Adelante in Domino!

Tomado dI

Lettere di Don Orione, I, pp.249 ss. Carta a Don Pensa del 5 de agosto de 1920... El lema "Caritas Christi urget nos" y la voluntad de hacer siempre un bien mayor eran el secreto
que impulsaba a Don Orione hacia lo nuevo y moderno.

lunes, 20 de mayo de 2013

ESTO VIR ET NON FRASCA

ESTO VIR ET NON FRASCA
Esta expresión, mezcla de latín y dialecto, la solía usar Don Bosco.
Esto vir et non frasca! quería decir: "Sé un hombre de carácter y no un veleta". Ser "frasca" quiere decir ser hombres que,como las veletas, cambian siempre de posición...
Yo también más de una vez me he repetido a mí mismo esta exhortación aprendida, por gracia
divina, en la escuela de aquel santo. Y ahora la repito a ustedes.Esto vir et non frasca
Tenemos que ser gente de carácter!
Hubo un gran poeta que escribió:
Sean hombres y no ovejas. Sé hombre! Sé hombre!
Esto vir et non frasca!
Mejor un día como león que un año como oveja.
Esto vir et non frasca!Sé hombre! es decir, sé firme, sólido,
como torre que no se tambalea con el soplo de los vientos.
Todos los santos y todos los grandes hombres, aún independientemente de la luz de la fe, fueron hombres de carácter.
Cuando uno es de carácter, hasta sus adversarios lo respetan. Carácter! Nosotros nos hemos entregado a Dios, a la Iglesia, a la Congregación.Esto vir,amando a Dios en serio, no de palabra sino con los hechos! Con una vida digna,
cultivando la virtud, conformando nuestra vida a la de Jesucristo.
Esto vir et non frasca!Ser fuertes en la profesión y práctica de las virtudes de nuestra vida religiosa! No nos dejemos engañar; no seamos veletas, desertores.
Esto vir!
Sé fuerte en la constancia del bien y vence el mal con la bondad y con el bien.
Esto vir!
En la constancia, en la lucha contra las pasiones, en la fortaleza para mantenerse fieles a Dios en todo.
Esto vir!
Para mantenernos fieles a toda clase de deberes: religiosos, de piedad, de estudio, de disciplina...
Esto vir!
Permanecer calmos en las pruebas. La vida es un combate cuyo premio es el cielo.
Esto vir!
Sé hombre! Sé buen soldado de Cristo, si quieres merecer un día la corona, que se dará
al que no ha cedido y al que no ha sido débil, perezoso o desertor.
Esto vir!
Sé un hombre fuerte que vence el respeto humano al hacer el bien.
Esto vir!
No seas de aquéllos que cambian y fluctúan, y que no valen nada ni para sí mismos, ni para la Iglesia, ni para la sociedad.

domingo, 19 de mayo de 2013

PAGINAS DE DON ORIONE ESCRITAS CON UN FUEGO TAN PROFUNDO BAJO UNA LUZ TAN NUEVA

 

I. Son pocos los que han podido asomarse al fuego interior que consumía su alma, un fuego recóndito pero, a la vez, presente como Dios. Se podía entrever algo. Pudiendo, se quedaba Levantado por la noche. No siendo en la comunidad, quién sabe dónde y cuándo comía. Algunas noches lo vieron acostado sobre la tarima del altar; otra vez en un comedero de animales; llevado, seguramente, por el amor de quien había nacido en un pesebre.
De su simple conversación se traslucía una vida prodigiosa. En su interior ardía un amor que no le daba tregua ni un solo instante, provocándole a veces el estremecimiento del éxtasis y un estado de soberana libertad propio de quien se dedica totalmente al alma y a Dios.
Nadie podrá narrar sus silencios, sus sueños, sus horas totalmente íntimas, los momentos de soledad pasados en unión con Dios, pero sí esa experiencia de amor que lo hace un hermano de Francisco de Asís, herido interiormente como él y, también como él, trovador siempre alegre, vivaz, enamorado que, como un viento, un fuego, o un aluvión, todo lo arrollaba con su amor.
Este pobre italiano, tosco, rudo, simple, ha sido en Italia una de las manifestaciones más claras y luminosas de lo divino. Italia cuenta con muchas personas enamoradas de Dios, personas fuertes en medio de grandes sufrimientos, amantes hasta la locura, castas, serenas en medio de las tempestades, creativas y hasta poetas: Don Luis Orione era una de ellas.

