viernes, 13 de enero de 2012

DON ORIONE Y LA IGLESIA ARGENTINA EN LOS AÑOS TREINTA PARTE I




FOTOS:por las calles de Buenos Aires, Santísimo Sacramento, durante el Congreso Eucarístico Internacional
.y las Fuerzas Armadas comulgando durante el Congreso.
En 1936 había dos hombres de Europa que recorrían Buenos Aires y otras de las principales ciudades argentinas dirigiendo encuentros, conferencias, debates y reuniones del asociacionismo católico: el filósofo francés Jacques Maritain y el sacerdote italiano Don Luigi Orione . ¿Qué cosa se pedía en la Argentina a estos dos europeos provenientes de un contexto social y eclesial tan distinto? Los obispos, el clero y los hombres de pensamiento y acción del laicado católico esperaban de ellos ideas y estímulos para ayudar a la Iglesia argentina a “salir de la sacristía”. En la Argentina – vinculada a la influencia económica y cultural de Inglaterra – había sucedido lo mismo que en otros pueblos de América del Sur, pero también de Europa e incluso de Italia: en naciones fundamentalmente cristianas, los resortes de la política, la cultura y la economía habían estado durante mucho tiempo en manos de exponentes de ideologías liberales, masónicas, anticlericales, que habían relegado el hecho religioso al ámbito de lo privado, de la iglesia o… de la sacristía. Incluso el abierto apoyo dado a la Iglesia en los años veinte por Hipólito Yrigoyen se había mostrado bien pronto como una instrumentalización en favor de su programa nacionalista de “argentinización”. El catolicismo argentino, no obstante su contextura heroica lograda con la labor de tantos sacerdotes, religiosos y religiosas, se hallaba más bien fragmentado, carecía de una verdadera conciencia eclesial de conjunto, y tenía poca influencia en la cultura y la sociedad.
«El decenio entre el ’30 y el’40 es el período de transición hacia la madurez religiosa del catolicismo argentino», según la opinión del historiador Juan Carlos Zuretti. (1)
Después del Congreso Eucarístico Internacional de 1934



En esta “transición hacia la madurez religiosa”, el Congreso Eucarístico Internacional de Buenos Aires de 1934 puede ser considerado como el acta de nacimiento de la Iglesia argentina moderna.
Además de haber sido un gran acontecimiento, el Congreso Eucarístico fue sobre todo un símbolo. Un multitud superior a todo cálculo participó en las solemnes celebraciones públicas, ante la monumental cruz erigida en el imponente escenario de los Jardines de Palermo; 1.200.000 personas, el 60% de los habitantes del “foco laicista” - como era considerada Buenos Aires -, se acercaron a la Eucaristía6 (2). Fue una afirmación pública de la identidad cristiana de este pueblo; un triunfo y una sorpresa para el clero y la jerarquía católica, que recuperaron el coraje; y una advertencia para el anticlericalismo, que de un momento a otro tuvo que reconocer su impopularidad.
A partir de aquel «contarse delante de la Eucaristía», surgió un plan pastoral de conjunto, que ya existía a grandes rasgos pero ahora volvía a lanzarse en forma concreta. En reacción a la política laicista, que negaba expresamente la dimensión institucional de la fe, se asumió como opción pastoral de conjunto la «institucionalización de la fe». La Palabra, la Liturgia y el testimonio de la caridad debían crecer particularmente en su dimensión institucional. De esta manera, la Iglesia podía realizar mejor su labor como educadora de civilización. Los objetivos de la opción pastoral de conjunto se proyectaron en tres direcciones: «sacramentalizar, enseñar y ganar la calle». «Ganar la calle» significaba «salir», «ir al pueblo». Se pedía al clero y al laicado que se hicieran ver y escuchar, que se dieran a conocer y estuvieran más cerca del pueblo, como los apóstoles después de Pentecostés, en vez de refugiarse tímidamente en el cenáculo o de resignarse a estar preocupados sólo de la propia barca. Fuente Don Flavio Peloso Revista Criterio

DON ORIONE EN LOS PROYECTOS DE LA IGLESIA ARGENTINA PARTE II

EN EL CONTE GRANDE, DON ORIONE Y EL CARDENAL PACELLI.

