jueves, 17 de noviembre de 2011

* ¡¡DIVINA PROVIDENCIA!!!!

EN TI TODA NUESTRA CONFIANZA, OH SANTA PROVIDENCIA DEL SEÑOR Oh Divina Providencia, oh Divina Providencia! Nada hay más amable y adorable que Tú, que
alimentas maternalmente a los pájaros del cielo y las flores del campo: a los ricos y a los pobres!
Tú abres los caminos de Dios y realizas los grandes designios de Dios en el mundo!
En Ti toda nuestra confianza, oh Santa Providencia del Señor, porque Tú nos amas mucho más
de lo que nosotros mismos nos amamos! Con tu ayuda, quiero no hacerte más preguntas; quiero
no seguir atándote las manos; quiero no entorpecerte; quiero sólo abandonarme enteramente en
tus brazos, sereno y tranquilo. Haz que te acepte como eres, con la ingenuidad del niño, con esa
fe grande que no conoce límites! "Fe, pero una fe..." como la del Beato Cottolengo, que veía la
luz en todas partes, y a Dios en todo y por todo! - Divina Providencia! Divina Providencia!
A mí, pobre siervo inútil, y a las almas que rezan y trabajan junto a los pobres en silencio y con
el sacrificio de sus vidas, y a nuestros queridos bienhechores, danos esa grandeza de corazón y
de caridad que no va midiendo con el metro el bien que hace ni procede con cálculos humanos;
la caridad que es suave y dulce, que se hace toda para todos, que cifra su felicidad en poder
hacer todo el bien a los demás silenciosamente; la caridad que edifica y unifica en Jesucristo,
con sencillez e ingenuidad.
Oh Santa y Divina Providencia! Inspiradora y madre de esa caridad que es la divisa de Cristo y
de sus discípulos: anima Tú, consuela y recompensa con creces en la tierra y en el cielo a todos
los que en nombre de Dios hacen de padre, madre, hermanos o hermanas de los que sufren.
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De un volante escrito el 20 de junio de 1927, en el que Don Orione renueva su abandono
confiado y total en los brazos de la Divina Providencia. EXTRAIDO DEL LIBRO EN NOMBRE DE LA DIVINA PROVIDENCIA pag 44

* DON ORIONE Y LA PROVIDENCIA































Don Orione y la Providencia
Un Par de zapatos nuevos, Un médico, Una conversión Un gesto de caridad puede servir en los designios de Dios como invitación a una sincera conversión. Narra Don Sparpaglione: “Una noche de invierno de 1900, mientras se desataba una ventisca, Don Orione de regreso a pie de una misión predicada en un pueblo de montaña, golpeó a la puerta del párroco de Borgoratto Marmorolo (PV) y fue huésped tan grato como inesperado. Estaba empapado y cansado.
Se cambió de ropa, comió y recibió como regalo un hermoso par de zapatos nuevos que calzó de inmediato en lugar de los viejos, como siempre destrozados.
Se encontraba en la casa del párroco el Dr. Alberto Bernardelli quien al escuchar el deseo de Don Orione de proseguir lo antes posible, se ofreció a acompañarlo en su propio calesín hasta Casteggio. Partieron por la mañana y al llegar a Fornace di Staghiglione hubo una parada pues el médico debía hacer una visita. Mientras tanto un mendigo mal vestido se acercó a Don Orione, que permaneció solo en el calesín, y le solicitó una limosna.
Don Orione no lo pensó mucho: se desató los zapatos nuevos que tenía en los pies y se los dió al pobre poniéndose nuevamente los gastados todavía empapados; y de los dos no se podría decir quien era más feliz. El doctor llegó a tiempo para asistir a esa escena insólita y desaprobó
el gesto de Don Orione. Pero Dios lo había llevado a ese encuentro para que la imagen del sacerdote caritativo volviera a su mente en una hora grave de su vida.
Una mañana de octubre de 1924, mietras a caballo y desarmado se dirigía de visita, un demente criminal lo asaltó a traición y le descargó encima dos disparos de fucil. Una vez recibidos los primeros auxilios, fue transportado al hospital de Voghera donde por varios días estuvo en peligro de muerte. Los parientes, las religiosas y el capellán trataban de insinuarle la idea de los
sacramentos desde hacía muchos años descuidados; pero él titubeaba. Finalmente expresó el deseo de ver a Don Orione. Al día siguiente muy tarde Don Orione llegaba a su cabecera, viajando directamente desde Roma a Voghera. Besó al herido entre lágrimas de conmoción y le contó que había acudido por haber leído el hecho en los diarios. Después de confortarlo, escuchó la confesión, lo comulgó y tuvo seguidamente la alegría de saberlo fuera de peligro.
En la economía de la Providencia también un par de zapatos, donados, pueden valer la conquista de un alma” (Sp. 192s. ).