De él quisiéramos saber más. Esperamos que sus religiosos no tarden en ofrecernos los elementos necesarios para conocerlo y apreciarlo. Ya se están publicando algunas de sus cartasque, aunque escritas
currenti calamo, con una redacción algo desordenada, improvisada y apurada, reflejo de su alma generosa, contienen sin embargo algunos fragmentos que pueden
ayudarnos a comprenderlo.
Ante todo, nos lo muestran siempre en un estado de euforia espiritual. No razona ni expone en forma ordenada. Se diría que no se expresa sino que se vuelca. Pero al prodigarse reserva algo para sí, lo mejor. Se presenta siempre como el padre que habla con sus hijos, sobre su casa. Aún cuando pareciera estar diciendo algo de sí mismo, en realidad está pensando en los hijos y en la casa. Lo recóndito del corazón de Don Orione no lo conoceremos hasta que se tengan sus notas intimas y personales, si es que existen. Además de las preocupaciones propias de un padre, las cartas reflejan también el ansia por el cúmulo de trabajo que realizaba.
Una vez escribió:

"Queridos míos, siempre que les escribo les hago un sermón (los sacerdotes tienen que predicar siempre, poco o mucho, y de todas formas); ¿comienzo ya o espero hasta el final? Es mejor ahora, verdad?".
Sabía ser irónico, a veces en forma sutil: ¿cuánta literatura de los sacerdotes no son sermones?
Pero, ¿qué tiene de malo? ¿qué otra cosa podría hacer un sacerdote sino predicar? Lo mejor es que aceptemos nuestro destino, y prediquemos. Con frecuencia, si no siempre, escribía sus pensamientos entre un trabajo y otro, entre un viaje y otro; pero, aunque escritos a la rápida, no eran cosas circunstanciales sino que brotaban de lo más profundo.
Tiene expresiones, y hasta páginas enteras, sobre la caridad; en labios de un hombre que ha vivido totalmente para la caridad, adquieren un tono altísimo, una sinceridad incomparable, y lo colocan en el mismo plano que aquellos hombres que él nombra siempre como sus maestros:Don Bosco y Cottolengo.
Sobre el evangelio escribe con amor y con una fuerza ingenua.
Habla de la Iglesia, del Papa, de los obispos, con el vigor de una consagración propio de la literatura piadosa de aquellos años, pero no frecuente en la vida cotidiana. A diferencia de los que disentían de Roma o de los que mostraban su consentimiento con argumentaciones falaces,habló siempre en términos tan claros y categóricos sobre el Papado y sobre los varios Papas que conoció que no sería posible contarlo entre aquellos acérrimos opositores que sostenían que la devoción al Papa cultivada el siglo pasado no era sino una desviación y una distorsión del auténtico sentimiento cristiano. Don Orione vio con claridad y afirmó con toda el alma que en el mundo contemporáneo estar con el Papa era la forma más rápida y eficaz de estar con Cristo.
Sobre el mundo y su historia nunca perdió la esperanza.
"Hermanos, los pueblos están cansados, desilusionados. Sienten que la vida sin Dios es vana, totalmente vacía. ¿Estamos en vísperas de un gran renacimiento cristiano? Cristo tiene piedad de las multitudes. Cristo quiere resucitar. Quiere volver a ocupar su lugar. Cristo avanza. El porvenir es de Cristo. Si por el pedestal se pueden deducir las dimensiones de un monumento,
¿qué representan veinte siglos para aquél que ha tenido al menos sesenta de preparación? Cristo ha resucitado. No, no es un fantasma; es El, el Maestro; es Jesús que camina sobre las aguas fangosas de este mundo tan turbulento y tempestuoso. El porvenir es de Cristo."
En otras palabras, Don Orione nunca ha dudado de que el mundo es todavía joven. Para él el fin del mundo no era algo inminente. No es que excluyera el sufrimiento, sino que lo consideraba el camino que lleva a la felicidad eterna y al cumplimiento terrenal de los mejores destinos humanos.
"Les prevengo que todavía no hemos comenzado a sufrir."
"Si vinieran tribulaciones y persecuciones, bendigamos al Señor."
"Quizás puede parecer que Cristo esté muerto, pero es un Muerto que siempre, tarde o temprano, resucita."
Su corazón se dilataba cuando hablaba de Italia, en particular, y de su juventud.
Escribía desde Buenos Aires:
"Hermanos míos muy queridos y amados, me parece escuchar las campanas de mi patria lejana que suenan a gloria por las ciudades y pueblos: su himno evoca en mí los más santos recuerdos: ellas cantan la resurrección de Cristo y me hacen llorar de fe, de alegría, de amor a Dios, de amor a ustedes, de amor a nuestra Italia".
Ordenó que en todas las casas de su Congregación hubiera una Biblia, la Suma de Santo Tomás, la Imitación de Cristo y el Dante. A los jóvenes alumnos escribía:
"Defiendan con valor el bien y la educación católica recibidos.
Difundan el espíritu de bondad: perdonen siempre: amen a todos; sean humildes, trabajadores francos y leales en todo: el mundo tiene suma necesidad de fe, de virtud, de honestidad". Pero las palabras mejores las reserva para los pobres; mientras que las más duras las usa para sí mismo. Los pobres son sus "patrones predilectos", nuestros patrones. Decía así, pero en realidad eran su corazón.
"En la puerta del Pequeño Cottolengo Argentino, a los que entren no se les preguntará cómo se llaman, sino solamente si tienen algún sufrimiento."
El mismo fue pobre. "Pobre sacerdote", como se califica una vez. Otra vez se dice un
changador de Cristo.
Estropajo, era una expresión que solía aplicarse a sí mismo y a los suyos.
De su vida escribe con una humildad y una dignidad que hace recordar a San Pablo:
"Sostenido por la gracia del Señor, he evangelizado a los pequeños, a los humildes, al pueblo, al pueblo pobre al que han envenenado con teorías perversas y arrebatado a Dios y a la Iglesia; en el nombre de la Divina Providencia he abierto los brazos y el corazón a sanos y enfermos, de toda edad, de toda religión, de toda nacionalidad: a todos habría querido dar, junto con el pan corporal, el divino bálsamo de la Fe, pero especialmente a nuestros hermanos que más sufren y están más abandonados.
Tantas veces he sentido a Jesucristo cerca de mí, tantas veces me pareció ver a Jesús en los más desdichados y los que están más abandonados".
Pero esto no le bastaba, y rezaba a la Virgen:
"Vivir, palpitar, morir a los pies de la Cruz con Cristo.
Beatísima Madre, haz que tus pequeños hijos, los hijos de la Divina Providencia, tengan amor; dales amor, ese amor que no es tierra sino fuego de caridad y locura de la Cruz. Danos, María, un alma grande, un corazón grande y magnánimo que llegue a todos los dolores y a todas las lágrimas. Haz que seamos verdaderamente como nos quieres tú: los padres de los pobres! Que toda nuestra vida esté consagrada a dar a Cristo al pueblo, y el pueblo a la Iglesia de Cristo; que arda y resplandezca de Cristo: y en Cristo se consuma, en una luminosa evangelización de los pobres: que nuestra vida y nuestra muerte sean un cántico dulcísimo de caridad, y un holocausto al Señor".
Este hombre, tan posesionado de su amor y de su obra, tenía también él un pobre corazón humano. De sus cartas surge con frecuencia como el lamento, el deseo, la dulzura de los afectos humanos.
Ha amado a sus jóvenes, a sus pobres, a sus sacerdotes, con una ternura fraterna, materna.
Muchas veces se encendía su fantasía, y después de haber escrito este párrafo formidable:
"Amar a las almas, querer salvar a todas las almas, ayudar a Cristo a salvar, a salvar y santificar nuestras almas y las almas de nuestros hermanos, con total abnegación de nosotros mismos, total negación de nosotros mismos, total sacrificio; con total sacrificio de nosotros mismos, como hostias puras de Jesús, como corderos de Jesús, en pos de Jesús y todo por Jesús";sentía el cansancio, la fatiga, su condición de hombre mortal, y añadía:
"Animo! prosigan así, mis queridos hijos : así se llega al santo Paraíso. Animo y adelante, que elmañana nos deparará a mí y a ustedes el santo Paraíso. ¿Qué es la vida? Vapor est: mañana estaremos con Jesús. Ah! querido y santo Paraíso!"
Al final Don Orione estaba y se veía cansado, casi terminado. De todas partes se le pedía y ordenaba que descansara. Pocos meses antes de la muerte, un ataque más grave lo dejó en tal estado que ya no pudo resistir a esas peticiones y órdenes. Aceptó ir a descansar a San Remo,donde murió.