Don Orione en los proyectos de la Iglesia argentina
En este clima, preñado de realizaciones apostólicas posibles y deseadas, se encontró, y se inmergió concientemente, aquel sacerdote venido de Italia con fama de santidad que vivió “desde adentro” las emociones y las decisiones del Congreso Eucarístico, para el que había venido en la nave “Conte Grande” con el Legado papal, el card. Eugenio Pacelli, que sería después Pío XII. (3)
Hombre de una gran intuición social, constructor de relaciones y de unidad eclesial mediante las obras de caridad hacia los pequeños, los pobres, las clases obreras humildes, Don Orione sintonizó enseguida espiritual y apostólicamente con la sociedad argentina, país que no dudó en llamar su «segunda patria».
Muchas de las directivas ideales y prácticas del santo Fundador de Tortona eran justamente las más requeridas para el momento histórico que atravesaba la Iglesia de la Argentina. “¡Fuera de la sacristía! No perder de vista ni la Iglesia, ni la sacristía, o mejor dicho: el corazón está donde está la Hostia … pero, con las debidas cautelas, hay que lanzarse a un trabajo que no se limite al que hacéis en el templo». (4)
«Debemos promover una obra fuerte de penetración cristiana, especialmente en el pueblo trabajador, y devolver a la Iglesia las clases humildes, las masas de trabajadores tan amenazadas…». (5)
«Hacen falta obras de caridad: ellas son la mejor apología de la fe católica. La caridad abre los ojos a la fe y templa los corazones con el amor a Dios». (6)
Numerosos obispos argentinos reconocieron en Don Orione a un fiel realizador de aquella tercera directiva pastoral de «ganar la calle», que era la que más audacia, espíritu emprendedor, acción y santidad necesitaba. Don Orione encontró tantas “puertas abiertas” y tantas ayudas de todo tipo, seguramente por su santidad pero también, o justamente por eso, porque se metió en el crisol viviente de los problemas, los proyectos y las expectativas de la Iglesia, de sus Pastores y del pueblo argentino. Ciertamente, ésta es una de las razones del prodigioso desarrollo de la Congregación orionina en el trienio de 1934-1937, durante la permanencia del Fundador. (7) Al mismo tiempo, se iba desarrollando otro fruto del Congreso Eucarístico Internacional de 1934, por iniciativa de los Cursos de Cultura Católica y, especialmente, de su presidente Tomás Nicolás Casares, uno de los mayores exponentes del laicado católico argentino. (8) La finalidad de esos Cursos era la promoción de toda una serie de iniciativas de formación encaminadas a favorecer el surgimiento de mediaciones cristianas en el ámbito de la cultura, de la vida profesional, política, económica. La sede de los “Cursos de Cultura Católica”, desde 1934, se estableció en Buenos Aires, en la Calle Reconquista 572. Estos Cursos contribuyeron decididamente a crear un ambiente cultural católico en Buenos Aires, base de la futura “Universidad Católica Argentina”, fundada en 1957. (9)Fuente Don Flavio Peloso Revista Criterio