II.  Hablando de Don Orione en ocasión de su muerte se dijo que nunca se podría llegar a hablar adecuadamente de él mientras no se dispusiera de algún documento de su vida interior y se revelara algún secreto de su alma menos conocida. Aquí también lo hemos dicho (1º de agosto de 1940). Sus palabras, al igual que sus obras, estaban a la luz del día y eran para los demás.
Pero seguramente habrá habido otras palabras pronunciadas bajo otra luz (ninguno habla en la oscuridad), destinadas no a nosotros ni a la historia, sino reservadas al propio espacio interior que supera toda dimensión geométrica. Si hay alguien que no calla cuando hace silencio, ése es el santo. Por otra parte, los santos que han dirigido a Cristo las palabras más encendidas no han sido, como podría pensarse, los contemplativos sino, y sobre todo, los activos. Santa Catalina deSiena, inquieta y trotamundos; Santa Teresa de Avila, reformadora y fundadora de tantas casas;
San Francisco Javier, que escapa de Europa en pleno siglo XVI, toca el Japón y muere solitario en una isla de aquellos mares lejanos... Santos que cuando hablaban con Cristo debían haberlo hecho con palabras llenas de luz y de fuego puro. El que calla, aún frente a Dios, es el contemplativo. El contemplativo ve, y viendo se sacia y reposa, o simplemente palpita.
Es muy raro que queden entre los hombres huellas de esas palabras secretas. Muy raro, pero no imposible. Y casi siempre de forma casual. No no nos sorprende que de Pascal nos hayan llegado sus páginas matemáticas, las jansenistas y las apologéticas. Pero llama mucho la atención que nos haya quedado la revelación del fuego interior que lo iluminó en la noche misteriosa. Don Orione no era un gran escritor; o mejor dicho, no era un escritor, ni por vocación ni por elección, sino que escribía por necesidad como el común de la gente. Ello no obstante (como ya hemos insinuado), algunas de sus palabras eran de tal importancia y brotaban de un fuego tan profundo en una luz tan nueva que permanecerán más que muchas docenas de
centenares de volúmenes de nuestro tiempo.
Gracias a un amigo, que ha preferido permanecer en el anonimato, tenemos cuatro páginas llenas, escritas en forma desordenada, con muchos puntos y aparte, equivocaciones evidentes,partes borradas y anotaciones añadidas entre líneas. Cuál fuera la intención de Don Orione yo no lo sé ni tampoco el amigo, o al menos no me lo ha dicho. No parece ser parte de un sermón.
Además, la fecha puesta entre paréntesis hace pensar en una anotación personal. Tampoco parece ser un escrito destinado a otros, porque nunca hubiera hecho tantas confidencias sobre sí mismo. Nosotros pensamos que esas cuatro páginas son el fruto de un momento de oración, el intento de conservar en el papel un recuerdo de afectos, un paso de luz, la señal de momentos intensos vividos en el silencio y que se fueron apagando lentamente, como el sol que se va poniendo entre los árboles al caer la tarde.
No digo un simple lector, pero sí que un experto de textos espirituales y místicos no podría permanecer indiferente ante algunas de esas frases incandescentes en las que en ciertos momentos desaparecen las mayúsculas en los puntos y aparte, y todo tipo de puntuación; y han quedado en el papel en forma desordenada, como un flujo de sangre proveniente de una herida imprevista, transformándose en estrofas poéticas.
Es un texto que da testimonio de un alma absolutamente cristiana.
Las últimas dos páginas reflejan una escritura más apresurada y desordenada; pero son las más directas y las más ricas de revelación interior. La fecha, puesta con la intención de escribir su vida con lágrimas y sangre (es decir, tejerla, hacerla, vivirla: para esto "escribía") indica claramente que se trata de los últimos años de Don Orione.

GIUSEPPE DE LUCA
* De G. DE LUCA,
Quelle pagine scaturite da così profondo fuoco in una luce così nuova
("Nuova Antologia", Firenze, 1º de agosto de 1940, pp. 229 ss.; "Nuova Antologia", Firenze, 1º
de marzo de 1943, pp. 13 ss.).
Fuente: en nombre de la divina providencia