COLABORACIÓN EN LOS CURSOS PARTE III



Tanto Casares como sus colaboradores principales estaban muy cerca de Don Orione, quien les manifestaba estima, les daba ideas y los alentaba. (10) Muchas veces invitaron a Don Orione para conferencias sobre temas religiosos y sociales; él conmovía a todos cuando trataba temas sobre la Divina Providencia, la Iglesia y los pobres, la pasión por la renovación cristiana de la sociedad.
Los Cursos de Cultura Católica promovían también ejercicios espirituales para intelectuales, literatos y profesionales. “En 1935, los días 2 y 3 de noviembre, y en 1936, los días 13, 14 y 15 del mismo mes, se realizaron los ejercicios espirituales bajo la guía del santo sacerdote Don Luigi Orione”, recuerda un testigo. “Don Orione comenzó a hablar en castellano, pero después continuó en italiano para su mayor comodidad, como él mismo dijo, y para que nosotros aprovecháramos más. Para nosotros los argentinos este idioma resulta transparente, obviamente por las semejanzas … Pero en las conversaciones de Don Orione había algo más. Era el Espíritu que lo animaba lo que nos comunicaba intuitivamente, casi sin necesidad de palabras. Todavía recuerdo con emoción sus meditaciones sobre las parábolas de la misericordia de Dios, la de la ‘Oveja perdida’ o aquella maravillosa del ‘Hijo pródigo’ de San Lucas, que ninguno podría escuchar sin lágrimas en los ojos”. (11)
Don Orione mostraba una gran capacidad de juicio y de síntesis. Se imponía también “por su erudición, que le permitía dialogar con personas de elevada cultura intelectual, así como su caridad lo hacía accesible a sus interlocutores más humildes”. (12)
Hablando a un grupo de hombres de la Acción Católica, Don Orione señaló: “uno de los problemas contemporáneos más graves es el de la ignorancia religiosa, y la primera forma de apostolado, para los socios de la Acción Católica, es la difusión de la verdad de la fe”. (13)
Cuomo y Gallardo, dos arquitectos de Buenos Aires, han dejado notas interesantes sobre las directivas prácticas impartidas por Don Orione para el apostolado de los laicos. “Los hombres y jóvenes de acción católica no deben temer que su preparación sea insuficiente, en comparación con la de los sacerdotes; en cambio, el número de los ‘analfabetos espirituales’ ha aumentado mucho y ofrece un vasto campo de acción para el apostolado. Los principios elementales pueden y deben enseñarlos los laicos, dejando al sacerdote el perfeccionamiento de esta instrucción”. Y aplicaba a la labor de la enseñanza religiosa lo que Jacob, que caminaba con una caravana de niños, y de ovejas y vacas criando, dijo a Esaú que caminaba a un paso demasiado rápido: ‘Adelántate tú, que yo avanzaré despacito, al paso del ganado que llevo delante, y al paso de los niños, hasta que lleguemos a Seír’ (Gn 33, 13-14). “Debemos adaptar nuestro paso al de los débiles – concluía diciendo Don Orione -; no tenemos que pretender que los principiantes lleven el mismo ritmo que aquéllos que tienen más conocimientos y dotes intelectuales”. (14) El vasto círculo de personalidades de los Cursos de Cultura Católica fue literalmente conquistado por Don Orione. Tomás Casares, haciendo una conmemoración oficial de Don Orione, el 3 de julio de 1942, en el salón principal de la sede de los Cursos, explicó así el fenómeno: “La fama de sus virtudes heroicas nos atrajo y nos movió a vincularlo espiritualmente con esta casa, para que su oración y su consejo iluminado la asistieran. Y podemos decir que desde el día de la primera Misa celebrada por Don Orione en nuestro Oratorio hasta el día en que dejó Buenos Aires los Cursos tuvieron, bajo todas las formas imaginables, la asistencia de aquella caridad que lo urgía con una especie de violencia sobrenatural”. (15) El doctor Casares explicitó luego esas “formas de asistencia” ofrecidas por Don Orione: oraciones, consejo, apoyo, predicación y “sea dicho, para estupor de todos y especial reflexión de algunos, en forma de limosna destinada a satisfacer nuestras necesidades a pesar de su pobreza absoluta ”. (16)