martes, 14 de mayo de 2013

DIFUNDAMOS SERENIDAD Y BONDAD


DIFUNDAMOS SERENIDAD Y BONDAD


Nuestra renovación y la del mundo entero tendrá lugar cuando vivamos a Jesucristo, cuando estemos realmente transformados en Jesucristo. Pero este calor, y el vigor de una vida espiritual más alta y copiosa, ¿cómo podremos darlos y comunicarlos a los demás si no los poseemos primero nosotros? Y, ¿cómo podremos vivirlos sin acudir a la fuente divina que es Cristo?
El, sólo El es la fuente viva de fe y caridad que puede restaurar y renovar el hombre y la sociedad: sólo Cristo podrá hacer de todos los pueblos un solo corazón y una sola alma, unirlos todos en un solo rebaño bajo la guía de un solo Pastor.
Sea éste, pues, nuestro primer y mayor compromiso: anonadarnos, negarnos a nosotros mismos, y formarnos a imagen de Jesucristo, y de Cristo Crucificado, por medio del
mysterium Crucis. No tenemos otra escuela, ni otro Maestro, ni otra cátedra que la Cruz.
Vivir la pobreza de Cristo, el silencio y la mortificación de Cristo, la humildad y la obediencia de Cristo, con pureza y santidad de vida: pacientes y mansos, perseverantes en la oración, con una sola mente y un solo corazón en Cristo: en una palabra, vivir a Cristo. Y siempre alegre in Domino, con gran gozo, difundiendo bondad y serenidad a cada paso y en el corazón de todas las personas que encontramos: siempre contentos, siempre activos, aprovechando el tiempo, pero sin precipitación humana: cada día, en cada cosa, y en toda tribulación y todo dolor, una gran alegría, siempre con caridad y con gran caridad, hasta el sacrificio; en cada cosa, solo y siempre Cristo. Jesucristo y su Iglesia, en holocausto de amor, en dulcísimo olor de suavidad.
Por favor, no te contentes con formalismos ni prácticas externas de piedad. Las prácticas externas son necesarias y hacen bien; pero quedan reducidas a la nada, si es que no producen fariseos e hipócritas, cuando no existe el fuego de la piedad, una verdadera vida interior, una religiosidad profunda, una verdadera conciencia individual cristiana y recta, bien formada, y cuando no formamos a Cristo dentro de nosotros, cuando no nos conformamos realmente a Jesucristo en todo. Realizar en nosotros el santo evangelio, reproducir en nosotros a Jesucristo, pidiendo en todo momento su gracia, y la gracia de ser siempre pequeños y humildes a los pies de la Santa Iglesia Romana y del Papa. Formar, plasmar, educar para Jesucristo y su Iglesia, no tanto con las palabras cuanto con las obras y con el buen ejemplo, que arrastra y edifica.
Que Dios y nuestra Madre celestial, María Santísima, nos ayuden!
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En Lettere di Don Orione, II, pp. 499 ss. De una carta escrita por Don Orione el 22 de octubre de 1937 al superior de los estudiantes de Teología en la Gregoriana.
Fuente Libro En Nombre de la Divina Providencia

¡¡¡CUANTAS VECES HE SENTIDO A JESÚS CERCA DE MÍ !!!


CUANTAS VECES HE SENTIDO A JESUS CERCA DE MI!...
El Dios omnipotente que, por la Fe, ha sacado de las piedras los hijos de Abrahán: el Dios grande y bueno que para propagar la Fe se vale a menudo de lo débil para confundir lo fuerte, y lo que no es para confundir lo que es, para que todos reconozcan que las cosas más maravillosas no son obra del hombre sino de Dios: El, el Señor y Padre nuestro me ha traído a esta tierra lejana, a este río inmenso y lejano, para que diera testimonio de la Fe.
Sostenido por la gracia del Señor y por la bondad maternal de la Iglesia, he evangelizado a los pequeños, a los humildes, al pueblo; he tratado de evangelizar a los pobres, de confortarlos con la fe y con un espíritu de caridad cristiana. Confieso que hubiera tenido que hacer mucho, mucho más, por lo cual pido perdón al Señor. He evangelizado a los pequeños, a los humildes, al pueblo, al pueblo pobre que, con el veneno de las teorías perversas ha sido arrebatado a Dios y a la Iglesia.
En nombre de la Divina Providencia, he abierto los brazos y el corazón a los sanos y a los enfermos, de toda edad, de toda religión, y de toda nacionalidad: a todos hubiera querido dar, junto con el pan material, el divino bálsamo de la Fe, pero especialmente a nuestros hermanos que más sufren y están abandonados. Tantas veces he sentido a Jesucristo cerca de mí, tantas veces he entrevisto a Jesús en los más marginados y que más sufren.
Esta Obra es tan querida al Señor que parecería ser la Obra de Su Corazón; ella vive en el nombre, en el espíritu y la Fe de la Divina Providencia: el Señor no me ha mandado a los ricos sino a los pobres, a los más pobres, y al pueblo.
Hijos míos, a esto nos llama el Señor: ¿Seremos hombres de poca Fe?
Fe grande, Fe benéfica, Fe inmortal que vives y creces a los pies de la Iglesia de Jesucristo y floreces en la caridad.
De la Fe nazca la vida!
El Reino de Dios no consiste en palabras sino en
el poder de la Fe y la caridad en Cristo. Despojémonos de la vieja levadura, purifiquemos nuestra vida, revistámonos de la armadura de la Fe, y seremos bendecidos más que los hijos de Abrahán. Cuando fuimos bautizados en Cristo, fuimos revestidos de Cristo: ahora todos somos hijos de Dios en Jesucristo, por la Fe. Y los mismos bienes que esperamos,es decir la Vida eterna, los esperamos por la Fe, por la gracia del Espíritu Santo. Seamos, pues, fuertes en la Fe y ejercitémosla con las obras de caridad.