JACQUES MARITAIN Y LA CULTURA CRISTIANA PARTE IV

Cuando se pensó en invitar a la Argentina a un personaje de relieve para ofrecer doctrina y estímulos de cultura cristiana, la atención se centró en el ya famoso Jacques Maritain. Con un gesto que sorprendió a todos, Don Orione, que pedía limosna por “caridad” para sus instituciones sociales y caritativas, quiso contribuir a financiar el viaje y la permanencia del ilustre conferenciante con una suma de dinero, que consideraba bien invertida tratándose de aquella iniciativa de caridad cultural. (17) Jacques Maritain llegó a Buenos Aires el 14 de agosto de 1936, acompañado de su esposa Raïssa y su cuñada Vera Oumanoff. Ese año había publicado su famoso libro “Humanismo integral”. Fue recibido con mucha calidez y grandes honores por el arzobispo Santiago Luis Copello, el Nuncio Filippo Cortesi, los obispos Fortunato Devoto, y Froilán Ferreyra Reinafé, el rector de la Universidad y otras autoridades académicas y personalidades ilustres.
En las semanas siguientes, el ilustre filósofo impartió un curso de lecciones sobre “La Persona humana” y otro sobre “Gnoseología y crítica del conocimiento ”. Todos los días el diario “La Nación” publicaba un resumen de sus conferencias preparado por él mismo, que después se recogieron en el libro intitulado “Para una filosofía de la persona humana”. (18) “La influencia más importante – observó Mons. Octavio Nicolás Derisi – Maritain la ejerció a través de sus conversaciones que se prolongaban por horas, tanto en la sede de los Cursos como en el hotel o en otras casas particulares, sobre los temas más importantes de la filosofía y de la cultura”. (19) Entre una conferencia y otra, Tomás Casares acompañó varias veces a Maritain, solo o con la Sra. Raïssa, a visitar a Don Orione en la casa de la Calle Carlos Pellegrini 1441, en el centro de la ciudad, donde tenía su sede habitual. Una vez, después de haber compartido un café, estaban atravesando un patio interno para ir a la capilla cuando de pronto se encontraron con una distinguida señora. Don Orione, que se había dado cuenta que estaba tomando al filósofo por un nuevo huésped del “Pequeño Cottolengo”, le dijo rápidamente: “No, no… Es Jacques Maritain, un gran filósofo!”.
Varias veces Maritain sirvió la Misa en la capilla de la Calle Carlos Pellegrini. “Verlos y escuchar el latín “italiano” de Don Orione y el “afrancesado” de Maritain era un espectáculo simpático a la vez que edificante ”, recuerda el Dr. Manuel Ordóñez.
En los dos meses de permanencia en la Argentina, Jacques Maritain desarrolló un intenso programa de conferencias también en Córdoba, Rosario y Montevideo (Uruguay). Por último, el 13 de octubre se hizo el acto de homenaje y de despedida. En una sala llena de personalidades eclesiásticas y académicas, de alumnos y de amigos, se confirió al filósofo francés el título de "profesor honorario". Al agradecerlo, dijo: “Si supiéramos comprender convenientemente las realidades invisibles, veríamos la importancia inmensa, excepcional que tiene para la cultura y para el país una escuela de filosofía como ésta. En efecto, el hombre es un ser que vive de la verdad como del pan”. (20) El 16 de octubre, Jacques y Raïssa Maritain regresaron a Francia.
Al año siguiente, en una carta dirigida al Sr. Ordóñez, Maritain le confió su dolor y preocupación porque su libro “Humanismo integral” había sido indicado por el Santo Oficio como sospechoso de poca ortodoxia y estaba por ser juzgado. “Estoy decidido a hacer lo que la Santa Sede me ordene. Don Orione todavía está en Buenos Aires; díganle que rece por mí, para que Dios me dé la fuerza de hacer bien lo que debo hacer e ilumine a los que deben examinar el texto”. (21) La cuestión se resolvió satisfactoriamente en Roma, y el mismo Pío XI, después de haber leído el libro, quiso enviar al autor una carta de felicitaciones.
Al reconstruir esta página de vida que une a un gran filósofo con un santo de la caridad, en una nación diversa de las suyas, la Argentina, podría pensarse que se trata de un evento significativo sí, pero ocasional y restringido en el tiempo. Sería un enfoque limitativo. En efecto, en las relaciones existe una especie de metabolismo espiritual y cultural que produce nuevas síntesis e integraciones destinadas a perdurar a lo largo del tiempo.
Al menos por lo que se refiere a Don Orione, se pueden descubrir claramente las influencias del filósofo francés en ciertas páginas de gran vuelo social y “político” de sus últimos años después de haber regresado de la Argentina. La profundidad de la comprensión mística del hombre y de la historia, típica de Don Orione, y la profundidad de la visión filosófica del pensador francés fructificaron provechosamente para la Iglesia argentina. Ciertamente, aquella pasión por el hombre, y aquella encarnación y proyección eclesial y social sin sujeciones ni resignaciones, tan auspiciadas después del Congreso Eucarístico Internacional de Buenos Aires, se vieron potenciadas por un santo inteligente y un inteligente santo.Fuente Don Flavio Peloso,Revista Criterio

DON ORIONE EN ARGENTINA PARTE V

1. Cfr. Nueva historia eclesiástica argentina, del Concilio de Trento al Vaticano II, Itinerarium, Buenos Aires, 1972,p. 401. Una obra fundamental es la de Julián Alameda, Argentina Católica, 2a. ed., Benedictinos, Buenos Aires. 2. Don Orione presentó un informe entusiasta: “He asistido al Congreso Eucarístico Internacional de Buenos Aires: un espectáculo inefable! He visto lo que es y lo grande que es la misericordia de Dios: más grande que los cielos! He visto decenas de miles y miles de obreros, de robustos trabajadores, de jóvenes llenos de vida: médicos, abogados, oficiales, profesores de universidad, diputados, ministros, confundidos en medio de las columnas de gente, confesarse en las plazas, en las calles y avenidas de esta gran capital! Más de 200.000 hombres, como un enorme e interminable aluvión, avanzaban en filas compactas, rezando, cantando, y postrándose a los pies de Cristo, para adorar a Cristo, recibir a Cristo, en la gran Plaza de Mayo, delante del palacio de gobierno de esta noble República Argentina. En esa plaza los he visto confraternizar, abrazarse en Cristo, jurar su fe, su amor a la Patria, llorar de amor! Espectáculo totalmente extraordinario!”, en Lettere II, 215. 3. Un poco poética, pero verdadera, la evocación de Angel León Gallardo: “El Conte Grande, que llevó a las orillas del Plata a la Embajada del ’34, cumplió una misión civilizadora … Aquella nave evoca la frágil barca del lago de Genezaret, tanto más cuanto que sabemos que transportaba a bordo al próximo sucesor de Pedro. Transportaba, también, como la nave de Colón, personas encargadas de acrecentar las conquistas espirituales de la Iglesia. Así como estas tierras de América han atraído, desde el descubrimiento, a europeos audaces y ambiciosos, así la atracción de este continente, de infinitas posibilidades, llegó hasta el alma – santamente audaz y divinamente ambiciosa – de Don Orione”; “Pequeña Obra de la Divina Providencia”, Boletín mensual ilustrado de las Obras de Don Orione, Buenos Aires, julio 1942, p.8.
4. Lettere II, p.77 5. Scritti 94, 258. 6. Scritti 4, 278-280. 7. Don Orione reconoció que el crédito de confianza que encontraba en la Argentina lo debía al card. Pacelli. “Durante los días del Congreso se expresó con palabras de tanta benevolencia que debo decir que todo lo que se hizo en la Argentina se debe, después de Dios, al Representante del Papa, dijo en aquellos días. Debía avergonzarme de esos elogios; pero estaba contento porque me abrían una puerta en el clero, y en las Autoridades y altas personalidades del Gobierno” ; Parola 5.10.1939, XI, 132. 8. Tomás Nicolás Casares (1895 – 1976) fue un jurista insigne, profundo conocedor del saber filosófico, profesor en las universidades de Buenos Aires y La Plata; en el campo de la magistratura llegó a ser presidente de la Corte Suprema de Justicia de la Nación en 1944. Cristiano auténtico, en el pensamiento y en la vida, fue presidente de los Cursos de Cultura Católica en 1928 y, después, desde 1932 a 1939; amplió las actividades culturales y artísticas, abrió la “escuela de filosofía”. Noticias de Raúl Rivero de Olazabal, Por una cultura católica. El compromiso de una generación argentina, Ed. Claretiana, Buenos Aires, 1986, p.200-202. 