"Estote fortes in Fide"

.Palabras de seguridad y de ternura igualmente divinas! Perseverantes en la oración, firmes en la Fe, pequeños y humildes a los pies de la Santa Iglesia, Madre de nuestra Fe y de nuestras almas, esperemos tranquilos y serenos la hora de Dios. El Señor, que con su mano ha enjugado nuestras lágrimas, convertirá en gozo todas nuestras tristezas:
tengamos Fe!

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En

Lettere di Don Orione, II, pp. 462ss. De una carta escrita por Don Orione a sus religiosos

desde la Argentina el 24 de junio de 1937.
Del Libro En Nombre de la Divina Providencia

ABRAMOS EL CORAZÓN A UNA MAYOR CONFIANZA


ABRAMOS EL CORAZON A UNA MAYOR CONFIANZA



Todo es posible al que cree, al que se mantiene firme y humilde en el Señor, de rodillas a los
pies de la Iglesia y de Quién la representa. Enhorabuena, pues, las experiencias de la fe, muchas e importantes, y que Dios nos asista para vivir en nosotros la Fe, virilmente y santamente!
Tomados de la mano del Señor, confortados con la bendición del Papa y de los Obispos no se
turbarán nuestros corazones.
Las pruebas y los sufrimientos recibidos de las manos de Dios no harán sino aumentar nuestra
Fe: ella arderá con un nuevo ardor, resplandecerá con una nueva luz, y será vida y calor espiritual para nosotros, será vida y luz de Cristo para las muchedumbres de niños pobres de toda raza y color, y para las multitudes inmensas de obreros y pueblos alejados de Cristo.
Animo, hijos míos, que el futuro es de Cristo y de quien vive de Fe diligente en la verdad y la caridad, hasta la muerte, hasta el holocausto para la salvación de los hermanos.
Animo, y adelante en el espíritu de Fe y de fidelidad, de piedad sólida y ardiente; ensanchemos el corazón y demos lugar a la máxima confianza, al más dulce amor a Dios y al prójimo. De la Fe nace la vida! El Reino de Dios no consiste en palabras sino en el poder de la Fe y de la caridad en Cristo.
Seamos, pues, fuertes en la fe, y practiquémosla con las obras de la caridad. Perseverantes en la oración, firmes en la Fe, pequeños y humildes a los pies de la Santa Iglesia, Madre de nuestra Fe y de nuestras almas, esperemos tranquilos y serenos la hora de Dios. El Señor, que con su mano
ha enjugado tantas lágrimas nuestras, convertirá en gozo todas nuestras tristezas: tengamos Fe!
Pero no pidamos a Jesús que nos libre de las tribulaciones y de las cruces, pues sería nuestra mayor desgracia: pidámosle hacer sólo y siempre su voluntad tal y como nos la manifiesta la Santa Iglesia, y esto hoy, mañana y siempre, y siempre en perfecta alegría, in Domino.

La oración perseverante que tenemos que hacer es pedirle su Santo amor, y nuestra santificación en la caridad: supliquémosle que, si así le agrada, nos haga compartir sus dolores y nos sumerja en el piélago amarguísimo de su corazón traspasado pero vivo de misericordia y caridad para con nosotros. Y nos dé la gracia de sufrir algo para aliviar los dolores del "dulce Cristo en la tierra", nuestro Santo Padre, y de la Iglesia tan perseguida.
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En

Lettere di Don Orione, II, pp. 459ss. Don Oriones escribe durante el viaje del 24 de junio de


1937 al Santuario Mariano de Itatí a sus religiosos reunidos para los ejercicios espirituales.
fUENTE:Libro En Nombre de la Divina Providencia

FE, VIRTUD Y HONESTIDAD : LO QUE EL MUNDO MÁS NECESITA


FE, VIRTUD Y HONESTIDAD: LO QUE EL MUNDO MAS NECESITA


 


Adelante, hijos míos, adelante

in Domino! Mañana estaremos en el Paraíso! Recemos,

perseveremos en la vocación y, humildes y fieles a la Iglesia, sirvamos a la gran causa de los

pobres que es la causa de Dios.

Neguémonos todos los días a nosotros mismos; configuremos nuestra vida con la vida de

Jesucristo; llevemos con alegría la cruz en pos de El, viviendo como pobres Hijos de la Divina

Providencia, con gran humildad y caridad, no solamente a los pies del Vicario de Cristo y de los

Obispos, sino también del clero secular y regular.

Feliz Pascua a Ustedes, queridos exalumnos; a Ustedes, jóvenes, que se están formando en

nuestros Institutos para la Religión, la Familia, la Patria y son una parte importante de nuestra

vida y de nuestro corazón!