9. Cfr. Juan Carlos Zuretti, La fundación de la primera universidad católica, “Universitas”, 1975, n.38, p.89 y ss. 10. Don Orione había estado ya en la Argentina en 1921-1922 y volvía para el Congreso Eucarístico, en 1934, precedido de la fama de sacerdote santo y emprendedor. Lo que lo hizo más conocido a las personalidades eclesiásticas y laicas fueron ciertamente la realización y el corolario de los encuentros y actividades a los que dio impulso. Angel León Gallardo, arquitecto del círculo de los Cursos de Cultura Católica, afirmó: “Entre los milagros del Congreso Eucarístico Internacional, debemos incluir - sin duda - la visita de Don Orione y la realización en nuestro país de la obra de los “Cottolengos”; “Pequeña Obra de la Divina Providencia”, o.c., p.5-8. 11. Raúl Rivero de Olazabal, Por una cultura católica, o.c. p.175-176. Otro testigo, Juan Carlos Moreno que participó en el retiro espiritual del 2-3 de noviembre de 1935 en la Casa de la Calle Independencia 1166, recuerda: “Participaron el director, doctor Tomás N. Casares, el personal administrativo, profesores y alumnos de esta casa de estudios. Jamás olvidaré las meditaciones llenas de sabiduría, de fervor y de amor por las cosas del cielo; su atención para con los ejercitantes; las celebraciones tan edificantes del santo Sacrificio. Fueron muchos los que hablaron con él, que le confiaron secretos personales…”; así se lee en su libro Vida de Don Orione, Ed. Dictio, Buenos Aires, 1980, p.173-174. 12. Cuomo y Gallardo, Don Orione nuestro amigo, Victoria, 1967, p.76-77. 13. Ibídem. 14. Don Orione nuestro amigo, p. 78. Añaden a este respecto: “Este consejo nos ha parecido de gran utilidad al dirigir los programas de apostolado, que muchas veces no dan buen resultado por no tener en cuenta esta capacidad menor de la gran mayoría”. 15. Discurso del Dr. Tomás Casares en el homenaje de los Centros de Cultura Católica, “Pequeña Obra de la Divina Providencia”, o.c., p.4-5. 16. Ibídem. 17. La noticia proviene de diversos testigos. En Don Orione, nuestro amigo, o.c., p.80, Cuomo y Gallardo refieren que Don Orione “contribuyó con una importante suma, a la adquisición del pasaje del filósofo Jacques Maritain”. El Dr. Manuel Ordóñez precisa que “Don Orione mandó cincuenta pesos de entonces para ayudar a las conferencias de Maritain, a pesar de que siempre andaba en déficit”, en Entrevista al Dr. Manuel Ordóñez, en Don Orione, Buenos Aires, n.49-50, 1984, p.12. 18. También Raïssa Maritain pronunció una conferencia, el 5 de octubre, para los centros femeninos católicos sobre su estudio acerca de “La conciencia moral y la santidad en estado de naturaleza”. 19. Octavio Nicolás Derisi, La Universidad Católica en el recuerdo a los veinticinco años de su fundación, p.23-24. 20. Raúl Rivero de Olazabal, Por una cultura católica. El compromiso de una generación argentina, Ed. Claretiana, Buenos Aires, 1986, p. 93; el Autor reseña las actividades culturales de Maritain en la Argentina en las pp.88-94.
21. Tomado de la Entrevista al Dr. Manuel Ordóñez, o.c., p.13.Fuente Don Flavio Peloso, Revista Criterio