El Señor vele sobre Ustedes, inolvidables hijos míos en Cristo. Los que ya son padres, eduquen

a sus hijos en el temor de Dios. Amen todos a sus familias: manténganse honestos y buenos;

vivan como verdaderos cristianos; recen, frecuenten los Sacramentos, santifiquen las fiestas; no

se avergüencen jamás del Evangelio ni de la Iglesia.

Tengan el coraje del bien y de la educación católica e italiana que han recibido. Difundan el

espíritu de la bondad: perdonen siempre; amen a todos; sean humildes, trabajadores, francos y

leales en todo: el mundo tiene gran necesidad de fe, de virtud, de honestidad.

Amemos nuestra Italia con un amor comprometido; amémosla para hacerla cada vez más digna

de su fe y de sus tradiciones; amémosla como italianos y como católicos; esforcémonos por

hacer reflorecer las virtudes públicas haciendo que nuestras familias sean cada vez más puras,

cristianas y trabajadoras...

Entonces seremos un gran pueblo, una gran nación, una gran fuerza en el camino de la civilidad,

y alcanzaremos el ideal con honor y gloria: el ideal que brota de la luz de tantos genios, del

perfume de tantas almas, de la sangre de tantos héroes. Entonces alcanzaremos lo que soñaron

nuestros padres: un pueblo más cristiano, más fuerte, más grande en su italianidad.

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En

Lettere di Don Orione, II, pp. 340ss. Texto tomado de una carta escrita por Don Oriones

desde la lejana tierra Argentina en abril de 1936. El Beato exhorta a sus alumnos y exalumnos a

tener el "coraje del bien".
Fuente: Libro En Nombre de la Divina Providencia

SIEMPRE ALEGRES Y CONTENTOS EN EL SEÑOR !!!!!!


SIEMPRE CONTENTOS Y ALEGRES EN EL SEÑOR



 
Almas!, Almas
Estimada Sra. (...). Ruego por todos sus seres queridos, Sra. Condesa, y en particular por Ud., para que Dios aleje de su espíritu toda nube de tristeza, y le dé la serenidad de ánimo que una madre necesita tanto para sí misma como para confortar su hogar y, en su caso, para educar cada vez más en la luz de la fe y en las virtudes cristianas a sus hermosas nenas.
Sra. Condesa, que Dios consolide cada día más el edificio religioso de su vida, con la base divina de la fe, como dice la Sagrada Escritura: "el justo vive de la fe".
El exceso de bondad y amor que Dios ha tenido para con nosotros supera nuestra capacidad de comprensión, pero ello no debe constituir un motivo de duda sino una nueva razón para aceptar su verdad y un renovado empeño de nuestra parte para creer totalmente.
Para creer no hace falta que Ud. resuelva todas las dudas que le surgen en la mente contra determinadas verdades de la Fe. Ni el Angélico ni Agustín lo lograron.
Preste oídos, Sra. Condesa, a este pobre Sacerdote que le escribe: tenga gran confianza en la bondad del Señor, en la gracia y misericordia de Jesucristo, Nuestro Señor; después, cada tanto eleve su espíritu a Dios y dígale: Señor, quiero reposar hoy y siempre sobre tu corazón paternal, y entre los brazos de la Santa Madre Iglesia de los Santos y también de mi fe y de mi alma.
Que la Fe ensanche nuestros corazones; esa Fe que es garantía de las cosas que esperamos y que ha inspirado todo lo que es grande en la vida y en la civilidad.
La Fe!, la Fe! Como dice Dante en el canto sublime a la Fe refiriéndose al texto de San Pablo a los Hebreos, la fe es garantía de lo que se espera, prueba de las realidades que no se ven (Paraíso, XXIV, 64-66)
Sí, la fe es una virtud basilar, un fundamento sustancial sobre el cual se basa la esperanza de la bienaventuranza, que está plena de inmortalidad.
La fe es una prueba, demostración y luz que guía al entendimiento a creer en aquellas verdades que con sus fuerzas naturales no podría comprender.
Y que nuestra esperanza en Dios no tenga límites. Todo lo podemos esperar de Dios, con
humildad, amor y gran confianza.
Dios es el padre celestial que todo lo puede y todo quiere darnos, con tal que se lo pidamos y le amemos con la sencillez y abandono de los niños.
Se diría que el Señor nos quiere en cierto sentido siempre niños, siempre alegres y serenos.
Es justamente así, con santa alegría y no con tristeza, cómo se ama y se sirve al Señor. De ahí que san Francisco de Sales no creía en la santidad melancólica y triste y solía decir:
un Santo triste es un triste Santo
Y cómo se podría no estar llenos de santa alegría si el Señor está cerca de nosotros y dentro de nosotros?
Escrúpulos y melancolías, lejos de la casa mía, decía san Felipe.

Rechace, pues, Sra. Condesa, toda tristeza; aleje toda nube, toda fantasía, todo pensamiento que no lleve paz al espíritu, sino inquietud y turbación. Esas ideas, esos pensamientos
no son de Dios, sino del enemigo de toda paz y de todo bien. Estemos tranquilos, serenos, y descansemos con confianza en la mano del Señor.

Qué sermón, Sra. Condesa, qué sermón! Menos mal que estamos en Cuaresma! Que valga por todas las veces que no le he respondido.
La conforto, pues, y la saludo, y le ruego que salude de mi parte a su Marido.

Invoco sobre su hogar la abundancia de la bendición de Dios, y Feliz Pascua!

jueves, 2 de mayo de 2013

SAN JOSÉ BENITO COTTOLENGO



Cada 30 de abril se celebra San José Benito Cottolengo, santo en quien Don Orione inspiró su Obra de caridad.

Como Don Orione, José Benito Cottolengo fue un sacerdote italiano marcado por las injusticias de su tiempo, que en el siglo XIX llevó a cabo una heroica labor en pro del desamparado y el necesitado.
Nacido en Bra, un pueblo al norte de Italia. Fue el mayor de doce hermanos y estudió en Turín hasta conseguir el diploma de doctorado en Teología. Fue muy devoto de Santo Tomás.
Ordenado sacerdote, celebraba Misa a las tres de la mañana para que los campesinos pudieran asistir antes de ir a trabajar, y uñó una frase que solía repetir a menudo: “La cosecha será mejor con la bendición de Dios”.
Al ser nombrado canónigo en Turín, tuvo que asistir impotente a la muerte de una mujer que dejaba varios huérfanos, porque le habían negado los auxilios más urgentes debido a su condición de extrema pobreza.
Esta experiencia le dio la idea de fundar una casa para aliviar el dolor de los más necesitados y de condición más humilde. Para ello vendió todas sus pertenencias y consiguió cinco piezas que le permitieron comenzar su obra bienhechora, que se inauguró dando albergue gratuito a una anciana paralítica.
“No importa, todo lo pagará la Divina Providencia”, era una de sus frases de cabecera cada vez que se daba asilo una persona sin recursos.
Cuando en 1831 estalló una epidemia de cólera en Turín, las autoridades del gobierno ordenaron cerrar la Casa del Padre Cottolengo con el argumento de que con tantos enfermos juntos el lugar se iba a convertir en centro de propagación de la enfermedad.
“A las hortalizas, para que crezcan más, las trasplantan. Así nos va a suceder a nosotros. Nos trasplantamos y así creceremos más”, exclamó sin desanimarse el Padre José Benito, y partió de Turín hacia las afueras de la ciudad, a un barrio llamado Valdocco, donde fundó “La Pequeña Casa de la Divina Providencia”, en cuya entrada escribió una frase de San Pablo: “La Caridad de Cristo nos anima”.
Poco a poco se fueron levantando varios edificios donde se recibían toda clase de enfermos incurables. Una casa fue construida para personas con retraso mental, a quienes llamaba “mis queridos amigos”. Otra para atender a sordomudos y una para los inválidos.
Los huérfanos, los desamparados, los que eran rechazados en los demás hospitales, y eran recibidos sin discriminación en la “Pequeña Casa de la Divina Providencia”.
Era admirable la fe ciega que el Padre Cottolengo tenía en la Divina Providencia, en ese cuidado paternal que Dios tiene de nosotros. Siempre repetía a sus ayudantes: “Nos podrán fallar las personas, nos fallarán los gobiernos, pero Dios no nos fallará jamás, ni siquiera una sola vez”.
El Padre José Benito Cottolengo, agotado de tanto trabajar, murió a los 56 años el 30 de abril del año 1842, cerca de Turín, Italia. Sus últimas palabras antes de morir fueron aquellas del salmo 122: “Que alegría cuando me dijeron: vamos a la Casa del Señor”. El Papa Pío XI lo declaró santo en 1934, junto con su gran amigo y vecino, San Juan Bosco.
Su “Pequeña Casa” se amplió enormemente y con el tiempo se fue conociendo como “la ciudad del amor y de la caridad”. El Papa Pío IV la llamaba “La Casa del Milagro”.
Don Orione se inspiró en San José Benito Cottolengo cuando comenzó a abrir hogares donde cobijar a las personas con discapacidad. Denominó a cada una de ellas “Pequeño Cottolengo”, en honor al santo precursor.
En prueba evidente su grandeza, cada 30 de abril la Iglesia celebra a San José Benito Cottolengo.